William Boyd (Ghana, 1952) es un narrador extraordinario: un autor sólido y versátil que sabe experimentar con las formas y los juegos literarios, capaz de hacer que lo difícil parezca fácil, y de crear personajes y situaciones inolvidables. Su novela más reciente, Suave caricia (Alfaguara), cuenta “las muchas vidas de Amory Clay” e incluye fotografías atribuidas a la protagonista. “Escribí primero la novela, y luego me puse a buscar las fotografías. Esto hizo que la búsqueda fuera más clara, pero fue un proceso difícil y fascinante que duró varios meses. Utilicé las fotos de mi colección y compré en rastros y ferias de antigüedades, y por supuesto online. En total adquirí unas dos mil fotografías y elegí 73 para la novela.”
En Las nuevas confesiones, Las aventuras de un hombre cualquiera, Nat Tate (recientemente publicada por Malpaso) o Suave caricia juega con la realidad y la ficción. Aquí, aparecen algunos acontecimientos centrales del siglo pasado: las guerras mundiales, Weimar, el ascenso del fascismo, la guerra de Vietnam.
Una de las ambiciones de esas obras era mostrar el poder de la ficción empujándola hacia el mundo de lo “real”: el mundo de la historia, el documental, el periodismo, la biografía, el reportaje. Quiero que mi ficción parezca tan real que los lectores olviden que es ficción. Utilizo muchos recursos técnicos para alcanzar la verosimilitud. Y, por supuesto, la introducción de acontecimientos y personajes reales incrementa la ilusión de que el lector lee hechos y no ficciones. No quiero “cubrir” el siglo XX de manera específica, pero las largas vidas de mis personajes significan de forma inevitable que los momentos y las fuerzas históricas afectarán a su existencia.
En los agradecimientos aparecen muchas fotógrafas.
Cuando investigaba para escribir esta novela, e investigaba las vidas de muchas fotógrafas cuyas vidas tenían cosas en común con Amory, encontré a muchas fotógrafas y algunas periodistas que no conocía. Hubo fotógrafas asombrosas en el siglo XX que se han olvidado y pensé que si hacía una lista en los agradecimientos podría llamar la atención sobre esa “fraternidad perdida”, como las he llamado.
Muchos de sus libros tienen un elemento histórico. ¿En qué medida es importante para usted la documentación y qué le atrae de esos periodos?
Siento mucha curiosidad por todos los periodos históricos que trato en mis novelas. En cierto sentido, la historia que aparece en ellas es simplemente la historia por la que siento una fascinación personal. Y, como mis novelas son esencialmente “realistas”, esos periodos históricos deben presentarse de manera auténtica y plausible en la ficción. Eso requiere una gran cantidad de investigación y la destreza, si ese es el término, consiste en saber qué detalles elegir y cuáles dejar fuera. Al final, probablemente descarto el 90% de la investigación: siempre estás buscando un hecho, el detalle que te ayudará. No tiene sentido cargar el libro de datos e información. Hay que seleccionarlos de manera muy cuidadosa.
También aparecen otros intereses, como la pintura y la fotografía, que describe como un arte democrático.
De todas las formas artísticas –y creo que la fotografía es un arte–, la fotografía es la más democrática. Cualquiera que posea una cámara (prácticamente todo el mundo en nuestros días) tiene la posibilidad de hacer una gran foto, aunque también se necesita mucha suerte. Muy pocos de nosotros tienen el potencial de escribir una gran sinfonía o una novela, o pintar un gran cuadro, pero todos tenemos el potencial de hacer grandes fotos. Esto lo demuestra el éxito de la foto anónima: fotos tan poderosas y llamativas como las de los “grandes” fotógrafos. Supongo que este interés emerge de mi interés por la pintura. Hay una frase, “Rasca una gran fotografía y encontrarás un cuadro”, que explica esta conexión. Sin embargo, la fotografía es única porque detiene el tiempo. El momento congelado, la instantánea –ese tiempo detenido para siempre– solo se puede alcanzar a través de la fotografía. Creo que ahí reside el particular poder de la fotografía.
Ha dicho que lo más importante de la novela son el argumento y los personajes. ¿Cómo construye las líneas narrativas?
La habilidad para construir y contar una historia potente es básicamente una cuestión de instinto. Puedo analizar, hasta cierto punto, algunos aspectos de la narración –el suspense, la sorpresa, situaciones contraintuitivas, por ejemplo– pero, fundamentalmente, creo que es un don que tienes o no.
A veces la destreza narrativa se desdeña, como si no perteneciera a la ficción seria.
Es cierto. Es muy difícil construir una narración larga, coherente e intrigante. Sospecho que la gente que denigra la narración o la “historia” en ficción seria no tiene la habilidad de escribir buenas narraciones.
Se ha definido como un novelista cómico. Pero ha escrito libros muy distintos, incluyendo novelas “de género”.
Cuando digo “cómico” quiero decir “cómico serio”. Creo en lo que decía Antón Chéjov cuando declaró que, en el fondo, todos sus relatos, por trágicos que pareciesen, eran en realidad comedias. Con eso quería decir que la visión cómica del mundo es muy perspicaz con respecto de la naturaleza esencial de la condición humana. La visión cómica de la vida se niega a engrandecerse, se niega a ver relevancia donde no la hay. Se parece mucho a nuestra experiencia de la vida.
¿Qué ha aprendido de su trabajo en el cine?
Me encanta el cine pero es muy distinto a la novela. El cine está dominado por el proceso industrial. El primer elemento es que todo el cine es fotografía, y por tanto casi irreductiblemente objetivo. Todo se ve a través de la lente de la cámara: el espectador siempre está en el exterior, mirando. En cambio, la novela no tiene que hacer esfuerzos para ser subjetiva. Lo que he aprendido del cine es que tienes que respetar sus limitaciones y trabajar dentro de ellas. La novela es un mundo de libertad ilimitada. El cine es un mundo de parámetros: hay muchas cosas que no puedes hacer. Cuánto más consciente de ello seas, más fiel serás a la naturaleza del cine.
Entre los escritores que son importantes para usted están Evelyn Waugh y Antón Chéjov. Adaptó ¡Noticia bomba! y Chéjov ha sido fuente de inspiración en artículos, relatos y una obra teatral. ¿Por qué son influyentes para usted?
Creo que porque los dos son escritores cómicos serios. Ven el absurdo y la crueldad descerebrada de la condición humana –su vulgaridad, su mediocridad, su indiferencia hacia las aspiraciones y sueños humanos– e insisten en recordar a los lectores de esos hechos de la vida. Son escritores excepcionalmente honestos. ~
(Barcelona, 1973) es editora y periodista.