Un joven hindú sobrevive el hundimiento de un barco que lo lleva a él y a toda su familia a Canadá. Dueño de un zoológico en India, su padre se ha asegurado de que todos sus animales estén a bordo ya que planea venderlos en América. Al día siguiente de la tormenta que hunde al barco, el joven despierta en un bote acompañado de una cebra, una hiena y un orangután. Un tigre de bengala también se esconde en el bote salvavidas. Al caer la noche, solo el chico y el felino sobreviven. Life of Pi cuenta la historia de sus más de doscientos días en altamar.
Emparentada con Big Fish y Atonement, Life of Pi arranca de forma delirante a partir de que Pi y el tigre se encuentran solos. No hay una sola secuencia que no exija nuestra atención. Quizás lo más admirable sea la manera en la que Ang Lee aborda al tigre, sin otorgarle características humanas ni atemperar el riesgo que corre Pi al compartir un bote con él. Se dice fácil, pero muy pocas películas han logrado cimentar una relación verosímil y conmovedora entre hombre y animal sin tergiversar la esencia de uno u otro. Lee lo logra con creces, y ese es solo el cimiento para el andamiaje de su historia. Como toda fábula, Life of Pi navega o zozobra dependiendo de la eficacia de su tono. Lee inteligentemente opta por aferrarse a una estética indecisa entre lo onírico y lo real, entre lo posible y lo imposible. Es crucial que el espectador dude de la veracidad de lo que ve; que sepa, pues, que se trata de una historia. Después de todo, la película arranca cuando un escritor se sienta frente a Pi –ya adulto- y le pide que le cuente la historia de cómo sobrevivió en altamar. Lo que estamos viendo es, en sí, una narración dentro de una narración. Y ambas están contadas con absoluta pericia.
Si la cinta estuviera en manos de un director menos capaz que Ang Lee, quizás habría comenzado esta reseña advirtiéndoles que, antes que nada, Life of Pi es una fantasía hollywoodense: una sacarina historia de supervivencia donde el joven –el Pi del título- logra domar al tigre con el que vive por casi un año y sobrevive contra todo pronóstico. Aunque es cierto que sí obtenemos esa historia, Life of Pi tiene otros, más interesantes objetivos en mente. Mucho más que una historia sobre un joven haciéndole frente a una adversidad casi absurda, mucho más que un melodrama en el que el hombre y la naturaleza se intersectan, la cinta de Lee es, sobre todo, un cuento sobre un cuento: una historia sobre el poder, la necesidad y la importancia de las narrativas que nos contamos e inventamos. Ya podrá el espectador debatir las parábolas que se esconden detrás de la cinta, pero baste con decir que los temas que suscita van desde explicaciones ontológicas de nuestra fe hasta el amparo que encontramos en las narraciones frente a la brutalidad humana. A uno de los directores más multifacéticos de la industria, capaz de narrar dramas íntimos como Brokeback Mountain y épicas como esta con la misma soltura, siempre hay que darle el beneficio de la duda. A primera vista es posible que el final nos resulte maniqueo. Pero Life of Pi sabe lo que hace. Y ese desenlace es un verdadero as bajo la manga.
Profesor adjunto de Cinema Studies en la Universidad de Edmonton. Autor de Kinesis o no Kinesis: ¡Cinema Verité!