“El paso más importante en la génesis de la lógica moderna fue la creación de la teoría de la cuantificación, debida a Frege (1879)”, escribe Quine. Esta es la formalización de las proposiciones con palabras como “algunos”, “todos”, “ningún”, y utilizó, por ejemplo, (x) para el cuantificador universal, que se lee para todo objeto x o para toda x. “Todas las ranas saben sánscrito”, (x) si x es rana, x sabe sánscrito. No importa que no haya rana que posea el sánscrito, no importa el asunto, la materia; la lógica es formal. Este es el operador lógico.
Parece distante de la vida moral. Pero hay amplios caminos que pueden enlazarlos. Es sencillo mostrar que este cuantificador hace posibles las formas más tenebrosas e inexplicables de maldad. Veamos.
Cuenta Renan en su libro El Anticristo:
Al tiempo que Pablo llegó a Roma, comenzó a circular la noticia de que Pedanio Secundo, el prefecto de Roma, oficial de rango consular, había sido asesinado por uno de sus esclavos, no sin que pudieran alegarse numerosas atenuantes de responsabilidad del culpable. De acuerdo con la ley romana, en estos casos los esclavos que habitaban bajo el mismo techo que el asesino quedaban sentenciados a muerte. Eran 400 desdichados. Cuando se divulgó que esta atroz ejecución iba a tener lugar, el sentimiento de justicia que late bajo la conciencia aun del más degradado populacho, empezó a manifestarse. Se dieron conatos de revuelta, pero el senado y el emperador decretaron que la ley debía seguir su curso.
(x) si x es esclavo de Pedanio, x es ejecutado; no puede haber excepciones, ese es el sentido de todos. Eran 400. Dura lex sed lex. La cosa es que los englobados en esa clase pierden su condición de personas humanas, individuos únicos, irrepetibles, peculiares, y se convierten tan sólo en miembros de un conjunto.
Nacido pues en Belem la de Judea, en los días del rey Herodes, he aquí que vinieron los reyes de Oriente a Jerusalem, diciendo: ¿Adónde está el rey de los judíos que ha nacido y venimos a adorarlo. Oyendo esto el rey Herodes se turbó y toda Jerusalem con él, y ajuntando a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo les preguntó adónde habría de nacer Cristo. Y ellos le dijeron: en Belem la de Judea […] Entonces Herodes llamando en secreto a los magos, particularmente supo de ellos el tiempo en que la estrella había aparecido, y enviándolos a Belem dijo: Andad y pesquisad particularmente del niño, y cuando lo habréis hallado, hacédmelo saber para que yo también yendo lo adore […] Y avisados entre sueños que no tornasen a Herodes, por otro camino se tornaron a su tierra.
Y partidos ellos, he aquí el ángel del Señor aparece en sueños a Josef, diciendo: Levantándote toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y está allí hasta que yo te lo diga, porque Herodes busca al niño para matarlo […] Entonces Herodes viendo que había sido burlado de los magos, indignóse mucho y enviando mató a todos los niños que estaban en Belem y en todas sus comarcas, de dos años y desde abajo, según el tiempo que particularmente había sabido de los magos.
Mateo 11, 13-16, en la espectacular traducción de Juan de Valdés (figura en los libros que en 1923 publicó Vasconcelos).
Dos mil años después, un capo de narcos colombiano nacido con un brazo lisiado, muy pequeño, que en cierto modo parecía más bien una especie de ala, razón por la que lo apodaban Arcángel, capta una murmuración: su guapa amante le es infiel, anda revolcándose con uno de sus veinte íntimos guardaespaldas. El Arcángel hace comparecer unos matones o sicarios externos. Con voz rencorosa explica la situación. Pero ¿quién es?, ¿cuál de los veinte?
–No se sabe –expone el jefe–, pero me anda pareciendo que todos me ven y por dentro se ríen de mí, así que…
Y aquí el violento personaje hace un extraño y dificultoso movimiento envolvente, circular, con su brazo pequeño y breve mano, que parece ala, y hace aparecer el cuantificador universal.
–Todos… todos –murmura con voz confusa y casi inaudible–, despáchense a todos, que no quede uno.
Todas estas son matanzas de inocentes. Porque la individualidad se extingue en la clase y propiamente no se sabe a quién se asesina. Es evidente que el significado de “todo” no incluye que conozcas a los miembros de la clase. Puedes decir, por ejemplo, “guarda todo lo que está en esa canasta”, aunque no puedas decir qué cosas contiene, y por eso puede decirse mátenlos a todos, los judíos, los indios, los tutsis, todos, los que sea… ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.