Lila Downs, cantante

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“La música es un regalo muy grande”

Lila Downs es actualmente una de las cantantes de música mexicana de mayor proyección internacional. Su tratamiento de clásicos como “La cama de piedra”, “La Sandunga” y “Cielo rojo”, mediante la transfusión de elementos de otras corrientes musicales, ha conseguido que la música tradicional mexicana experimente un renacimiento, tanto más acá como más allá de las fronteras de ese país. Actualmente lleva a cabo una gira internacional, que la lleva de Argentina a Canadá y de Noruega a Turquía.

Tú empezaste cantando en las calles, pero con tu actuación en Frida alcanzaste la fama mundial, casi de la noche a la mañana. ¿Cómo ocurrió ese cambio?

Bueno, en realidad no fue de la noche a la mañana porque llevábamos ya un largo rato haciendo muchos conciertos, teníamos ya un público, yo diría bastante grande, aunque el cine es una cosa a la que todos los artistas le agradecemos porque el contacto con el público es más internacional, más rápido, etcétera. Hemos trabajado constantemente, no ha sido uno de esos productos que de un momento a otro alcanzan la fama.

Actualmente eres una de las cantantes mexicanas más conocidas en Europa. Ya sea en Berlín, en París o en Roma, a cualquier tienda importante de discos a la que voy, en todas partes, en la sección de México, están tus discos. ¿Cómo te ha sentado la fama?

¡Ay!, pues qué gusto oír que digas eso, porque yo no me considero famosa. Soy una cantautora que ha tomado en cuenta la diversidad de la música de México y, por lo tanto, he dado a conocer algunos aspectos de la música mexicana, los cuales no eran conocidos en algunos sitios, en Europa, en Estados Unidos tampoco, e incluso en mi propio país. Pero, no, para nada, yo no me considero famosa.

Cuando hace tres años estuviste en Dusseldorf al final del concierto te bajaste del escenario y te tomaste una foto conmigo, sin conocerme en absoluto. ¿Sueles hacerlo siempre? Quiero decir, cultivar ese contacto tan personal con tu público… Es algo muy raro, ¿no?

Yo no lo veo como algo muy raro. El público y yo tenemos una relación de reciprocidad en la que yo escucho los comentarios o los sentimientos que provoca nuestra música y también escucho qué necesidades tiene nuestro público, y así es como nosotros seguimos haciendo lo que hacemos. Yo creo que, a veces, sí tengo que cuidarme físicamente, porque tenemos unas giras largas. Entonces, no siempre puedo saludar al público. A veces tenemos que escaparnos rápido porque hay que tomar un avión a las 5 de la manaña siguiente. Y, para poder estar en buen estado como cantante, tengo que cuidarme mucho.

Resulta muy especial que cantes en mixteco, en zapoteco, en maya, náhuatl, inglés y español. Pero también cantas cumbias, rancheras, boleros, norteñas, huapangos, danzones y hasta con banda de pueblo. ¿Es tu intención preservar el patrimonio cultural mexicano, no sólo idiomático sino también musical?

Sí, bueno, yo creo que es un motivo de orgullo el hecho de que sobrevivan nuestros idiomas, ya que la iglesia católica hizo mucho por hacer desaparecer la cultura, la religión, la tradición. Pero nosotros hemos podido sobrevivir a todo eso, y yo estoy muy agradecida por poder ser parte de una etnia fuerte. En mi estado están en crecimiento varios idiomas, todo lo contrario de lo que se cree a veces, que los idiomas indígenas están desapareciendo. Claro, hay idiomas que sí lo están, pero hay otros que están en crecimiento.

Continuando con tu música, es muy interesante que no sólo cantas las canciones del folklore mexicano de forma tradicional, sino que también has logrado una fusión con otros elementos del jazz, del rap, de la música de los Balcanes, por ejemplo. ¿Parecería que tienes el proyecto de revolucionar la música mexicana?

Pues… (ríe), me gusta la idea de la revolución, sí, es verdad (vuelve a reír), pero creo que uno hace como artista lo que puede, ¿no?, y el público responde positiva o negativamente. En mi caso hemos tenido muy, muy buena suerte, y también hemos trabajado, poco a poco, con ese público que también, yo creo, es parte de una generación, mi generación, que está a la búsqueda de reafirmar nuestras raíces y de estar contentos con ser lo que somos. En lo personal, para mí ha sido un camino que me ha dado más tranquilidad personal, más paz interna. Y eso lo agradezco mucho, porque pienso que la música es un regalo muy grande para la humanidad, pues puede darnos esa paz interna.

Y, ¿tu nuevo álbum? ¿Cómo va la gira?

Muy bien. Acabamos de estar en Argentina, y estuvimos también en España, una gira larga, teatros llenos y públicos muy efusivos, y, diría yo, hasta con algunos fanáticos (ríe). Eso nos alimenta para seguir. Actualmente estoy trabajando en un proyecto de teatro musical sobre la novela de Laura Esquivel Como agua para chocolate. Estoy componiendo, y ya llevamos como diez temas, y, bueno, eso nos absorve mucho tiempo, pero, al mismo tiempo, estoy también trabajando en canciones rancheras, que serán acompañadas por mariachis en el próximo disco, y, también, estoy trabajando en unos boleros.

Hay quienes hablan de ti como la Frida Kahlo de la música; por su parte, Chavela Vargas te ha nominado como su sucesora, pero, considerando tu apoyo a las causas populares —de las mujeres, de los indígenas, de los inmigrantes, y, recientemente, con el concierto One Drop, también de la defensa del medioambiente—, ¿no será que tu herencia es la de Mercedes Sosa?

Mercedes Sosa es una artista y mujer y ser humano que yo he admirado, que me devolvió las ganas cuando yo había dejado de cantar. Le agradezco mucho su existencia. Y siempre que dudo de lo que digo, de lo que canto, de pronto la escucho a ella, y ya, estoy en paz, y me digo: “Muy bien, vamos a seguir adelante”.

¿Qué significa tu tatuaje?

Mi tatuaje me lo hice cuando había pasado por una experiencia difícil. Tenía miedo de perderlo todo. Perder la vida, perder el canto, todo, todo lo que tenía. Y, cuando estábamos de gira en Nueva Zelanda, un artista maorí me ofreció hacerme un tatuaje, y yo acepté porque pensé que era una prueba de que había logrado superar una prueba de la vida. Y los símbolos que llevo son el nahual de mi protección, que, según mi abuela, es el águila, y el cocodrilo, o lagarto. Yo nací en el año del lagarto, según el calendario mesoamericano. Por eso son mis protectores.

Tú eres hija de madre mexicana y padre estadounidense. ¿Qué es lo mejor que heredaste de tu padre y qué ha sido lo mejor que te ha legado tu madre?

Mi padre luchó porque no hubiera diferencias sociales entre la gente. Él creía en todos los colores, en las personas de todas la razas y de todos los orígenes y profesiones diferentes. Y de mi madre –y de mi abuela, porque pasé mucho tiempo con ella–, en tener una espiritualidad muy grande, en creer en la madre tierra, en los santitos, que son una combinación entre el catolicismo y el simbolismo indígena. Ella tenía una versión muy particular sobre el mundo material. Creía que no era necesario tener muchas cosas para ser felices.

– Salomón Derreza

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Escritor mexicano. Es traductor y docente universitario en Alemania. Acaba de publicar “Los fragmentos infinitos”, su primera novela.


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