El 15 de junio fui invitado a la Facultad de Ciencias Políticas, dentro de su semana de la comunicación, a la mesa "Medios y cultura", con la participación de Lilia Camacho, directora de Radio Educación, Tomás Granados Salinas, director de Hoja por Hoja, y con un enviado del director de canal 11 que, perdón por balconearlo, se limitó a hacer acto de presencia.
Dichas las obviedades de rigor, más las mías que las de mis compañeros de mesa, se abrió un espacio para el debate con los asistentes. Hubo preguntas de diversa laya sin nada extraordinario que reportar, si acaso las ganas de los estudiantes de entender el funcionamiento de los medios por la experiencia real de los ponentes para contrastarla con la bibliografía de sus clases, hasta que pidió la palabra alguien que sólo se identificó como un profesor. El maestro nos espetó, desde la comodidad de su trabajo universitario, pagado por el Estado, una pequeña conferencia sobre la teoría de la dominación (Canal 11), sobre los instrumentos del poder para enajenar a las masas (Radio Educación), sobre la oligarquía financiera (Hoja por hoja), sobre la explotación del FMI y el Banco Mundial (Letras Libres). Y concluyó, no es broma, valorando el anuncio de Viana en donde se parodia a Tacho y a Marcos como una declaración de guerra velada por parte de los poderes fácticos. Me permití contestarle que yo había leído diversos artículos sobre los museos de la ideología que suelen ser las universidades del tercer mundo, pero que desde mis años de estudiante en la "combativa" Facultad de Filosofía y Letras (en donde una maestra tardó un semestre en "demostrar" que Octavio Paz trabajaba para la CIA) no había tenido el privilegio de observar a uno de sus ejemplares. Entiendo, mas no justifico, que hasta 1989 se pudieran ver los crímenes del socialismo real desde la óptica enferma de la Guerra Fría, pese a que están documentados desde el tempranísimo 1918 por Bertrand Russell, al que luego se sumarían en cascada André Gide, George Orwell, Alexander Solyenitzin…, por no hablar de la imponente bibliografía y testimonios de todo tipo sobre los crímenes de Castro; pero hacerlo hoy en día me parece no sólo un absurdo académico, sino un acto de ceguera moral, y así se los hice saber.
Sé que elogio en boca propia es vituperio, pero lo cierto es que los alumnos me aplaudieron, hartos de haraganes de esa naturaleza cuyos hijos idiotas (cegehaches del mundo, uníos) tuvieron secuestrada a la universidad por más de un año y aún crean un clima de intimidación en sus aulas. También es cierto que los organizadores consideraron prudente escoltarme a la salida. –
(ciudad de México, 1969) ensayista.