Este Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama me toma con sentimientos encontrados. Por un lado, desde que empezó octubre he visto que muchos establecimientos se han sumado de alguna u otra manera a campañas para visibilizar la efeméride. En un reconocido restaurante del sur de la ciudad, por ejemplo, si compras una jarra de clericot (porque es rosa, supongo) un porcentaje de la compra es destinado a una asociación civil sin fines de lucro orientada a la atención del cáncer de mama. En una panadería del barrio, desde que empezó el mes venden panes en forma de chichi, y las ganancias se destinan a otra fundación con un objeto similar. El monto a donar se multiplica si subes tu foto a redes sociales. Y supongo que a partir de esta noche diversos edificios públicos se iluminarán de rosa.
Pese a que 7 de cada 10 mujeres dejaron de hacerse chequeos para detectar cáncer de mama durante la pandemia, en 2020 este padecimiento se convirtió en el tipo de cáncer más diagnosticado en el mundo. Claramente, todas las acciones que sirvan para darle visibilidad al cáncer de mama suman, pero a veces me preocupa que, conforme la campaña rosa se extiende, sus bordes pierden filo. Apenas ayer me regalaron un pin, una pulsera y una rosa con una postal que no tenía más información que una leyenda –obvio, en letras rosas– que decía: “¡Va por ellas!”. No había ningún llamado a la acción, ni un dato. La vie en rose…
No me malinterpreten. Los moños y las luces de color rosa cumplen una función, pero son el símbolo, no la estrategia. Lo que necesitamos son:
- Primero, más campañas de detección temprana y atención oportuna. Sin embargo:
- De acuerdo con datos del CIEP, en 2020, los recursos destinados a enfermedades crónicas en el INSABI representaron 26.9% menos respecto a 2018. Tal caída sería equivalente a la atención de 3 mil casos de cáncer de mama, 6 mil 200 casos de cuidados intensivos neonatales y más de 15 mil casos de VIH/Sida.
- En el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2021, el monto para disminuir la mortalidad por cáncer de mama y realizar mastografías se redujo en 20.2% y 0.04% respecto a 2020.
- En el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2022 se destinan 424 millones de pesos al diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama: 17.3% menos que en 2018.
- Segundo, un Registro Nacional de Cáncer que nos permita conocer la situación actual de la patología (tasa de incidencias y de supervivencia), el número de personas que viven con este padecimiento y el impacto de las acciones del sector salud. No obstante:
- El Registro Nacional de Cáncer se aprobó en 2017, pero solo se etiquetaron recursos para su funcionamiento en 2019.
- En la propuesta del Presupuesto de Egresos de 2022 no se identifican recursos destinados a este Registro.
- Acceso oportuno a las terapias innovadoras que cambian la ruta de la enfermedad.
- El año pasado la FDA aprobó cinco terapias para cáncer de mama. En México, el año pasado no se aprobó ningún medicamento innovador para ningún padecimiento.
En Let the record show. A political history of ACT UP New York, 1987-1993, Sarah Schulman escribe que ACT UP era “una organización que practicaba la democracia radical y era una organización tipo carpa. La gente era muy diferente entre sí, y no importaba. Solo había un principio de unidad: la acción directa para poner fin a la crisis del Sida […] Si estabas tomando medidas directas para poner fin a la crisis del Sida, podrías hacer prácticamente lo que quisieras”.
Y apunta algo con lo que tiendo a estar de acuerdo: “los movimientos que intentan forzar un conformismo u homogeneidad, donde todos tienen que tener el mismo análisis y todos están de acuerdo en una estrategia, suelen fallar. Los movimientos que tienen éxito suelen ser muy amplios, con alas más radicales y con diversas alas centrales, donde la gente puede responder en todos los niveles al mismo tiempo: una especie de simultaneidad de respuesta”.
Quizá lo que me preocupa hoy es esa homogeneidad rosa, que lo mismo cobija la causa y la exigencia de más presupuesto e investigación, que a negocios oportunistas o funcionarios indolentes. La historia del cáncer no es una historia rosa, sino una que reclama una “rebelión productiva”, como de la que habla Anne Boyers en “The Undying”.
No importa desde qué trinchera exijas, de qué tamaño sea tu furia, ni de qué color vistas tu lucha: lo único que importa, más allá del símbolo, son las acciones directas para poner fin a la crisis del cáncer de mama.
Y, otra vez parafraseando Schulman: el cáncer de mama es una muerte horrible. Y las amigas, hermanas y madres que lo padecen, o lo padecieron, sufrieron y murieron frente a nuestros ojos. Si alguien dice que estás siendo inapropiada o imprudente porque estás luchando por tu vida, ¡están equivocados! “Hay personas que están dispuestas a arriesgarse a cierto tipo de ostracismo o marginación para decir la verdad a las instituciones, y esas son las personas que hacen el cambio”.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.