Estimado Max:
No sabes cuánto me alegra haber recibido tu carta. No solo porque me halaga que me escriban solicitando mis consejos –siempre supe que sería como mi colega Machiavelli con los Borgia–, sino también porque lo has hecho a lápiz y papel y no a través del email. Has conseguido atraer mi atención. Mirada a los ojos. Nostalgia. Brilliant!
No me extraña que estés confundido. La ciencia y la política se encuentran y desencuentran. A cada momento. Fugacidad y momentum. Pero no debes abandonar tu empeño en maridarte con el rigor. Tu palabra y no tus números es lo que siempre te avalará ante El Príncipe. O al revés. No lo recuerdo. Fugacidad. Como sea, necesitas tu propia voz ¿Has encontrado tu voz? Te enseñaré un truco. Piensa en unos espaguetis con salsa de tomate. ¿Qué ves? Ahí está, Max. Exprime tu hermenéutica ¡Sí se puede! (¿Sabías que ese lema se lo dije yo a mi amigo Pablo? Qué cosas… el destino. Yo.)
Entre ciencia y política, mi recomendación es que explores la vía intermedia. La que lleva a todos los caminos. Como el conejo de Alicia. Ni tú, ni yo. Allí. Pero sin duda tienes que profundizar tu formación en comunicación política (te mando por mail un enlace al MBA que daré en la Escuela de Negocios de Haravaca, en el programa “Chief Executives Señales de Humo”). El mensaje es el camino. Y el camino el mensaje. Algunos se ríen de mí porque ellos no son mensaje. Yo soy mensaje, yo soy camino. Pedro lo sabía. Yo soy Pedro. Por eso me ofreció, me ofrecí, un ministerio. En realidad, dos. Pero tengo que fluir. Como el agua. Agua pasada. Agua futura. ¿Agua con gas? Sí, por favor. Mi sugerencia es clara: Management y anticipación. ¿Qué harás en estas fiestas?
En una época de mi vida me miraba al espejo y veía lo que tú ves ahora, Max. La ambición de los que saben y el escepticismo del conocimiento. Juntos en un mismo reflejo. Con un jersey de renos que te miran preguntando “¿Tienes audacia?” Decía un filósofo que me estoy inventando (Lección número 1 de mi MBA: las batallas las ganan quienes ponen palabras a la realidad) que al célebre “solo sé que no sé nada” había que añadirle “pero depende de cuanta mayonesa le eches a la hamburguesa”. Era americano. American. Y lo que nos quería transmitir es que tus decisiones son tuyas. Del reno. Y si sabes eso, el Príncipe te escuchará. Te mirará a los ojos. Tienes que encontrar tu voz. Tienes que echarle mayonesa a tu hamburguesa. Kétchup no porque el rojo es un poco aggressive. Jaja. Que aquel reflejo del espejo, confuso, desdibujado, no te impida ver el bosque. Se tú mismo. ¡Abraza esa maldita hamburguesa, colega!
Cuando eso pase, serás libre. Como yo, que tengo una columna en LV y dejo que mi liderazgo fluya. Hay gente que no me entiende. Pero a oídos sordos, palabras necias. Con ese arroyo de libertad podrás ver ese punto intermedio que tanto te preocupa, entre la ciencia y la política. Yo lo vi. Y eso nos une. Como el poder y la palabra. Como yo y yo. Pero lo importante: la estrategia. Si juegas al ajedrez, hablamos el mismo idioma. Cabeza fría. Movimiento. Mayonesa. Max, tienes mucho potencial. Lo presiento en tu caligrafía. En tu gramática. Cuida eso. Very important.
Te tengo que dejar que me voy a reunir con una ministra. No puedo decirte quién porque si no Yolanda me mata. Top secret. Vamos a arrasar. He echado números y me sale una mayoría de la repera. No tengo encuestas. Pero tengo números. Uno, dos, tres. Intuición y equipo. Cuatro, cinco y seis. Gobernamos. Es mi palabra. Mi hermenéutica. Soy un jugador que ha marcado muchos goles con muchos equipos. Soy el pichichi de la política española. The pichichi. Tú puedes ser como yo, amigo. Te espero en el máster. Recuerda hacer la preinscripción: 1500 Euros por transferencia bancaria. ¡Un abrazo y all the best!
Iván.
Sebastián Lavezzolo es profesor de ciencia política en la Universidad Carlos III. Escribe en el blog Piedras de papel.