Los medios han redefinido su lugar tras admitir que la industria editorial ha cambiado para siempre y que sus propios lectores precipitaron ese cambio, moviéndose a las plataformas digitales en busca de novedad, inmediatez, una voz fresca. Como explicaba el director de The Independent, Evgeny Lebedev, al publicar su última edición en papel, hoy tenemos nuevos modelos de negocio y nuevas audiencias que están consumiendo volúmenes de información inimaginables.
Los diarios, como todos los productos, buscan una identidad, un elemento diferenciador que al mismo tiempo se convierta en un compromiso y una promesa para sus audiencias. En 2007, por ejemplo, el diario español El País se planteó ser un periódico global con una comunidad mundial conectada a internet, a la cual se serviría en su empeño por “querer comprender” la sociedad cambiante que le rodea.
A inicios del siglo pasado los diarios propiedad del empresario E. W. Scripps usaban la frase “Da luz y la gente encontrará su propio camino”, mientras que el rotativo canadiense The Globe and Mail le dice a su público que toma su labor en serio y que “el periodismo importa”.
La cobertura de la campaña y el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos vino acompañado de mentiras vestidas con el eufemismo de “hechos alternativos”, además de expresiones peyorativas y racistas. Si el papel de la prensa ha sido en algún momento convertirse en un contrapeso del poder, no fueron pocas las empresas que jugaron ese papel e hicieron responsable a Trump de sus declaraciones, lo que para él constituyó una afrenta. Para el republicano solo los reporteros y medios aliados pueden hacer un seguimiento imparcial de sus actividades.
Antes de que la Casa Blanca vetara el pasado 24 de febrero a los reporteros de varios medios, impidiéndoles entrar a una sesión informativa del vocero presidencial, Sean Spicer, Trump usó su cuenta de Twitter para calificar a The New York Times, Los Angeles Times, NBC, ABC, CBS y CNN como “enemigos del pueblo estadounidense”, frase cuya resonancia histórica no pasó inadvertida, al ser identificada con varios de los más grandes dictadores de la historia, y que hizo preguntar al escritor Steve Silberman cuánto tiempo habría que esperar para que uno de los desquiciados seguidores de Trump tomara en sus manos un arma para disparar a esos enemigos del pueblo.
No es una broma, ni una exageración. Hay en las palabras del presidente estadounidense el lenguaje de un aspirante a tirano. Siembra la desconfianza al asegurar sistemáticamente que toda información que no le gusta es una fabricación de medios que mienten.
Algunas empresas periodísticas entienden que el republicano usa su posición como un arma contra la prensa crítica. De ahí que The Washington Post ha colocado bajo su cabezal un nuevo eslogan en defensa de la libertad de prensa: “La democracia muere en la oscuridad”.
The New York Times ha lanzado una campaña que testimonia la difícil relación de la administración Trump, pero en la que advierte que su pelea la dará desde el único lugar posible: haciendo periodismo.En su edición dominical del 26 de febrero, publicó una página completa que defiende la búsqueda de la verdad con frases como “La verdad es dura”. “La verdad es necesaria”. “La verdad es difícil de aceptar”. “La verdad es poderosa”. “La verdad está bajo ataque”. “La verdad debe ser defendida”. “La verdad es ahora más importante que nunca”.
No hay margen para equivocarse en este caso. La transparencia, el profesionalismo y rigor de los medios críticos serán sometidos como nunca antes al escrutinio de un sector de la sociedad americana. Como advertía Ryszard Kapuściński, el lector vota cada día sobre la suerte de los profesionales de los medios. No cada cuatro seis años, como les sucede a los presidentes, sino cada día. El tamaño del desafío es descomunal. ~
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).