Con las reservas del caso, he aquí un libro esencial para comprender el ascenso del poder conservador en Estados Unidos. Sus autores son el editor de Estados Unidos y el corresponsal en Washington de la revista británica The Economist. El libro tiene, pues, el sello riguroso y también las típicas desviaciones de esta publicación a favor de la derecha y las grandes corporaciones económicas.
Respecto de Iraq canta victoria antes de tiempo. Dice que Estados Unidos se impuso sin incurrir en ninguno de los desastres que el movimiento antiguerra predijo y que perdió a menos de sesenta personas hasta la caída de Saddam. En realidad ha perdido a cerca de mil trescientos soldados, mientras Iraq suma más de cien mil muertes, la mayoría víctimas inocentes. El silencio del libro al respecto resulta bastante siniestro.
No es casual que los autores guarden silencio también sobre el invento de las armas de destrucción masiva. The Economist fue la primera revista comercial que lanzó el grito de guerra contra Iraq. Los autores de plano no se miden al proclamar: “Así como la derecha está ganando fuerza en Estados Unidos, Estados Unidos está ganando gran fuerza en el mundo.”
¿Ustedes creían que The Economist es enemiga del populismo? Lean esto: “La derecha estadounidense ha logrado dominar el arte del populismo, redefiniendo una fuerza tradicionalmente impulsada por el descontento económico y por demagogos de izquierda…” Los autores se van de bruces al proclamar que la juventud estadounidense es cada vez más republicana. La verdad es que más de la mitad de los jóvenes y los adultos jóvenes votaron por Kerry.
The Economist se ha singularizado por su estrecha vigilancia y denuncia a tiempo de los excesos del gasto público en todos los países, pero con los excesos del gobierno de George W. Bush los autores son condescendientes o ingenuos, por decirlo suave. Respecto de las tendencias contra las libertades civiles, el libro sólo alcanza a balbucear que el gobierno y el movimiento que lo apoya tienen “el aspecto de parecer intolerantes”.
Dejando de lado éstas y otras afirmaciones tendenciosas, The Right Nation es muy recomendable en cuanto que distingue las tendencias sociales e intelectuales que han ido empujando a Estados Unidos a la derecha. Una es la decadencia de las grandes ciudades, y el éxodo de la clase media y los retirados hacia los suburbios y los estados del sur y el oeste. Este desplazamiento va acompañado de la afirmación de los valores tradicionales frente a la disolución de las costumbres en las urbes.
Es en las regiones rurales donde la derecha tiene sus grandes bases de apoyo. Los autores dedican muy poco espacio a las realidades económicas de este desplazamiento, en particular al subsidio de la vida rural por parte del consumo en las “decadentes ciudades”. En vez de eso, dedican largas páginas a lo que llaman “federalismo moral”, es decir, la oportunidad de que liberales y conservadores “vivan juntos viviendo aparte”, un apartheid estilizado.
El libro narra con solvencia los hitos que han ido configurando el poder de la derecha, desde la “revuelta fiscal” de California a fines de los setenta (antecedente directo de la victoria de Ronald Reagan) y la emergencia de la supplyside economics, hasta el militarismo nacionalista, la afirmación del derecho a poseer armas, los variados movimientos evangelistas, la imposición de ideas religiosas en la educación y los grupos de “foco en la familia”.
La mejor parte del libro es el relato de la formación del poder intelectual neoconservador, creado por intelectuales originalmente liberales y de izquierda, en reacción a los excesos de sus correligionarios en los sesenta y los setenta. El aporte de esta corriente a la derecha fue haber criticado a la izquierda en el lenguaje de las ciencias sociales, algo inaccesible al discurso emotivo conservador.
Otra corriente neoconservadora, la relacionada con el magisterio de Leo Strauss en la Universidad de Chicago, desacreditó la política exterior liberal al denunciar que la hostilidad de las Naciones Unidas a Israel por la guerra de 1967 debilitaba la posición de Estados Unidos en el Medio Oriente y en el Tercer Mundo. Estados Unidos estaba perdiendo la Guerra Fría por el “síndrome de Vietnam”. Esta corriente comenzó a difundir la doctrina de la “guerra preventiva” desde 1982, cuando Israel destruyó unas instalaciones nucleares en Iraq. El ataque del 11 de septiembre puso esta idea en la oficina oval de la Casa Blanca.
Los autores cuestionan las contradicciones económicas de la derecha en el sentido de que no se puede proclamar la necesidad de un gobierno pequeño y al mismo tiempo exigir un poder militar y una seguridad nacional tan costosos (y subsidios tan altos para las regiones rurales, añadiríamos). Aquí parece haber cierta ingenuidad interesada, pues es fácil ver que los argumentos de la derecha no son racionales, sino que están impulsados por pulsiones de poder autoritario fundadas en la fe.
Los autores admiten que el poder intelectual sigue estando en la izquierda, pero que su horizonte es difuso, a diferencia del poder intelectual de la derecha, que tiene más fuerza porque está más enfocado a objetivos concretos. Si los demócratas ganaran la presidencia, las tendencias conservadoras básicas no se alterarían, aseguran. –
(Santa Rosalía, Baja California Sur, 1950) es escritor y analista político.