En lugar de escribir sobre Zorro 8 como si fuese el libro que en realidad es, siento la tentación de ponerme a hablar de su protagonista como si fuese un amigo mío y quisiese explicar a quienes no lo conocen lo cariñoso y encantador que es, lo listo, lo curioso y soñador, ¡y me quedo corta! Zorro 8 se sostiene sobre el particular carisma de su protagonista.
Pero resulta que es un librito breve de George Saunders que acaba de ser publicado en España por Seix Barral, traducido por Javier Calvo. ¿Podría decirse que es un cuento para niños? Quizá por la premisa de la que parte y por la ingenuidad aparente del tratamiento sí: al fin y al cabo es una fábula clásica con animales que hablan. El protagonista es un joven zorro, tirando a candoroso, que ha aprendido el lenguaje de los humanos a fuerza de espiarlos. Estaría muy orgulloso de aparecer en esta revista; a menudo se queda distraído con sus ensoñaciones, en las que fantasea por ejemplo con que una familia humana descubre que sabe hablar nuestro idioma y muy intrigada y entusiasta le invita a sentarse a su mesa y comer con ellos sus deliciosos platos. Zorro 8 siente un gran aprecio por los humanos, a los que ha conocido en la amable versión que le ofrece la vista por la ventana de la habitación de unos niños, junto a la que se sienta a escuchar los cuentos que les cuenta su madre. De esta manera no solo aprende el lenguaje de los humanos sino que comienza a familiarizarse con su curioso comportamiento.
Cuando los otros zorros descubren que Zorro 8 sabe hablar, le piden que contribuya con su habilidad al beneficio común, cosa que nuestro héroe (es un auténtico “nuestro héroe” de cuento, que corre aventuras nada más poner la zarpa fuera de la madriguera) no solo está dispuesto a hacer, sino que lo está deseando, pues es de naturaleza generosa y además se siente capaz de llevar a cabo hazañas de toda clase. De modo que parece que el pequeño zorro va a servir de enlace entre la comunidad humana y la zorruna. Con el comienzo de las aventuras comienzan los problemas.
Es el propio zorro quien cuenta su historia en primera persona, y este es el encanto más luminoso del libro. Por su carácter curioso, cándido y bienintencionado, las constantes faltas de ortografía que comete se cargan de un sentido expresivo y poético que llega a resultar emocionante. Una V colocada donde debería ir una B puede resultar de lo más conmovedor. Supongo que debió de divertirle este trabajo al espléndido traductor que es Javier Calvo. Es frecuente a lo largo de la lectura que nos conmovamos y nos riamos a la vez. Pueden incluso coincidir la carcajada y la lágrima mientras nos aproximamos a la conciencia del simpático animal, que dice cosas como “lo que oí fue una Istoria, pero falsa, y hasta mezkina. En aquella Istoria había un Zorro. Pero adivinad cómo era el Zorro… ¡Malicioso! ¡Sí, de verdá! ¡Engañava a un Poyo! Llevaba a aquel Poyo gordito lejos del gallinero, diciéndole que había pienso en un tocón de árbol. ¡Nosotros no engañamos a los Poyos!”, o algo como “me quedé mirando con tistreza a todos los Zorros dormidos. Y me dije, en mi celebro: Amigos, se os ve un poco mal. Tenéis el peyejo todo sarnoso”. Las penas que expresa parecen más profundas en su media lengua. Su forma de ver el mundo resulta más divertida con las letras trastocadas.
Precisamente esos esfuerzos que hace para comunicarnos a nosotros, los humanos, su punto de vista tan particular hacen de Zorro 8 un personaje tan enternecedor, y lo acercan tanto al lector. No olvido que es un zorro y no una persona, y es más, tampoco olvido que ni siquiera es un ser real sino un personaje imaginario, y aun así se desea conocerlo, escucharlo, ponerlo a salvo. Pero no es de extrañar la debilidad que nos despierta este animal, porque los zorros se mantienen a una muy medida distancia del humano, lo bastante cerca para aprovisionarse en nuestros gallineros pero lo bastante lejos para seguir siendo salvajes. Familiares y misteriosos a la vez, parecen un excelente motivo literario.
Un detalle muy sugestivo del libro es cómo achaca a los animales un gran placer que sacarían de estar vivos y de estar en la Tierra, como si fuesen waltwhitmans alados o cuadrúpedos (“al cruzar un bosque oí cosas en plan Pájaros vajando del cielo y alavando a la naturaleza […] y Vacas en un prado becino diciendo: Oh, guau, el mundo es maraviyoso y tal […] Así son los Hanimales: siempre jobiales”), lo que tiene algo de revelador. A veces lo fantasioso es la mejor manera de acercarnos a los demás y de comprenderlos. Leyendo aquello intuí un secreto que los animales (siempre en mayúsculas para nuestro zorro) no comparten con nosotros, un secreto sobre una felicidad alcanzable.
El libro tiene diez años. Se publicó en los Estados Unidos en 2013, al principio solamente en versión digital, y en versión impresa en 2018, probablemente tratando de aprovechar el éxito que había conseguido su autor el año anterior, en el que ganó el Premio Booker por su primera novela, la alucinante Lincoln en el Bardo.
Zorro 8 va ilustrado con dibujos de línea clara, a tintas negra y roja, de Chelsea Cardinal (que también fue la autora de la portada original de Lincoln en el Bardo ). Son sencillos y delicados y participan de forma solidaria con el texto. Recuerdan a los dibujos de los libros que leemos en la infancia, y no olvidamos. ~
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).