Las implicaciones políticas de Avatar

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Aquellos que siguen la política norteamericana saben que Estados Unidos está inmerso en una auténtica problemática partidista. El mes pasado, Massachusetts, un estado usualmente liberal, votó decisivamente a favor de un senador conservador, eliminando de esa manera la mayoría en el congreso del partido demócrata y, de paso, llevándose consigo la posibilidad de que Barack Obama pueda aprobar su reforma al sistema de salud.

Se podría alegar que, en momentos tan difíciles, con los líderes mundiales batallando la recesión global y la crisis en Haití, las luces del celuloide podrían parecer de menor importancia. Sin embargo, dado que ha habido cambios tan drásticos dentro de la política norteamericana y el cine estadounidense en general, hay un par de observaciones interesantes que llevar a cabo.

En el último año, la narrativa política –la energía del electorado norteamericano- parece haberse inclinado hacia la derecha: los ciudadanos están molestos por la falta de cambios en la burocracia y asustados ante la perspectiva de un cambio social de 180 grados. Lo curioso es que la taquilla está siendo dominada por Avatar, una cinta con un transparente mensaje liberal y a favor del medio ambiente.

Las críticas desde el bando conservador no se han hecho esperar. Azuzados por la política neo-hippie de la cinta de Cameron, los críticos la han tildado de anti-militar y, peor aún, anti-americana (los dos términos a veces van de la mano). Una película de esta tesitura, dicen, no debe tener este calibre de éxito en un país de centro derecha. Sin embargo, los datos monetarios -el poder de atracción que tiene Avatar con el público- son insoslayables: muy pronto llegará al segundo lugar de taquilla doméstica, ya ha rebasado a Titanic como la película más exitosa a nivel mundial y esta tendencia no da indicio alguno de detenerse.

Avatar no es la única película liberal que ha tenido éxito este año. Dirigida por Kathryn Bigelow, la ex esposa de Cameron, The Hurt Locker sigue a un soldado norteamericano cuyo trabajo implica desmantelar bombas en Irak. La película de Bigelow ciertamente no ha logrado números similares a los de Avatar en taquilla, pero sí ha logrado una recaudación impresionante en los pocos cines en donde ha estado.

Lo más interesante de The Hurt Locker es que rompe con una tradición de fracasos casi absolutos de toda cinta que, en el siglo XXI, hablara sobre problemas políticos o militares desde la trinchera liberal. Los últimos años de la administración de Bush trajeron consigo una serie de películas de este corte, muchas de ellas sobre la guerra en medio oriente. Stop-Loss, Lions for Lambs y Redacted son sólo tres de varias que fracasaron estrepitosamente en la taquilla.

Pero, ¿cómo puede ser que el público norteamericano, sumido en una especie de levantamiento de índole conservadora, acuda en masa a ver una película como Avatar que, en el fondo y en la superficie, rechaza los valores que ellos mismos están comenzando a respaldar?

La respuesta puede ser esta: más allá de su eficacia como una parábola política, Avatar es una historia. Uno puede obviar su carácter político y disfrutarla por su trama o, bien, sus efectos especiales. Lo mismo puede decirse de The Hurt Locker. A diferencia del resto de cintas anti bélicas que le precedieron, la cinta de Bigelow no es un panfleto: es una película vertiginosa, repleta de suspenso y, sí, entretenida.

Eso es lo que Robert Redford parece haber olvidado al filmar Lions for Lambs. Antes que presentar un punto de vista político, una cinta debe contar con una narrativa que atrape al espectador. A menos de que seas Barack Obama. El cambio de parecer en el electorado norteamericano delata un rechazo a esta tendencia: quieren un presidente al que deje de preocuparle atraer a las masas, pero que sepa exactamente qué quiere decir y hacer.

-Tom Campana

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