La oscura fascinación del thriller escandinavo

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Mientras que la trilogía Millennium (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire), del sueco Stieg Larsson, sigue ocupando los primeros lugares en las listas de bestsellers del mundo –especialmente el anglófono e hispanohablante– se aproxima ya, desde las entrañas de Dinamarca, el relevo.

Ciertamente, parece casi imposible que otro autor escandinavo de novelas negras logre repetir el fenómeno Larsson, quien, con tan solo tres novelas, ha logrado vender más de 26 millones de ejemplares en apenas un lustro. Pero lo mismo se habría pensado de él si en 2005, cuando apareció su primer libro, se hubiera dicho que su serie llegaría a rivalizar con la obra del legendario escritor danés Henning Mankell, creador de la decalogía del inspector Kurt Wallander, de la cual se ha vendido aproximadamente el mismo número de ejemplares –si bien en el doble de tiempo.

El hecho es que no cabe la menor duda: la siguiente ola de novelas policíacas escandinavas, destinada a inundar los mercados editoriales del mundo, ya se ha desatado. Con Larsson muerto y con Wallander sumergido en el Alzheimer (pues ahí lo confinó Mankell en su última novela El hombre inquieto, editada por Tusquets Editores el año pasado), los lectores de todo el mundo se deshacen de impaciencia por seguir saboreando los frutos de la oscura imaginación nórdica.

El siguiente autor en la lista de futuros bestsellers lleva por nombre Jussi Adler-Olsen y es, como Mankell, de nacionalidad danesa. Aunque, hasta el momento, su obra tan solo ha sido traducida al alemán, no cabe duda que llegará a superar a sus predecesores. Desde hace más de veinte semanas, el primer volumen de las diez planeadas (que fuera retitulada de forma política y bíblicamente correcta como Erbarmen, “compasión”), encabeza la lista de los más vendidos en Alemania, justamente el país que sirvió a Mankell y Larsson de puerta de entrada triunfal hacia el resto del mundo (uno estaría tentado a decir que el gusto germano por la abyección es el parámetro de las predilecciones universales).

Las segunda y tercera partes no tardarán en aparecer en ese país y, muy pronto, Gran Bretaña y Estados Unidos lo seguirán, pues la importante editorial Penguin ha adquirido los derechos de publicación por un precio nada módico. Lo más probable es que Planeta, quien publicó La casa del alfabeto, su primera novela –la única traducida hasta ahora a nuestro idioma–, se encargue de su edición en castellano.¬

Ante tal fenómeno editorial, todos los analistas literarios se preguntan: ¿Pero qué diablos tienen de particular las novelas negras escandinavas?

Más allá del valor literario del género, la única característica en común es que los personajes principales (el inspector Wallner de Mankell, el periodista Mikael Blomkvist de Larsson y el policía degradado Carl Mǿrck de Adler-Olsen) comparten con el lector sus debilidades humanas: los problemas con el alcohol, sus fracasos sentimentales, la desgana por su trabajo y la aversión a sus colegas. Pero no solo eso, también las une el hecho de que los casos que intentan esclarecer retratan, como en una radiografía inversa, la negrura del alma humana ilustrada. Los criminales son, por excelencia, miembros de la clase alta, que llevan el sadismo a las más profundas mazmorras del placer negativo.

En cuanto a la interpretación, las opiniones disyuntan.

Hay quienes aseguran que el thriller se reinventó en escandinavia justo porque ahí, bajo su aparente armonía –la cumbre más alta de la civilización–, se ha desarrollado un cáncer oscuro, subterráneo e impronunciable, con el que todos conviven en vergonzoso silencio. Como prueba enarbolan el caso de Göran Lindberg, jefe de policía sueco, adalid contra la violencia de género, quien acaba de ser juzgado por violación múltiple –con particular de sadismo– algunas veces de menores, y condenado a seis años y medio de prisión. Otros afirman que solo en una sociedad libre de degeneración es posible percibir las verdaderas dimensiones de la oscuridad humana. Si la violencia en el thriller escandinavo alcanza esos límites, opina Anneli Høier –una de las agentes literarias más importantes de la región–, no es por retratar la realidad sino por alimentar el miedo a una perversión que en la realidad no existe. Henning Mankell, en una entrevista reciente, declara: “Me intranquilizaría mucho tener que vivir en una sociedad en la que las personas desconfiaran unas de otras, donde todos tuvieran miedo de todos”.

Acaso sea verdad que solo desde el paraíso puede verse cabalmente el infierno.

– Salomón Derreza

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Escritor mexicano. Es traductor y docente universitario en Alemania. Acaba de publicar “Los fragmentos infinitos”, su primera novela.


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