Foto: Unsplash. Ilustración: Letras Libres.

El imposible dilema de elegir una aplicación para sismos

Las aplicaciones de alerta sísmica tienen la buena intención de llenar vacíos de información, pero contar con una buena infraestructura de comunicación de emergencia debería estar al alcance de todos.
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A principios de agosto, mi pareja y yo nos despertamos por una ruidosa alarma en su teléfono: “Alerta de sismo, alerta de sismo”, advirtió el teléfono con una creciente intensidad y un sonido de sirenas falsas de fondo.

Mi pareja agarró a nuestra perrita, yo tomé las llaves y nos apresuramos a las escaleras, donde nos unimos a una multitud de vecinos que bajaban rápidamente a la calle, impulsados por los gritos de una mujer en el piso de arriba: “Corre, corre, corre”. Cuando llegamos a la calle nos sumamos a grupos de personas que salían corriendo de otros edificios, mientras mirábamos a los departamentos de cinco o seis pisos que nos rodeaban e intentábamos calcular cuál sería el mejor lugar para pararnos.

Miramos el teléfono de mi pareja: eran las 3 de la mañana. Fue entonces cuando me di cuenta de que había dejado mi teléfono arriba, en el departamento: mi aplicación de sismos estaba silenciada.

En un mundo ideal, nadie necesitaría una aplicación para alertar sobre un desastre inminente. De hecho, en la Ciudad de México, donde vivo, se supone que no se necesita una: El Sistema de Alerta Temprana para Sismos en México, puesto en marcha en la década de 1980, fue la primera alarma sísmica del mundo, según NPR, y al día de hoy sigue siendo una de las pocas de su tipo. Utiliza una serie de sensores, colocados estratégicamente cerca de los límites tectónicos, que activan alarmas que suenan a través de más de 12,000 altavoces en toda la ciudad.

Sin embargo, escuchar esos altavoces depende mucho de dónde estés: los altavoces se encuentran más densamente agrupados en algunas zonas que en otras y con frecuencia dejan de funcionar. En el letal terremoto de la Ciudad de México en septiembre de 2017, que derrumbó edificios y causó la muerte de casi 400 personas, los sobrevivientes informaron que no oyeron la alarma hasta después de que empezó el temblor. (Esto se debió a que el epicentro estaba tan cerca de la ciudad que la alerta no pudo dar a la gente mucho tiempo de anticipación).

El trauma de 2017 fue un punto de inflexión en la forma en que muchas personas –especialmente jóvenes– entendían los terremotos en la Ciudad de México. Estar preparados adquirió una nueva urgencia. Mientras tanto, en la ciudad ha seguido temblando y el sistema de alerta sísmica no ha funcionado exactamente como se había prometido. Durante un sismo en marzo de 2021, en una parte de la ciudad, un error de configuración transmitió un mensaje erróneo diciendo que era un simulacro, aun cuando algunas personas sentían el suelo sacudirse. A la mañana siguiente, la alerta sísmica volvió a sonar, pero esta vez no hubo ningún sismo. (Después de este error garrafal, la agencia encargada de la alerta anunció que aceleraría la migración del sistema de tecnología analógica a digital).

Y durante el sismo nocturno de agosto de este año (de magnitud 5.1 y con epicentro en el estado de Guerrero), la alerta solo sonó en algunas partes de la ciudad, según confirmó la alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Sheinbaum dijo que esto se debía a la baja magnitud del sismo y al bajo riesgo que implicaba para la ciudad, pero muchos residentes estaban comprensiblemente molestos y confundidos por las señales contradictorias. Después de grandes terremotos, los sitios de noticias reciclan los mismos artículos sobre cómo reportar el mal funcionamiento de los altavoces.

Todo esto ha dejado a los chilangos en busca de otras formas de protegerse, especialmente en septiembre, que muchos llaman supersticiosamente el mes de los terremotos. (Los dos mayores terremotos de la Ciudad de México, en 1985 y 2017, ocurrieron el mismo día, el 19 de septiembre, lo que resulta escalofriante, aunque no hay evidencia de que septiembre sea más propenso a los sismos que cualquier otro mes).

Y es aquí donde las apps para sismos entran en juego. Hay muchas para elegir. Mi pareja utiliza una llamada SASSLA, que se basa en los datos del sistema nacional de alerta sísmica de México. SASSLA es muy transparente en cuanto a que todavía está en proceso de construcción. En su sitio web describe cómo comenzó como un proyecto familiar en 2014, enviando notificaciones a una red privada. Tras su lanzamiento público en 2016, sufrió retrasos en las notificaciones. Después del sismo de septiembre de 2017, la base de usuarios de la app creció “exponencialmente”, lo que también trajo consigo importantes retrasos en las alertas. “Los usuarios sabían que la aplicación era un proyecto experimental en desarrollo”, explicó SASSLA, “por lo que nos apoyaron constantemente con comentarios”. En junio, SASSLA lanzó la última versión de su app, con un sistema de alerta renovado, capaz de enviar la alarma a 10 millones de teléfonos móviles en 500 milisegundos.

Yo no tuve mucha suerte con las versiones anteriores de SASSLA, que se desinstalaba continuamente de mi teléfono, así que descargué SkyAlert, que funciona con una red privada de más de 120 sensores de sismos en todo el país. La aplicación intenta con frecuencia convencerme de que pague por SkyAlert Gold: ¡Por sólo 10.49 dólares al año, podría ver la lista de sismos recientes de la aplicación sin los anuncios de una plataforma de criptomonedas!

Estas son solo dos opciones de aplicaciones. La Ciudad de México envía notificaciones a través de su app 911 CDMX, y también está MyShake, desarrollada por la Universidad de California en Berkeley, que manda una alerta financiada por el Servicio Geológico de Estados Unidos en California, Washington y Oregón. Fuera de esos estados, utiliza los datos de movimiento de tu teléfono para detectar los sismos. Estas aplicaciones están al alcance de la mayoría, pero no de todos: En México, 75.5% de la población mayor de 6 años utiliza un teléfono móvil, y el 91.6% de esos usuarios tiene un smartphone, pero ¿qué pasa con los que no lo tienen?

Recientemente, mientras recorría los resultados de la App Store para “sismo”, intentando clasificar las opciones, me sorprendió lo extraño y frustrante del dilema que presentan: ¿cómo saber cuál es la mejor, la más fiable o la que más probabilidades tiene de mantenerte con vida?

Y una vez que has elegido una app, clasificar la información que ofrece también es difícil. ¿Le debería dar a la aplicación acceso a mi ubicación en GPS directo? Como  uno de los creadores de la aplicación estadounidense QuakeAlert le dijo a Chau Tu en un artículo de Future Tense en 2018, “hay muchos problemas inherentes a las alertas móviles”, como “los cuellos de botella con las notificaciones personales, las personas que se mudan y no cambian su configuración de ubicación, o que no tienen los servicios de localización activados.” Otro dilema: ¿para qué nivel de intensidad sísmica quiero recibir alertas? Hace un par de semanas, estaba en una sesión de terapia por Zoom cuando mi teléfono vibró con una notificación de SkyAlert: “¡Sismo detectado! Intensidad leve, ocurriendo ahora. Se espera que ocurra en su ubicación.” Miré las persianas, se movían ligeramente (¿o acaso fue mi imaginación?). Me quedé en el Zoom. No sentí el sismo.

Nada de esto es exclusivo de los sismos: conforme avanza la crisis climática, una variedad de nuevas herramientas que esperan ayudar a los usuarios en caso de inundaciones, incendios forestales, huracanes u otras emergencias están llenando las tiendas de aplicaciones.

Estas aplicaciones tienen la noble intención de llenar los vacíos de información sobre catástrofes, pero me preocupa que no sean suficientes; al fin y al cabo, con demasiada frecuencia hacen que la responsabilidad recaiga en los usuarios. Investigar, descargar y actualizar es, en última instancia, cosa nuestra. Nos venden suscripciones “nivel Oro” para aplicaciones que, en el fondo, son servicios públicos. Una infraestructura de comunicación de emergencia robusta debería estar incorporada, no ser opcional. Aunque agradezco a las personas que están detrás de aplicaciones como SASSLA –que hacen todo lo posible por desarrollar tecnología para mantenernos a salvo–, no puedo evitar pensar que no deberíamos depender de “proyectos experimentales en desarrollo”. Además, los países más afectados por las catástrofes climáticas, y que suelen sufrir más tras tragedias como los terremotos, son los que cuentan con menos fondos para reforzar las infraestructuras de comunicación de emergencia. Nos queda un largo camino por recorrer, y nos merecemos algo mejor.

Y es que, aunque investigues todo lo que puedas, puede que acabes como yo, en la calle, mirando tu apartamento, preguntándote por qué no sonó tu teléfono.


Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.

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