La ley de Heisenberg

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He aprendido a no negarme a esas lecturas "livianas" acusadas de malversar preciosas reservas de tiempo. Cuando Lolita en español siguió de muy cerca a la primera edición inglesa y a su escándalo, el libro se forraba para esconderlo y el elogio escrito era arriesgado. Los tiempos corren, los Nabokov no se dan en gruesas, pero a veces se sigue desconfiando del escritor que nos lleva de la nariz con una inventiva estimulante. Pero hace ya bastante caí en el divertido conglomerado Malaussene de Daniel Pennac, cuyo personaje absorbe catastróficasperipecias en Au bonheur des ogres, La fée Carabine, La petite marchande de prose, Monsieur Malaussene, M. Malaussene au théatre (donde Pennac cambia de género), Messieurs les enfants y ahora, en Les fruits de la passion, que nació con el nombre de La passion selon. Thèrése como folletín de Le Nouvel Observateur. Quizás haya disminuido algo su capacidad de trenzar un delirante y bien tramado rompecabezas de situaciones explosivas. Quizás, ya sabemos qué esperar de los amables seres que sostienen la comedia humana del Belleville literario, aunque no importe saber si el barrio bien real y políglota de París se corresponde con él. Pero elestilo de Pennac, brillante e imaginativo, sigue corriendo sin arrecifes. Laserie de Malaussene ya gana en español lectores que de seguro no se olvidan de las epilepsias cargadas de anuncios de Julio el perro, del fiel clan árabe queintenta acolchar la complicada vida de Benjamín y de las singulares criaturas que pesan sobre sus hombros. Además, mientras los racismos abrumen a los otros —casualmente pobres— este ejercicio de verdadera simpatía quizás noresulte ni superficial ni inútil.
     *
     Cada tanto, la prensa, imaginándonos faquires de la resistencia espiritual, nos acerca al alma, como carbones encendidos, diferentes facetas del horror. Desde Alemania: dos perros pit bullentraron al patio de una escuela ehicieron pedazos a un niño. Mi guía Marabout, del 78, con cuya ayuda aveces imagino qué clase de perro tendría de ser yo sedentaria, ignora a esta raza porque es relativamente nueva; pero no lo es tanto como para no ser responsable de anteriores atrocidades. Como su instinto está orientado hacia el ataque eficaz, algunos países hace tiempo que han prohibido su cría ytienen severas disposiciones respecto a su circulación.
     Recuerdo de inmediato dos ejemplos literarios más o menos recientes que registran el horror de un perro adiestrado para matar. Uno aparece en Los perros negros de Ian McEwan: unajoven recién casada es atacada cerca de un pueblo francés por unos perros que la Gestapo abandonó cuando la derrota alemana y cuyo salvajismo se ha acentuado. Logra defenderse de ellos, pero no sin que se transformen en la encarnación del Mal y marquen para siempre su matrimonio y su vida. El otro ejemplo está en La doctrina del Sainte-Victoire, de Peter Handke. Aunque los separa una alambrada, el encuentro del protagonista con un dogo que guarda losterrenos del cuartel de la Legión Extranjera cobra un peso muy importante dentro del libro, tanto como la propia montaña pintada por Cézanne: el hombre comprende que es odiado por elperro por estar sin armas y sin uniforme y por ser simplemente el que es. El animal ha aprendido a atacar lo diferente de sus dueños. Como en McEwan, el ser humano reconoce el Mal en terrorífica concentración, pero en el casode Handke el horror es superado: "elperro queda en una hondonada, en uncamino, en forma de montón de barro". Aunque sea mucho más usual el empleo literario del Buen Perro, el perro diabólico viene de tradiciones milenarias,como los Devil's Dandy Dogs, que andan en manadas y sí, suelen ser negros; pero también los hay blancos y, los más fantásticos, verdes. Al parecer el únicorecurso para detenerlos es una oración. Pero me temo que no habría funcionado contra los pit bull.
     *
     "En el dos mil", breve poema de Montale, merecería haber sido muy citado en este todavía cercano ingreso al que será el siglo más catastrófico de la historia, si nos atenemos a la justificada angustia de los ecólogos. Quizás el terror al que alude el poeta sea de índole más metafísica que el que aquéllos convocan. Pero la distracción general también puede tener su origen, precisamente, en ese remate que nos toca a todos. Me permito intentar su traducción:
      
     Estábamos indecisos entre/ alborozo y terror/ ante la noticia de que el computer/ reemplazará la pluma del poeta./ En mi caso, no sabiéndolo usar,/ me reduciré a fichas/ que guarden los recuerdos/ para luego juntarlos al azar./ …/ Ahora qué me importa/ si la vena se extingue./ Conmigo una era concluye. –

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