Este artículo forma parte del Free Speech Project (Proyecto Libertad de Expresión), una colaboración entre Future Tense y el Tech, Law, & Security Program del Washington College of Law de la American University, en el cual se analiza la forma en que la tecnología está influyendo sobre lo que pensamos acerca de la expresión.
La tarde del 12 de junio, un hombre armado con un cuchillo tomó como rehén a la periodista Marina Araújo después de lograr infiltrarse en los estudios de la red de televisión Globo en Río de Janeiro. Luego de una tensa negociación en la que participó Ami Kamel, el poderoso director general de periodismo de la cadena, el hombre se entregó. Globo TV emitió una declaración manifestando que el incidente fue “obra de alguien con perturbaciones mentales, sin una connotación política”.
Sin embargo, el incidente ocurrió después de meses de amenazas y hasta casos de violencia física ejercida contra periodistas por partidarios de Jair Bolsonaro, el presidente de extrema derecha. Bolsonaro mismo perpetúa la animadversión hacia la prensa con el lenguaje violento, rudo y sexista que utiliza para exigir a los periodistas que guarden silencio o hasta para proferir amenazas de boicot al periódico impreso más importante del país. Con frecuencia difunde estos mensajes en Facebook y en su cuenta de Twitter.
El atacante no identificado del 12 de junio gritó “Globo Lixo”, o “Globo es basura”, la misma expresión que los partidarios del presidente le suelen dedicar a la transmisora.
Muchos periodistas con los que he conversado coinciden en que son tiempos difíciles y los furiosos discursos del presidente y sus partidarios pudieron haber incitado al ataque, sin importar cuál fuera el estado mental del agresor. También coinciden en que un ataque de esta índole sienta un ejemplo peligroso para el futuro. “Sabemos qué tipo de precedente sienta, en un contexto en el que los ataques físicos a los periodistas a manos de partidarios de Bolsonaro han ocasionado que varios medios dejen de cubrir las conferencias de prensa presidenciales. Se trata de una guerra ya declarada, tal vez desde antes de las elecciones presidenciales”, señaló el periodista Fabio Marton.
Para Sérgio Lüdtke, periodista y editor de Comprova, una coalición de 24 medios de prensa dedicada a combatir las noticias falsas, “el ambiente se ha tornado peligroso y ciertos grupos que apoyan a Bolsonaro con devoción han atacado periodistas recientemente: las campañas virtuales contra medios periodísticos y patrullas que vigilan a los profesionales de la prensa han sido constantes en las redes sociales”.
En efecto, el principal campo de batalla de Bolsonaro y sus seguidores es internet. Aun antes de que fuera electo en 2018, una red de sus partidarios conducía intensas campañas en las redes sociales. En Brasil, donde la mayor parte del acceso a internet se hace mediante teléfonos celulares, las campañas de desinformación se diseñaron (y diseñan) y llegan a la mayoría de la población mediante WhatsApp –el 93 por ciento de quienes acceden a internet por medio de teléfonos móviles utiliza esta aplicación diariamente.
La táctica adoptada por Bolsonaro no es muy diferente de la que usa Donald Trump: una apuesta por las redes sociales en detrimento de los medios tradicionales, con un uso intensivo de noticias falsas y contenido de dudosa procedencia. De hecho, antes de que los tweets de Trump se etiquetaran como engañosos, Bolsonaro y el presidente venezolano Nicolás Maduro se convirtieron en los primeros dos líderes del mundo cuyo contenido fue eliminado de las redes sociales por promover noticias falsas.
Mediante hashtags en Twitter, con frecuencia impulsados por bots, Bolsonaro a menudo trata de guiar el debate público y también atacar a la prensa en todas las formas posibles. Todo se coordina desde la llamada oficina de odio –una estructura no oficial puesta en marcha por políticos y partidarios del presidente, aun cuando no reconocen su existencia, la cual se dedica a fabricar noticias falsas y campañas en contra de los opositores– misma que funciona bajo la dirección de Carlos Bolsonaro, hijo del presidente y concejal de la ciudad de Río de Janeiro. Su existencia se remonta a la elección presidencial de 2018, maquinada con el respaldo de grandes negocios y el uso masivo e ilegal de WhatsApp. Este mecanismo finalmente se consolidó en lo que se conoce como la oficina de odio.
Esta oficina de odio (cuyos miembros están bajo investigación del Supremo Tribunal Federal y el Congreso Nacional por difundir noticias falsas en apoyo del gobierno) crea estrategias y material de mercadotecnia que se divulga a través de sitios populares conocidos por propagar noticias falsas.
Un estudio llevado a cabo por Avaaz, una red internacional para la movilización social a través de Internet, poco después de las elecciones presidenciales de 2018, mostró que casi todos quienes votaron a favor de Bolsonaro estuvieron expuestos a noticias falsas durante la campaña, y casi el 90 por ciento de ellos creyó en este contenido engañoso. Sin embargo, Bolsonaro no solo usa las redes sociales para promover noticias ficticias que benefician sus intereses, sino que también las convierte en un medio para generar violencia, especialmente hacia la prensa.
Una parte importante de los mensajes de Bolsonaro en las redes sociales tiene como finalidad desacreditar a la prensa. No es de sorprender que, hasta hoy, una base de partidarios que permanece firmemente en defensa del presidente (cerca de un 30 por ciento de la población) siga compartiendo noticias falsas que buscan atacar a los profesionales de la prensa, algo que también es incitado por el propio presidente, quien ha declarado que la prensa “teme a la verdad”, “tergiversa” y “miente” y que los “periodistas son una especie en extinción”. Entre Bolsonaro y sus partidarios, los profesionales de la prensa enfrentan por lo menos 11,000 ataques diarios en las redes sociales, mismos que se han extendido hasta llegar a la violencia frontal.
Las periodistas Patrícia Campos Mello (del diario Folha de São Paulo) y Vera Magalhães (del periódico O Estado de São Paulo) fueron el blanco de prácticas de doxing, de difusión de mentiras sobre sus personas, de acoso (el rostro de Campos Mello se utilizó en un fotomontaje pornográfico) y hasta de amenazas de violencia física en meses recientes, todas llevadas a cabo por las hordas de partidarios de Bolsonaro. Los fotógrafos que cubren eventos a favor del presidente se encuentran en una situación de especial riesgo. El fotógrafo Dida Sampaio fue agredido por un seguidor del presidente en medio de una manifestación a principios de mayo y la reportera Clarissa Oliveira, de BandNews TV, recibió golpes en la cabeza con una bandera durante otra manifestación de apoyo a Bolsonaro el 17 de mayo.
Cada uno de estos actos violentos se reporta con orgullo en las cuentas de los seguidores del presidente en las redes sociales, y el ciclo continúa.
Para Marcelo Träsel, presidente de la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación, “el ascenso de Bolsonaro al poder marcó una ruptura de las reglas de coexistencia entre periodistas y autoridades de Brasilia”. La relación entre la prensa y los políticos siempre ha tenido sus altibajos, con periodos de mayor o menor tensión, pero los ataques recientes no tienen precedentes.
“Desde el principio, Bolsonaro decidió actuar con hostilidad en contra de los periodistas, sometiendo a los profesionales a condiciones indignas para las entrevistas, profiriendo ofensas personales y criticando la cobertura. Ha llegado al grado de ofender a la madre, cuestionar la orientación sexual y menospreciar la apariencia física de los reporteros”, señaló Träsel.
En medio de los diversos ataques a la prensa, algunos de los partidarios radicales del presidente están bajo investigación del Supremo Tribunal Federal y hasta han sido arrestados en operaciones policiacas para detener la difusión de noticias falsas y amenazas a jueces federales y a la democracia. Sin embargo, nada parece menguar el violento ímpetu de los seguidores del presidente.
Mientras los profesionales de la prensa buscan maneras de garantizar su seguridad, el presidente continúa su viraje hacia la extrema derecha, ideando formas de impedir el ejercicio de la libertad de prensa en Brasil, tanto en línea como fuera de línea, sentando un peligroso precedente no solo para ese país, sino para el mundo entero.
Este artículo es publicado gracias a la colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es periodista. Ha publicado en DW, Al Jazeera, Undark, The Washington Post, Business Insider, Remezcla, entre otros medios. Es doctor en derechos humanos por la Universidad de Deusto.