Si saliera un videojuego en el que con cualquier tipo de utensilios disponibles en un entorno mutiláramos hombres, mujeres, animales y niños al por mayor, con sangre y tripas más visibles que en un rastro, probablemente, incluso mucho antes que la respuesta de la sociedad, las empresas fabricantes de consolas lo censurarían evitando su salida al mercado. La ESRB, organismo dedicado a clasificar los videojuegos de forma similar a cómo la MPAA clasifica las películas en Estados Unidos, le daría de inmediato al videojuego la temible clasificación Ao, es decir, Adults Only, la cual no solo haría que no cuente con licencia para correr en consolas, sino que también lo mantendría relegado de los anaqueles.
Sin embargo, los creadores de videojuegos, especialmente Shinji Mikami (Resident Evil), idearon la forma para darle la vuelta al asunto y de paso consolidar un género: el horror de supervivencia. ¿Y si los enemigos a los que atacas ya están muertos? Brillante planteamiento: los muertos vivientes cobraron vida no solo en los juegos, sino en los estantes de las tiendas y en las consolas de millones de personas alrededor del mundo. La clasificación M, que permite su distribución para un público de mayores de 18 años, los recibió con los brazos abiertos, explotando esa fascinación por el sufrimiento de otros a través de los medios, evidente desde "Las Torturas de San Erasmo" hasta las portadas de los diarios sensacionalistas.
Después de todo, matar muertos no es realmente matar, ¿o sí? La mutilación de otros se ha vuelto prácticamente un deporte en la era del entretenimiento digital interactivo, hasta se plantea como tal en el videojuego Dead Rising 2 mediante un "programa de realidad" en el que se participa en la trama misma del juego. Ahora bien, ya que se volvió políticamente correcto desmembrar a nuestros atacantes, hay títulos que lo han justificado mejor que otros, como Dead Space, juego en el que se debe privar al enemigo de sus extremidades con un arma para evitar que siga molestando.
Uno de los más recientes ejemplos en despertar nuestra curiosidad mediante el morbo es Dead Island, juego de gatillero en primera persona que aún no tiene fecha específica de salida, pero que con avances en video distribuidos por internet ya ha establecido un vínculo emocional con el público, pues el primero de ellos, visto más de 4 millones y medio de veces en YouTube, plantea con una narrativa en reversa la historia de una niña que es mordida por un zombie para luego transformarse en uno y atacar a sus padres, con quienes vacacionaba en la paradisiaca isla ficticia de Banoi.
http://www.youtube.com/watch?v=OTtv3DyXRow
Recientemente también se lanzó otro video en el que se muestra a otros vacacionistas en fotografías simulando bonitas postales del lugar y después montones de zombies bien detallados. De igual forma que el anterior: también acompañado con un tema musical nostálgico. Pero ¿será el juego final igual de emocionante o emotivo?
Probablemente no: la forma de contar y vivir las historias es distinta al momento de ser interactiva y los avances tomados ya del juego en sí no plantean nada que no se haya visto antes. Además, la jugabilidad de Dead Island es muy parecida a la de Left 4 Dead. Lo cierto es que Techland, sus desarrolladores, saben hacer mercadotecnia generando controversia. Incluso se confirmó que no habrá zombies menores de edad, como el del video, para conservar la clasificación M.
La ESRB cuida con sus clasificaciones que el contenido de los juegos se mantenga dentro de ciertos límites para el público adecuado, al menos en Estados Unidos, pero ¿qué hay acerca de herir la susceptibilidad de otros países, gobiernos y pueblos? Porque antes de que salga Dead Island, Techland está por desatar otra polémica con Call of Juarez: The Cartel, videojuego que se desarrolla en el Norte de México con una historia que involucra la lucha contra el narcotráfico. ¿Matar a los que se pasan de vivos es correcto? ¿Bajo qué conceptos morales? ¿O solo se vale matar zombies y a aquellos que van contra los intereses de Estados Unidos como ocurre en Call of Duty: Black Ops?
Fue coordinador editorial de la revista de música R&R, ha sido crítico de cine y videojuegos desde hace más de 10 años en distintos medios de comunicación incluyendo El Centro, Atomix y Radioactivo,