Luis Fernando Lara
Historia mínima de la lengua española
México, El Colegio de México/El Colegio Nacional, 2013, 580 pp.
El libro de Luis Fernando Lara –puesto en circulación en el primer semestre del año, no obstante el pie de imprenta de 2013– se inserta en la mejor tradición de las pocas historias de la lengua española existentes a la fecha, a la vez que aporta mucha información nueva. En efecto, este libro es heredero, como el propio autor nos dice en el prólogo, de cuatro anteriores historias del español: la pionera de Rafael Lapesa, aparecida en 1942 y totalmente renovada y ampliada en 1981; la del mexicano Antonio Alatorre, aparecida en una exquisita versión de lujo en 1979 y puesta a disposición del gran público en 1988; la del inglés Ralph Penny, aparecida en 1993 y traducida al español en 2006; y la de Ramón Menéndez Pidal, de 2005, hecha libro mediante la recopilación y organización de las notas y apuntes de este gran filólogo e historiador de la España medieval llevadas a cabo por su nieto, Diego Catalán.
Nos dice Luis Fernando Lara en el prólogo que su libro es de estricta difusión, de ahí que carezca de referencias bibliográficas en el texto, que se reduzcan al máximo los tecnicismos gramaticales, que la información lingüística venga apoyada por numerosos fragmentos literarios y que un útil dvd, elaborado por Elizabeth Heyns, sirva para respaldar con mapas, retratos, genealogías e imágenes culturales diversas la información histórica, cultural, literaria y lingüística expuesta (y al que el lector puede acudir mediante oportunas llamadas en el texto). A pesar de que el objetivo está bien logrado, esta obra no se limita a la difusión, porque no es un mero compendio de conocimientos. Los datos, aunque en ocasiones sean bien conocidos, están interpretados y puestos en otros marcos culturales; también contiene información nueva y útil para el especialista.
El libro consta de veintidós capítulos, donde la información sobre la lengua se analiza y expone a la luz de la historia, la cultura, la literatura y las instituciones. Los cuatro primeros (siglos ii a. C.-vi d. C.) están dedicados al primitivo latín de la Hispania, al latín de la alta Edad Media y a las características étnicas y lingüísticas de los colonizadores romanos originarios, las de los posteriores invasores germanos y a cómo los visigodos adoptaron el latín y lo unieron al germano. Siguen dos capítulos (siglos VIII–XI) en que el autor pone en diálogo las invasiones musulmanas, la resistencia cristiana y el inicio de la Reconquista con los resultados culturales y lingüísticos de la extensiva influencia del árabe sobre el español, además de reflexionar sobre la pervivencia del mozárabe, la fuerte influencia de los pueblos francos y la toma de conciencia de la cristiandad como un factor identitario y cohesionador para diferentes pueblos peninsulares ibéricos. Los siguientes tres apartados (siglos XI–XIII) abordan la gestación del castellano y las primeras manifestaciones literarias en esta lengua. Un extenso capítulo siguiente (siglo XIII) está dedicado a Alfonso X, a la oficialización del castellano como lengua de cultura y a la imponente obra jurídica, literaria, traductora y lingüística promovida por este rey a lo largo de casi cuarenta años. Dos apartados más (siglos XIV-XV) introducen al lector en la baja Edad Media peninsular, la influencia renacentista italiana en el siglo XV, la labor política unificadora española de los Reyes Católicos a fines de ese siglo, el extenso patrocinio cultural y literario ejercido por estos monarcas y la figura de Nebrija con la primera gramática escrita en lengua española. En tres capítulos (siglo XVI) presenta el imperio español de Carlos V, la conquista española en América, las lenguas mesoamericanas existentes en el siglo XVI, su pérdida y su relativa pervivencia y vitalidad actual, la conformación de las nuevas ciudades virreinales novohispanas y los varios tipos de nivelación lingüística entre dialectos peninsulares ibéricos y entre ese español nivelado y las lenguas amerindias. La sección dedicada a los siglos XVI y XVII, apoyada en la reproducción y análisis de numerosos fragmentos de textos literarios, aborda el Barroco y las muy diversas manifestaciones literarias de esta época. Siguen dos apartados (siglo XVIII) en que se analiza la sociedad y la cultura al término de la dinastía de los Austrias e inicios de la de los Borbones, la Ilustración considerada por sí misma como movimiento neoclásico y sobre todo como reacción contra el Barroco, y, a la luz de aquella, la creación de la Real Academia Española, la posterior creación de las Academias de la Lengua en Hispanoamérica, ya en el siglo XIX, las primeras obras lexicográficas académicas y sus antecedentes, así como el papel prescriptivo y normativo que estas corporaciones han tenido sobre el uso y difusión de nuestra lengua. Más adelante, tres capítulos (siglo XIX) están centrados en Hispanoamérica y las independencias de los diversos países que la integran, el problema de la unidad y diversidad de la lengua española resultado de la oficialización y generalización de los dialectos hispanoamericanos, las migraciones masivas a Hispanoamérica en ese siglo y, como efecto de estas, la influencia de otras lenguas sobre el español, como, por ejemplo, el de diversos dialectos del italiano en el español de Argentina, además de la aparición de varias e influyentes nuevas gramáticas, en especial, la de Andrés Bello, la perspectiva de estos gramáticos sobre la unidad y las diferencias del español. Se cierra la obra con un capítulo sobre el español en el siglo XX e inicios del XXI, la influencia del inglés, las manifestaciones literarias en “espanglish”, y las ideas sobre la lengua española en el mundo contemporáneo, problema este relacionado con el hecho nodal de si existe o no un verdadero policentrismo en la lengua española actual. Valiosas son las casi ochenta páginas de índices que ayudan al lector a leer u ojear la obra desde diferentes ángulos y a buscar informaciones diversas sin tener que realizar una lectura lineal si no lo desea.
¿Qué tiene de nuevo y qué tiene de diferente esta historia de la lengua respecto de las anteriores? Bastantes cosas. Una, el libro destaca, aunque no siempre de modo explícito, que la lengua española, como cualquier lengua, ha tenido en su evolución tres grandes protagonistas: por un lado, los hablantes comunes, los ciudadanos de a pie, que somos los grandes creadores de los cambios e innovaciones lingüísticas; por otro, las instituciones, de muy diverso tipo, desde el Estado hasta, por ejemplo, las Academias o las sociedades literarias; y, en tercer lugar, casi siempre al amparo de aquellas, los grandes creadores. Queda claro en la obra de Luis Fernando Lara que lenguas como la española, con tan altos niveles de estandarización, con tal vastedad geográfica de hablantes nativos y con tal variedad de expresiones creativas, literarias, científicas y, en general, culturales, difícilmente alcanzan esos niveles de generalización, creación y estandarización si no es con el impulso del Estado. Por ello, en la obra de Luis Fernando Lara es tan abundante la información histórica y de instituciones diversas. El primer protagonista, el pueblo llano, quedaba en las anteriores historias de la lengua totalmente opacado o minimizado al punto de que se volvía invisible. En esta nueva historia hay un verdadero esfuerzo por poner en el foco de la atención del lector a los hablantes de todos los días, por rescatar sus modos cotidianos de habla, por mostrar al lector los documentos que reflejan esa lengua cotidiana no literaria y por reconstruir ese hablar, basándose muchas veces el autor en los comentarios de los gramáticos, ya que aquellos usos que los gramáticos reprueban o estigmatizan son, justamente, los más extendidos. En el libro de Luis Fernando Lara podemos leer algunos graffiti de Pompeya, parte de la lista de léxico de Probo (el famoso Appendix Probi), algunas cartas de emigrantes a Indias en el siglo XVI, fragmentos en ladino o algún texto en lunfardo. Este protagonismo de la lengua cotidiana y sus hacedores es totalmente nuevo.
Dos, un constante señalamiento, explícito desde el prólogo y en numerosos pasajes del libro, en que una mejor comprensión de la lengua, sea en su evolución o en las manifestaciones sincrónicas de cualquier época, no se puede entender sin atender las manifestaciones literarias y científicas que dan el imprescindible respaldo de estandarización a esa lengua. La Historia de Luis Fernando Lara es la primera que contiene numerosas y extensas reproducciones de fragmentos literarios, desde varias tiradas de versos del Cantar de mio Cid, la poesía de Góngora, hasta romances y adivinanzas, pasando por extensos fragmentos de la obra científica e historiográfica de Alfonso X o por un extenso fragmento del Quijote. Se observa un balance entre información lingüística y literaria y la puesta en escena de la lengua como compañera inseparable de la literatura, culta y tradicional. En las anteriores historias de la lengua –con la excepción de la de Alatorre– se hablaba de los escritores pero no se reproducían sus obras.
Tres, totalmente nueva es la incorporación de abundante información estadística para respaldar la información lingüística. Luis Fernando Lara aporta en este libro numerosa información cuantitativa de diversas épocas y aspectos. Por ejemplo, sobre el número posible, aproximado, de lenguas y de hablantes a la llegada de los españoles a América, y sobre el número de lenguas y hablantes que perviven en el siglo XXI. También nos regala información estadística sobre cuáles eran los equilibrios entre representantes del clero y del Estado y entre representantes hispanoamericanos y españoles en las Cortes de Cádiz, cruciales, como se sabe, para el alumbramiento de las repúblicas hispanoamericanas. Nada semejante había en las anteriores historias de la lengua.
Cuatro, las muchas páginas dedicadas a América y el realce del español americano, mostrado este en toda su diversidad dialectal y no como un bloque monolítico, son algo totalmente diferente respecto de las anteriores historias. Destacar el mestizaje, en los muchos y distintos cruces étnicos y en la actual Hispanoamérica y en sus hablantes como resultado de aquellos es nuevo en el modo de historiar la lengua española.
Cinco, un énfasis muy importante en que la lengua española, como cualquier lengua, vive en sus variantes dialectales y, sobre todo, se ha enriquecido gracias a los constantes contactos humanos –conquistas, migraciones, convivencias– que han propiciado numerosos préstamos y calcos lingüísticos. Desde el mismo latín para los pobladores prerromanos, hasta occitanismos y catalanismos múltiples en el siglo xiii, pasando por los miles de arabismos de los siglos VIII a XV, por las decenas de italianismos a partir del siglo XVy hasta el XVII, por las decenas de galicismos en los siglos XVII y XVIII, hasta el alud de anglicismos desde el siglo XIX a la fecha; todas esas lenguas han engrosado y fortalecido el léxico del español. El contacto lingüístico y los préstamos no son sino un tipo peculiar de mestizaje y así nos lo hace ver Luis Fernando Lara. No hay nada semejante en las anteriores historias del español.
Seis y último, hay un interés significativo en historiar la estructura de las gramáticas, las ideas expuestas en ellas y en analizar el quehacer lexicográfico en español. Nada parecido hubo antes. Luis Fernando Lara se detiene en la figura de Nebrija, analiza las ideas nuevas de este gramático y reproduce algunos fragmentos de la Gramática de la lengua castellana; se detiene en la figura de Bello, examina sus ideas sobre la unidad del español y expone fragmentos de la obra de este gramático; se detiene en el Tesoro de Covarrubias y en el Diccionario de Autoridades, obras pioneras de la lexicografía en lengua española, los estudia, los contrasta con la tradición lexicográfica anterior y posterior y también los compara con algunos diccionarios de otras lenguas romances, el francés, por ejemplo. Tal énfasis en gramáticas y diccionarios deja claro que, para el autor, estos dos tipos de obras son herramientas básicas para la estandarización de la lengua, y por ello ha dedicado muchas páginas a ambos.
Nos dice Luis Fernando Lara en su prólogo que “muchas de las afirmaciones aquí contenidas promoverán algunas sorpresas y quizá hasta enojos entre los especialistas. Espero que esas críticas produzcan debates…”. Estoy segura de que las muchas próximas ediciones de este libro se enriquecerán con esta invitación al diálogo. Tomo la invitación: se me ocurre ahora, quizá, ahondar un poco más en cómo el surgimiento de las burguesías en el siglo XIV modificó el modo de narrar; y se me ocurre, quizá, profundizar algo más en cómo la tensión entre oralidad y escritura ha modificado el quehacer literario a través de los siglos. Y algo deseable para la próxima edición sería incorporar la información del dvd directamente en el texto, porque el libro constituye un valioso material que llegará a manos de muy variados lectores y es posible que no todos tengan acceso a una computadora en el momento de estar leyendo esta nueva historia de la lengua española; y, finalmente, porque texto más dvd, juntos, logran un todo bien integrado y muestran a cabalidad la cohesión de la lengua con la historia, las instituciones y los creadores que la cobijan.
Nos congratulamos los lectores por este nuevo libro que de forma profunda a la vez que amena nos invita a recorrer nuestra lengua de la mano de su autor. ~