¿Quién mató a Rosendo?, de Rodolfo Walsh

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El escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh murió el 25 de marzo de 1977 en una emboscada, poco después de que enviara a varias redacciones de periódico su “Carta abierta de un escritor a la Junta militar”, en la que daba cuenta de la motivación principalmente económica que estaba detrás del baño de sangre que cubría el país desde el golpe de Estado del año anterior. En cierta forma, también puede afirmarse que Walsh (1927) murió el día en que la dirigencia de Montoneros, la organización militar y política a la que pertenecía, decidió el paso a la clandestinidad dejando desamparados a sus militantes, que fueron abandonados en el país mientras esa dirigencia huía al extranjero para ser masacrados en nombre de un levantamiento popular que no podía producirse y no se produjo. Puede sostenerse incluso que Walsh murió mucho antes, a finales de 1956, cuando conoció el testimonio de uno de los sobrevivientes de los fusilamientos de obreros peronistas en junio de ese año y comenzó una investigación que arrojó como resultado un libro –Operación masacre (1957), uno de los más extraordinarios de la literatura argentina– y la politización de su autor, que pasó de ser el muy correcto periodista que en sus ratos libres escribía cuentos policiales de inusual precisión y limpieza formal al escritor que inventaba sin saberlo el relato de no ficción ocho años antes de la aparición del que la crítica considera su primera manifestación –The Kandy-Kolored Tangerine-Flake Streamline Baby (1964) de Tom Wolfe– y dejaba entrar a su literatura la suciedad, la incertidumbre y el miedo, los materiales con los que narró una época que tuvo de los tres en abundancia.

¿Quién mató a Rosendo? (1968) es su segundo relato de no ficción después de Operación masacre. Al igual que este último, fue publicado inicialmente por entregas en la prensa, en esta ocasión en el semanario de la CGT de los Argentinos, un grupo de gremios peronistas opositores a la dictadura. Al igual que en Operación masacre, Walsh no se limita aquí a narrar un hecho específico, sino que documenta también las repercusiones de su publicación en la prensa, todo un antes y un después de la noticia que la contextualizan y dan cuenta de que lo más importante para el autor no es el esclarecimiento de un hecho sino la intervención directa en la política a través del relato de ese hecho. A diferencia de Operación masacre, por lo demás, en este libro no hay ningún deseo de reparación ni de trazar una línea entre “buenos” y “malos” sino una voluntad explícita de denuncia y de utilización política de la misma. ¿Quién mató a Rosendo? reconstruye la balacera que tuvo lugar en la pizzería La Real de la localidad bonaerense de Avellaneda el 13 de mayo de 1966. En ella se enfrentaron dos sectores rivales del gremialismo peronista y su resultado fueron tres muertos: el dirigente de los obreros metalúrgicos Rosendo García, a quien Walsh describe como un “simpático matón y capitalista de juego”, el “griego” Domingo Blajaquis, “un auténtico héroe de su clase”, y Juan Zalazar, “cuya humildad y cuya desesperanza eran tan insondables que resulta como un espejo de la desgracia obrera”. Walsh narra los antecedentes de todos los participantes en el enfrentamiento alternando hábilmente el relato de esos antecedentes con el de la escaramuza de la que tomaron parte, pero se detiene especialmente en dos figuras: la de Augusto Timoteo Vandor, principal referente del gremialismo argentino de la época e impulsor de un “peronismo sin Perón” que contaba con las simpatías del sector militar y de los empresarios, y la del comunista Blajaquis, a quien, en palabras de uno de sus amigos, “lo cascaron los conservadores, lo fajaron los radicales, lo expulsaron los comunistas, lo torturaron los libertadores y al final lo masacraron los que se dicen peronistas”. Walsh no hace un misterio de sus simpatías, pero tampoco tergiversa los hechos: contra lo sostenido en la chapucera investigación judicial llevada a cabo, el autor prueba que el grupo de Blajaquis no estaba armado y que los disparos provinieron exclusivamente del sector de Vandor; para probar esto recurre a los testimonios de los supervivientes pero también a las actas judiciales, que rectifica reconstruyendo las evidencias destruidas por la acción policial, aportando sentido común a las pericias poco rigurosas y a las inconsistencias en los fallos de los jueces, desestimando testimonios contradictorios y denunciando la compra o la coerción de los testigos y la campaña de prensa que quiso hacer pasar a las víctimas por victimarios. ¿Quién mató a Rosendo? narra el momento en que se producen las primeras tensiones entre la militancia sindical surgida de las luchas de la Resistencia y la emergente juventud peronista, y, con su vocabulario –repleto de expresiones como “teoría revolucionaria”, “clase obrera”, “seguir activando”, “militante”, “campo político”, “conducción”, “vanguardia obrera y revolucionaria”–, presenta un estado de la lengua para la Argentina de la época; eso es interesante; también es interesante que los protocolos de diálogos, el discurso libre indirecto y el croquis son elementos que ya aparecían en la ficción policial de Walsh y establecen una continuidad entre la obra de ficción y la de no ficción, entre el ejercicio estético y el ejercicio político de la literatura.

En ese sentido, ¿Quién mató a Rosendo? pretende dos cosas: en primer lugar, denunciar la connivencia de jueces, políticos y policías destinada a librar de culpa y cargo a Vandor y, en segundo lugar, probar que ese interés por salvar al dirigente gremial respondía al hecho de que este era funcional al sometimiento de los trabajadores. En un apéndice a la obra, Walsh reconstruye la historia del gremialismo metalúrgico en Argentina y prueba cómo la conducción de Vandor contribuyó al empobrecimiento de la clase obrera antes que a la defensa de sus derechos. “Si los trabajadores lo juzgan hoy duramente [a Vandor] es por los resultados de su acción”, afirma Walsh. Según biografías como la excelente Rodolfo Walsh / La palabra y la acción (2006) de Eduardo Jozami e investigaciones periodísticas recientes, el escritor formó parte del grupo que el 30 de junio de 1969, poco después de la publicación de ¿Quién mató a Rosendo?, asesinó a Vandor en su oficina ejecutando lo que consideraba que era la justicia de esos trabajadores. Curiosamente este hecho no es mencionado en el “epílogo del editor” y sólo es insinuado en el escasamente introductorio prólogo de Isaac Rosa a esta edición. El asesinato de Vandor fue el puntapié inicial de la organización guerrillera Descamisados, que más tarde se sumó a las Fuerzas Armadas Peronistas y que en 1972 se disolvió oficialmente para integrarse a Montoneros, la organización a la que Walsh seguiría vinculado hasta su muerte. “Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”, afirmó exultante el subcomisario que dirigió cinco años después el operativo en el que fue asesinado el escritor. Sin embargo, y contra todo lo dicho anteriormente, Rodolfo Walsh sigue allí de pie, el muerto más escandalosamente vivo de la literatura argentina. ~

 

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicó 'Mañana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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