Traducciones publicadas entre 1968 y 2018 del inglés, francés y portugués, así como indirectamente del alemán, chino, griego, húngaro, maithili y polaco. Algunas son razonablemente fieles, las demás libres.
Voltaire
Lamentando un discurso de ingreso a la academia
Para vivir en paz y felizmente,
no ofenda usted a ninguna persona.
Pequeño aviso que se le pregona
al buen señor Lefranc de Pompignan.
Para gustarnos, siempre salpimente
sus preceptos con gracia, que sazona.
¿El buen señor Lefranc de Pompignan
se imagina que llega a la Sorbona?
Para bien instruirnos, se razona
sin declamar de manera insolente.
Más de un silbido ahora desentona
en los oídos de este Pompignan.
Para premiar tal discurso impudente,
digno del lodazal de la Garona,
todo París le ofrece esta corona
al buen señor Lefranc de Pompignan.
Fuentes: “Les pour” de Voltaire, Mélanges, Bibliothèque de la Pléiade, 1965, pp. 370-371. Vuelta 216, noviembre de 1994, suplemento “Voltaire: La eterna vivacidad”.
Po Chu Yi
Ventana de enfermo
Recostado en la almohada,
lejos de la oficina,
con las puertas cerradas
al trajín de mi puesto,
en pocos días he visto
que en mis altas funciones
no dispongo de mí
más que estando indispuesto.
He venido a ser libre entre cuatro paredes…
Aquí puedo pensar, me siento desahogado.
Por los aleros, sobre los bambús,
entre nubes altísimas,
miro el Tai Po nevado.
¡Qué nubes! Me avergüenzan:
Libres, sin ambiciones.
Ni trepan ni se afanan
en sus altas funciones.
Extraño sentimiento
Hoy me toca velar en el palacio.
Estoy aquí, sentado, como esperando el día.
Y de pronto suspiro, hondamente, despacio.
Nadie lo entendería.
Jira de trabajo
Flores sin flores, neblina sin neblina.
Oscuridad donde nada se salva.
Primavera soñada, matutina.
Llegar a media noche, partir antes del alba.
El insensato
No hay hombre sin locura,
y la mía es hacer versos.
Alejado de todo,
mi enfermedad me sigue.
¿Por qué un espléndido paisaje,
o unos ojos amigos, me desatan
como si me cruzara
con Dios en este mundo?
Y hago versos y así paso la vida
desterrado en Sun Yan.
A veces, cuando acabo un poema,
subo, loco, corriendo,
al Peñón del Oriente
y lo digo en voz alta
frente a la inmensidad.
En la quietud,
los pájaros se desconciertan
y los montes se extrañan
y los monos me espían.
Soy un escándalo de la naturaleza,
y de mí mismo, y de los míos.
Amor distante
Quiero olvidar, pero es en vano.
Quisiera ir, pero no puedo.
No tengo alas en los hombros.
Ya tengo blanco el pelo.
Me siento a ver caer las hojas.
Subo a la torre a ver el campo inmenso.
Crecen las sombras del crepúsculo.
Algo me va dejando ciego.
Liberación
Al alba suspiré por un pelo caído.
Por un pelo caído, de noche suspiré.
Me pesaba la angustia del desastre final.
¡Quién lo dijera! Calvo, por fin, me siento libre.
Se acabó el peluquero, sus tintes y el champú.
Y el peine siempre alerta para ocultar los claros.
Y ya no me despeino cuando hace calor
y chapoteo en el río fresco de una aljofaina.
Es la liberación. Tengo por fin la paz
de un monje a rape, libre del pelo y del temor.
Los filósofos
“De sabios es callar,
los que hablan nada saben”
–dicen que dijo Lao Tsé
en un librito de 800 páginas.
Fuentes: Arthur Waley, Chinese poems; Robert Kotewall y Norman L. Smith, The Penguin book of Chinese verse; John Yohannan, A treasury of Asian literature; Roger Caillois y Jean-Clarence Lambert, Trésor de la poésie universelle. “Poemas de Po Chu Yi”, La Cultura en México 474, suplemento de Siempre! 924, 10 de marzo de 1971.
William Shakespeare
Soneto 66
Asqueado de todo esto, me resisto a vivir.
Ver la Conciencia forzada a mendigar
y la Esperanza acribillada por el Cinismo
y la Pureza temida como una pesadilla
y la Inquietud ganancia de pescadores
y la Fe derrochada en sueños de café
y nuestro Salvajismo alentado como Virtud
y el Diálogo entre la carne y las bayonetas
y la Verdad tapada con un Dedo
y la Estabilidad oliendo a establo
y la Corrupción, ciega de furia, a dos puños:
con espada y balanza.
Asqueado de todo esto, preferiría morir,
de no ser por tus ojos, María,
y por la patria que me piden.
Fuentes: “Sonnet 66”, The sonnets, and A lover’s complaint, The Penguin Shakespeare, 1955. “Lectura de un soneto de Shakespeare”, La Cultura en México 353, suplemento de Siempre! 804, 20 de noviembre de 1968.
Geoffrey Hill
Res publica
Aguda, estridente,
cívica, fanfarria
del desorden. Es
nuestra bandera.
Desatada insolencia
de sumarse
sin distinguirse.
Heroísmo de la multitud
gastado en una bronca.
Testimonio último
desde hace siglos
que se le concede
como una amnistía.
Y otras lealtades
y enterezas
rotas al invocar
entre jadeos
la cosa pública,
sus leyes arcaicas,
el himnario de goyas.
Y la esperanza en ruinas,
tantas veces traída
gloriosamente
desde el más allá.
Fuentes: “Res publica”, New & collected poems 1952-1992, p. 199. Vuelta 219, febrero de 1995.
Paul Celan
Hojas de álamo
Álamo, tus hojas, blancas, miran hacia la oscuridad.
El pelo de mi madre no se puso blanco jamás.
Diente de león, tan verde es Ucrania.
Mi madre, su cabellera rubia, no volvió.
Nube de lluvia, ¿tardas en los pozos?
Mi madre silenciosa llora por todos.
Redonda estrella, nudo resplandeciente.
El corazón de mi madre lacerado por el plomo.
Puerta de encina, ¿quién te sacó de quicio?
Mi madre, su ternura, no puede venir.
Fuga de muerte
Leche negra del alba bebemos en la tarde
bebemos a mediodía y en la mañana
bebemos de noche bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire donde no estamos apretados
Un hombre vive en la casa juega con las serpientes escribe
escribe cuando oscurece a Alemania tu pelo de oro Margarete
Lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas y silba a sus perros
silba a sus judíos y les manda cavar una tumba en la tierra
y nos ordena: Ahora toquen para bailar
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y a mediodía te bebemos en la tarde
bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa y juega con las serpientes y escribe
y escribe cuando oscurece a Alemania tu pelo de oro Margarete
Tu pelo de ceniza Sulamith
Cavamos una tumba en el aire donde no estamos apretados
Grita: Caven más hondo ustedes canten y toquen los otros
Y empuña el acero del cinto lo blande sus ojos son azules
Caven más hondo ustedes, sigan tocando los otros
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y a mediodía te bebemos en la tarde
bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa tu pelo de oro Margarete
tu pelo de ceniza Sulamith él juega con las serpientes
Grita: Toquen más dulcemente la muerte
la muerte es una artista de Alemania
y grita toquen más oscuro los violines
Entonces suben al aire como humo
entonces tienen una tumba en las nubes donde no están apretados
Leche negra de alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es una artista de Alemania
te bebemos en la tarde y de mañana bebemos y bebemos
la muerte es una artista de Alemania sus ojos son azules
te alcanza su plomo te alcanza sin fallar
un hombre vive en la casa tu pelo de oro Margarete
azuza su jauría contra nosotros
nos regala una tumba en el aire juega con las serpientes y sueña
es una artista de Alemania la muerte
Tu pelo de oro Margarete
Tu pelo de ceniza Sulamith
Fuentes: Mohn und Gedächtnis, 1952. “En memoria de Paul Celan”, La Cultura en México 437, suplemento de Siempre! 889, 24 de junio de 1970. Versión preliminar de Mariana Frenk.
Janos Pilinszky
Pietá blanca
En el aire fotosensible,
párpados cerrados. Madre, hijo.
Manos blancas y arrugas
todavía más blancas.
Pietá, linterna mágica.
Sobre mi lápida
Escribe tú también, muchacho.
Niña triste, garabatea.
Que se pierda mi nombre
de este lado de Dios.
Al respirar
Al respirar me hiere,
al latir me derrumba.
Qué extraño el mar sin fin.
Ola tras ola cae el juicio final.
Dios, cómo puede conducir su destino,
que es la eternidad,
en la creación perdida
para siempre jamás.
Como la vida efímera de la hierba,
como el latido de un corazón mortal,
será tal vez la gloria
de Dios, finalmente dichosa.
Fuentes: Gaspar Lorand, “Débris et rayonnement. Poèmes de Janos Pilinszky”, Esprit, marzo de 1982. “Tres poemas”, Vuelta 156, noviembre de 1989.
Richard García
Danza de los huesos
Mis huesos presionando tus huesos
Mis dientes presionando tus dientes
Me gustaría tomar tu piel
Prestada para una fiesta
Tu corazón se retuerce bajo mi mano
Se asfixia entre tus costillas
Trato de dejarte sin aire
Mis huesos mezclados con tus huesos
¿Quién podrá separamos?
Este era un hombre, esta una mujer
Estaban acostados así
Cuando llegó la lava del volcán
Mis huesos enamorados de tus huesos
De la pedacería de tus dedos
Subo a la aspereza de tus rótulas
Toco la flauta de tu fémur
Con el rosario de tus vértebras
Di mis oraciones
En tus costillas me quedé enjaulado
Bebo en tu cráneo, como un pájaro
Hasta los huesos se enamoran
Se emborrachan, se casan, tienen hijos
Cuando llegue la música del baile
Guárdame la pieza final
Fuente: No localicé el original que traduje del inglés. Vuelta 20, julio de 1978.
Georges Bataille
Agonía
1
Soy el muerto
el ciego
la sombra sin aire
como los ríos a la mar
en mí la luz y el ruido
no terminan: se pierden
soy el padre
y la tumba
del cielo
2
Amar es agonizar
amar es desear morir
en la agonía los monos apestan
basta quisiera estar muerto
no tengo fuerzas para eso
estoy cansado basta
te amo como un chiflado
me río de mí burro de tinta
rebuznando a las estrellas
desnuda esplendías de risa
enorme bajo el dosel
me arrastro para perderme
quisiera morir de ti
quisiera volverme nada
en tus caprichos insanos
3
Te encuentro en la estrella
te encuentro en la muerte
eres el hielo de mi boca
tienes el hedor de una muerta
tus pechos se abren como la cerveza
y me ríen desde el más allá
hablan, deliran tus muslos
tu vientre desnudo como un estertor
eres hermosa como el miedo
estás ida como una muerta
4
Quisiera al morir tener
el objeto que me dieras
con la mano fría apretarlo
con los labios ensuciarlo
babosearlo de agonía
5
Un pie descalzo y grande sobre mi boca
un pie grande oprimiendo el corazón
tú eres mi sed mi fiebre
pie de whisky
pie de vino
pie locamente aplanador
Oh mi dolor mi fuete
talón altísimo aplastándome
Oh sed
no apaciguable sed
desierto sin salida
Fuentes: Fragmentos de L’archangélique et autres poèmes, Mercure de France, Gallimard, 1967. Diálogos, septiembre-octubre, 1968.
Jan Zych
Preguntas
¿Con quién hablaba Conrad
cuando en la fiebre huía
al rincón más lejano de su infancia
recobrada en polaco?
¿Para qué me despiertas en la noche,
corazón?
¿Para que vele inclinado sobre ti,
mientras sueñas en la ciudad remota
que se quedó fijada en tarjetas postales?
La ardilla con la nuez corre por tus ojos
en la calle que solo conozco de nombre,
mientras el día rueda como el sol.
La ciudad permanece solo gracias a ti.
Pero duerme tranquilo, corazón.
Fuentes: “Pytanie”, List Oceaniczny (revista polaca de Toronto), junio de 1994. Versión preliminar de Basia Batorska. “Preguntas”, La Jornada Semanal, 27 de agosto de 1995.
Fouad El-Etr
El poema y la noche
Como un pulpo
se disuelve en su tinta
el poema y la noche
Fuentes: “Ainsi qu’une pieuvre”, Comme une pieuvre que son encre efface, La Delirante, 1977, p. 29. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica 104, agosto de 1979.
Dorothy Parker
Resumen
Los ríos empapan.
La altura da vértigos.
Las sogas sofocan.
Las navajas salpican.
El gas apesta.
El veneno da náuseas.
Las pistolas aturden.
Mejor vivir.
Fuentes: “Resumé”, The portable Dorothy Parker, Viking Press, 1973. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica 43, julio de 1974.
Gérard de Nerval
El desdichado
Soy el desconsolado, el viudo, el tenebroso
príncipe de Aquitania de la torre abolida.
Mi sola estrella ha muerto, mi laúd constelado
lleva el oscuro sol de melancolía.
En la noche del túmulo, tú que me has consolado,
retórname el Pausílipo, la mar del Mediodía,
la flor que tanto quiso mi pecho desolado,
la parra donde el pámpano a la rosa se alía.
¿Soy Amor o soy Febo? ¿Lusiñán o Birón?
Sigue rojo en mi frente el beso de la reina.
Deliré entre las grutas que nada la sirena
y atravesé dos veces triunfante el Aquerón.
Con la lira de Orfeo, cantando, entrecortaba
suspiros de la santa con los gritos del hada.
Fuentes: Georges Pompidou, Anthologie de la poésie française, Hachette, 1961. Gérard de Nerval, El desdichado, prólogo y recopilación de traducciones de José de la Colina, Asociación de Escritores de México, 1975.
Safo
Ventana
La luminosa luna
y las Pléyades
se han metido en el lecho
del mar. Medianoche.
Van pasando las horas
primaverales,
y yo me acuesto sola.
Variantes para canción popular:
1
La luna se mete al mar
y se lleva a las estrellas,
y yo me voy a quedar
mirando al cielo, sin ellas.
2
La luna apagó la luz,
con las Pleias se acostó;
y, a oscuras, pasan de largo
las horas, la noche y yo.
3
Ya la luna se metió
con la estrella más bonita,
pero aquí me quedo yo
para acostarme solita.
Fuentes: Carlos Montemayor, Safo. Poemas (bilingüe), Trillas, 1986. Letras Libres 109, enero de 2008, “Un poema de Safo”; Letras Libres 235, julio de 2018, “Safo y los astrónomos” (con ayuda de José Molina Ayala).
Vidyápati
Cara de luna
Te robaste la luna,
muchacha:
te van a descubrir.
Baja los ojos.
No provoques envidias
de los astros celosos.
Por ti pueden venir
eclipses y desastres:
Te robaste la luna.
Y no hay manera
de que no se descubra.
No está bien
Cuando ronde el jardín,
verá que ni lo veo.
Cuando me ruegue,
ni le contestaré.
Cuando me abrace,
lo miraré con furia.
Cuando me bese,
menearé la cabeza.
No está bien.
Súplicas
Que nadie nazca.
Mas si tiene que ser,
que no sea mujer.
Mas si tiene que ser,
que nunca se enamore.
Mas si tiene que ser,
que no padezca
a su familia.
Quisiera estar segura de ti.
Que no vieras a otras.
Mas si tiene que ser,
que me vuelvas a ver.
Explicaciones
Los rápidos del río,
amigo mío.
La pintura perdida,
el peinado perdido.
Tuve que nadar.
Perdí los aretes,
rompí mi collar.
Un breñal seco
a la orilla del río,
rasguñó mis pechos,
rasgó mi vestido.
¿Qué te quedas mirando,
amigo mío?
Fueron los rápidos del río.
Guirnalda
Su cabellera cruza por su cara
como nubes negrísimas
por la luna.
Su guirnalda deshecha
anda en su pelo,
igual que en aguas desbordadas.
Hoy, refinadamente,
ella es quien monta en él.
Se gana con amor
las perlas de su frente.
Con toda fuerza cae
sobre los labios de su amado
como una luna halcón
sobre una flor de loto.
El collar va y viene
bajo los pechos que se agitan
como borbotones de leche
de cántaros colmados.
Los cascabeles de su cinto
suenan a gloria de dios del amor.
Crisol
El oro se depura
en el crisol.
En no poder
se refina el amor.
Amor, amor,
calma tu indignación.
A veces sí
y a veces no.
Si se encienden
las palabras
y se enciende
la emoción
y luego no,
es que no es de aire
sino de carne y hueso
el amor.
A veces sí
y a veces no.
La tonta
Mañana volveré –me dijo aquella noche.
Tengo alfombrado el piso de escribir: Mañana.
¿Cuándo será Mañana? –me preguntan.
Mañana, mañana…
¡No volvió!
Fin del mundo
No sé si estaba cerca o lejos,
si fue en un sueño o me abrazó.
Como un relámpago cayendo,
como una tumultuosa
corriente embravecida,
lo sentí en todo el cuerpo.
Mi pecho se alertó.
Me bebí aquella luna
volcada sobre mí,
mientras sentí caer
la noche alrededor:
las estrellas, la bóveda
del cielo, mi vestido,
mis pechos: todo se desató.
Oí bramar una tormenta
y era yo. Sentí
oscilar la tierra
y era yo. Creí
irme, arrastrada por el diluvio,
pero no era el fin del mundo.
Plenitud
Canta, cuclillo despiadado.
Luna funesta, sigue en tu desolación.
Flechas de amor, disparen.
Ha vuelto, al fin, mi amor.
Otra vez tengo casa.
Otra vez tengo dios.
Otra vez tengo cuerpo.
Soy yo.
Fuentes: W. G. Archer (ed.), Deben Bhattacharya (trad.), Love songs of Vidyapati, unesco/George Allen & Unwin, 1963. “Vidyápati: Canciones de amor”, Correspondencias 3, 1967. “Versiones de Vidyápati”, Buenos Aires, Sur 325, julio-agosto de 1970. Canciones de Vidyápati, Editorial Latitudes, 1978. Sonetos y canciones, El Tucán de Virginia, 1992.
Fernando Pessoa
Coplas al gusto popular
Hay verdades que se dicen
y otras que nadie dirá.
Yo tengo una que decirte
pero no sé dónde está.
Dos horas ya van pasadas
sin que te mire pasar.
¡Qué cosas mal combinadas
son el amor y esperar!
Dame una sonrisa de esas
que no te sirven de nada,
como se les da a los niños
una caja desechada.
La naranja que escogiste
no era la mejor que había.
Así el amor que me diste:
cualquiera me lo daría.
Te vi dar un tal adiós
al que ya se despedía
que quise pedirle a Dios
que yo me fuera algún día.
Primero, la falda azul.
Luego, la blusa encarnada.
Y más arriba los ojos
que nunca me dicen nada.
Tienes un libro: no lees.
Una flor, y la deshojas.
Un corazón a tus pies
que más vale que recojas.
Yo te entregué el corazón
y qué trato me le diste.
Quizá por lo maltratado
ya ni me lo devolviste.
La vida es un hospital
donde casi todo falta.
Por eso nadie se cura
y morir es darse de alta.
Era ya de madrugada
y desperté sin razón.
Sentí la vida pesada.
Y el peso era el corazón.
Baila el trigo por el viento.
Baila si el viento lo toca.
Así baila el pensamiento
si el corazón lo provoca.
Yo te supliqué dos veces,
dos veces, bien me lo sé,
que por fin me respondieses
lo que no te pregunté.
Compras jureles por ciento,
sardinas al por mayor.
Yo solo puedo pensar
que me dijiste que no.
Doña Rosa, doña Rosa,
¿de qué rosal viene usted,
que no tiene más que espinas
para quien la quiere bien?
La rosa que no se corta,
no por eso vive más.
Nadie es capaz de mirarte
y no quererte cortar.
Tu ventana grande y alta,
tu casa blanca, que invita.
Nada le sobra o le falta,
si no vivieras solita.
A tus ojos casi asoman
unas lágrimas fingidas,
como cuando a tu ventana
sales y estás escondida.
Eres María de Piedad,
pues te pusieron así.
Que tu nombre sea verdad
y que te apiades de mí.
La Virgen de la Agonía
tiene su nicho en la iglesia,
pero el dolor que me mata
no tiene ni quien lo vea.
Con el abanico abierto,
sin llegar a abanicar…
Amor que piensa y que piensa,
principia o va a terminar.
Te escucho cantar de día,
de noche te oigo cantar.
Ay de mí, si es de alegría,
ay de mí, si es de penar.
Se te cayó la madeja
y se fue desenrollando.
Te llevas la mano al pelo
y no sé en qué estás pensando.
Dejaste caer la liga
porque no estaba apretada.
Por más que la gente diga,
la gente no dice nada.
Tan alta que va la nube,
tan alto mi pensamiento,
que es esclavo de tu gracia
como la nube del viento.
Lejos, por la sierra alta,
va la nube y no la toca.
Todo lo que me hace falta
son los besos de tu boca.
El aire del campo, blando,
da sueño al acariciar.
Ya no sé si estoy soñando
ni de qué sirve soñar.
Los cantares portugueses,
como barcos en el mar,
navegan de un alma a otra
con riesgo de naufragar.
Fuentes: “Quadras ao gôsto popular”, Obra poética, 5a. ed., Río de Janeiro, Aguilar, 1974. Vuelta 16, marzo de 1978. ~
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.