Cuatro poemas

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Enuncia dos

Contra la muerte yo

dibujo estas palabras,

enunciándolas

muy silábicamente,

para darles espacio,

retrazo la avalancha y retraso la inercia

que me borrasca límites y ensancha

mi cuerpo hasta fundirlo con la nada.

Los límites del cuerpo se vulneran pero no las palabras:

tu lectura es lo que va a fijarme un poco más de tiempo

en el espacio de lo que se contrae y se dilata: corsi e ricorsi:

por ti mi vida nace en otro instante aunque desaparece

cuando agita su rama en la ventana el viento

o el sonido de la lluvia digita puntuaciones de vidrio

en la ventana abierta.

Gracias de todos modos:

se sintió muy bonito

regresar un momento y ver que todo estaba. ~

 

Estimado

Vivir en una cúpula debe ser muy difícil.

Sobre todo que es curva y tú vives adentro

y de dónde, la verdad, agarrarse.

Afuera andando el aire,

pero tú no lo sientes ¿o lo sientes?,

porque el aire lo siente, también lo siente mucho:

al aire las esferas lo desairan.

A los que viven dentro se les nota

porque engloban la voz y tratan siempre

puras profundidades, casi nunca paredes,

haciendo referencias que no acuden

y partiendo la plaza sin poder repartirla.

Hasta el punto de que con poca edad

llegan a ser lo que quisieron siempre:

los poderosos sabios de la esfera.

Se me ocurre otra cosa: vivir en una cópula vulnera.

Debe ser más difícil por la línea frontera

de las anatomías donde nunca se sabe

si son tuyas o mías.

¿Y entonces ya qué hacemos:

nos vamos por el lado horizontal

o enderezamos a los planteamientos?

O mejor: ¿por qué no le quitamos

la unidad al poema y nos vemos afuera? ~

 

En subjuntivo

Que yo te rebesara (porque ya te he besado)

ahí en el punto mismo en que se tocan

las dos líneas (terminan) donde se vuelven ángulo

y tú que te desangularas

precipiciadamente nada y que yo te nadara y no supiera

y que me fuera hundiendo y me reahogara

(porque ya ahogado me) y que ya nunca

encontraran mi cuerpo. ~

 

Estatura de estatua

Mi estatua va cambiando con el tiempo.

Poco a poco y sin que nadie sepa

ni le lleve la cuenta

como que ha ido variando ciertas posiciones,

ciertos ángulos nórdicos, cierto pliegue invisible.

Hace ya unos veinte años

cambió el peso del cuerpo

de una pierna a la otra,

pero lo hizo de noche y hasta estaba lloviendo,

y nadie se dio cuenta: al otro día, cuando el agua se seca,

muchas cosas, nosotros, ya no somos los mismos,

hasta las plantas crecen y miran hacia arriba

cuando el agua se seca. Hay incluso personas

que miran hacia arriba.

Y es que a mi estatua el frío

le tiene sin cuidado. El aire le hace

lo que el viento le hace

a la estatua de Juárez, que está cerca.

Mi estatua ha visto niños que ya tuvieron hijos

y que ya se extinguieron.

Cada milímetro chico de segundo

mi estatua está cambiando. Para el canal de hormigas

sí resulta un problema, pero tú dime a quién

le importan las hormigas: no son osos polares,

no son pandas.

Cuando los zopilotes sean de hierro forjado

mi estatua empezará apenas a intentar preocuparse. ~

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