1. Predicar con el ejemplo
Urgencia y brevedad: sirvan las convenciones de la prosa necrolรณgica que rigen este artรญculo como ejemplo inmediato y lastimero de los vicios periodรญsticos que Claude Lanzmann combatiรณ con su trabajo.
2. Profetizar el pasado
Lanzmann trabajรณ toda su vida movido por una convicciรณn insรณlita en un intelectual del siglo XX: la de ser un profeta. No es una metรกfora. Lanzmann se consideraba a sรญ mismo un profeta en el sentido recto de la palabra: nada que ver con la videncia (a menos que alguien crea todavรญa que la historia siempre se repite, y valide como profecรญa la clarificaciรณn del pasado y el presente), sino con la comunicaciรณn entre la humanidad y Dios. Lanzmann se consideraba un profฤtฤs, cuya etimologรญa arrastra connotaciones polรญticas: un mensajero, un portavoz. O mรกs preciso: un nabรญ. Cuando Lanzmann visitรณ el Mรกster en Documental de la UPF, una estudiante (ยกangelita!) le preguntรณ cรณmo habรญa surgido la idea de hacer Shoah. Lanzmann mirรณ al cielo y abriรณ las manos como si le lloviera luz. Esa pรบblica convicciรณn y que, para colmo, la actividad profesional de profeta pudiera compaginarse con la direcciรณn de Les temps modernes explica en buena parte la enormidad de los retos que se impuso Lanzmann. ยกY que triunfara en todos ellos!
Porque aรบn mรกs difรญcil que la videncia del futuro es la clarividencia de llegar a saber lo que ocurriรณ.
3. Palabra de cineasta
Ni siquiera los profetas se libran de tener que desarrollar una gramรกtica, una poรฉtica. Conviene insistir en ello, porque Shoah es tan enorme que ha eclipsado incluso a Lanzmann como uno de los grandes inventores de formas de la historia del cine. [1]
Un abuelo pasea en barca por el rรญo, es un paisaje bucรณlico, otoรฑal, mรญnimo cielo gris blanco, รกrboles perennes y aguas verdes fotografiadas con pelรญcula de los setenta, cruce de Patinir y Tarkovski, como si Adorno aรบn no hubiera proscrito lo poรฉtico, como si el barquero no fuera una metรกfora, o como si estas pudieran ser vencidas. El abuelo, cara absorta, ojos esquivos (se nota que le han pedido que no mire a cรกmara), lleva las manos enlazadas y canta una tonadilla popular : โuna casita blanca/ persiste en mi memoria/ sueรฑo cada noche/ con la casita blancaโฆโ [2]. El hombre es Simon Sbreknin, uno de los dos รบnicos supervivientes del campo de exterminio de Chelmno, donde asesinaron a 400.000 personas.
Simon habla en polaco. Y yo no entiendo lo que dice hasta que la intรฉrprete traduce las palabras de Simon para Lanzmann. Cuando ocurriรณ tenรญa trece aรฑos y medio. Y cantaba con una voz hermosa; por eso los adultos le pedรญan que cantara para ellos. En vez de contratar a un actor infantil para que lo remedara, Lanzmann pidiรณ a Simon que repitiera sus gestos y cantos de cuando era niรฑo, en los mismos parajes donde sobreviviรณ a la matanza. Al sugerirnos el solapamiento de dos tiempos irreconciliables, Lanzmann busca que Simon y nosotros, los espectadores, revivamos el pasado, pero no a costa de borrar el presente, en forma de simulacro, de interpretaciรณn (en el doble sentido de la palabra) o de impostura camuflada de recreaciรณn histรณrica. Porque recuperar el momento perdido implica asumir las semejanzas y las diferencias entre el presente y el pasado, los agujeros insalvables que tenemos que rellenar mentalmente. La restituciรณn del tiempo tiene lรญmites claros, aunque el poder de sugestiรณn que ejerce la tรฉcnica cinematogrรกfica es tal que casi nos sentimos como espectadores al borde de la reencarnaciรณn. [3]
Ademรกs del tiempo de la matanza, hay un segundo tiempo que Lanzmann busca restituir al espectador: es el tiempo de la comunicaciรณn entre los testimonios filmados y el cineasta, el momento de la entrevista. Los subtรญtulos de las entrevistas no aparecen cuando los testimonios hablan en polaco, lengua que Lanzmann no comprende, sino cuando la intรฉrprete los traduce al francรฉs. Asรญ, los espectadores entendemos a la vez que Lanzmann. No es una operaciรณn gratuita. Pocos cineastas (ยฟDuras, Welles, Dreyer?) han creรญdo tanto como Lanzmann en el poder de la palabra. De hecho, รฉl lo escribirรญa con mayรบsculas: el Verbo. Probablemente se ha insistido poco en que el respeto de Lanzmann hacia la palabra incluye sus valores sonoros, fรณnicos y gestuales. Antes de escuchar a la intรฉrprete, antes de leer los subtรญtulos, atendemos una voz en un idioma que nos resulta ajeno, pero cuyas inflexiones nos hablan, nos transmiten contenidos no estrictamente lingรผรญsticos. Una voz que entendemos. Asรญ, en la pelรญcula Sobibor, 14 octobre 1943, 16 heures [4] (2001), Yehuda Lerner nos cuenta en hebreo la evasiรณn del campo de exterminio, y sin duda alguna llegamos a comprender que ha asesinado a un oficial nazi y huido antes de que los subtรญtulos (esa actualizaciรณn laica del don de lenguas) nos lo corroboren.
4. Imรกgenes pese a todo
Lanzmann insistiรณ en que la palabra era la รบnica forma de transmitir el Holocausto hasta el punto de afirmar que si, en el curso de sus investigaciones, encontrara imรกgenes de los campos filmadas por los nazis, las destruirรญa. De esta convicciรณn hizo un dogma de fe que le llevรณ a posiciones insostenibles, como sucediรณ durante la agria polรฉmica que sostuvo con Didi-Huberman (vรฉase el esclarecedor ensayo de este, Imรกgenes pese a todo, Paidรณs). Cuando Didi-Huberman expuso las fotografรญas que habรญan tomado las vรญctimas de los campos, arriesgando sus vidas para dejar testimonio del horror que padecรญan, Lanzmann se lo reprochรณ duramente. Los esfuerzos pedagรณgicos y el concienzudo trabajo de contextualizaciรณn de Didi-Huberman sirvieron de poco para convencer a Lanzmann, llevado al lรญmite de sus paradojas. ยฟUn cineasta iconoclasta? El rechazo radical de Lanzmann hacia las imรกgenes de archivo llevaba a concluir que no solo el Holocausto era irrepresentable, sino que lo era cualquier tiempo pretรฉrito. Es probable que Lanzmann necesitara de esa convicciรณn dogmรกtica para llegar a desarrollar sus propios hallazgos formales en la transmisiรณn de la experiencia del pasado. Pero el caso es que Lanzmann tambiรฉn pudo llevar a cabo su apuesta radical por una cuestiรณn cronolรณgica: el pรบblico de Shoah en 1985 (cuando se estrenรณ, ocho aรฑos despuรฉs del inicio de su filmaciรณn) no era el mismo que tuvo Noche y niebla en 1955. El pรบblico de Alain Resnais todavรญa necesitaba ver el interior de los campos y las huellas de sus estragos, por eso la pelรญcula se basaba en un puntual montaje en paralelo entre las filmaciones en presente del campo de exterminio y las imรกgenes de archivo disponibles. Por el contrario, cuando treinta aรฑos despuรฉs Lanzmann repite el mismo encuadre que Resnais para filmar la fachada del campo, ya no necesita que el ligero travelling nos conduzca por corte al archivo del pasado: en 1985 los espectadores conocen y han interiorizado esas imรกgenes, y Lanzmann sabe que ese montaje mental es inevitable. Resnais y las revistas ilustradas (que divulgaron para las clases medias el conocimiento del horror nazi, las mismas publicaciones que โcomo explicรณ Didi-Hubermanโ necesitaban retocar los cuerpos esquelรฉticos con los antepasados disponibles del Photoshop para hacer que el horror fuera al menos โpresentableโ) ganaron para Lanzmann el derecho a ser sutil y ejercer la elipsis, dejando fuera de campo las imรกgenes impรบdicas y desagradables que ya eran sabidas.
Lanzmann nunca se desdijo pรบblicamente de estas convicciones categรณricas, pero cuando estrenรณ El รบltimo de los injustos, en 2013, nos quedamos asombrados, no solo por el extraordinario desafรญo intelectual que plantea esta pelรญcula magistral, sino porque, por primera vez, el cineasta intercalaba sus imรกgenes con el montaje de imรกgenes de archivo. Y poco despuรฉs, en 2015, Lanzmann y Didi-Huberman se pusieron de acuerdo por primera vez para celebrar El hijo de Saรบl, la pelรญcula de ficciรณn de Lรกszlรณ Nemes sobre los sonderkommando de Birkenau. Quizรกs Lanzmann no habรญa cambiado de opiniรณn, y su dios seguรญa estando en los matices que tantas veces escatimรณ para los demรกs; pero acaso es que habรญa comprendido que, tres dรฉcadas despuรฉs de Shoah, el pรบblico habรญa vuelto a cambiar, esta vez para mal, y que las imรกgenes del exterminio volvรญan a ser tan necesarias como sesenta aรฑos antes. [5]
5. Desconsagraciรณn
Zizek seรฑalรณ que el problema de la consagraciรณn de Shoah era que la situaba en un limbo acrรญtico. La โdesconsagraciรณnโ de la pelรญcula implica varias ventajas fabulosas. No solo es que facilite un anรกlisis textual laico, histรณrico, polรญtico, estรฉtico y moral del filme. Es que, a diferencia de la inspiraciรณn divina, las formas estรฉticas son traspasables a la generaciรณn siguiente: ergo, existe un cineasta como Rithy Panh y conocemos mejor que nunca lo que ocurriรณ en Camboya. Y otra consecuencia importante: por fin podemos explicar a Lanzmann (el profeta, el intelectual, el periodista) como el enorme maestro del cine que fue.
6. Un hombre de nuestro tiempo
โNunca he pensado, al cabo de los aรฑos acumulados, en disociarme de la รฉpoca actual, en decir, por ejemplo : โEn mi tiempo โฆโ. Mi tiempo es totalmente aquel en el que vivo […].โ
Claude Lanzmann, La liebre de la Patagonia
1 El cine actual sigue empleando formas y tรฉcnicas de Lanzmann. Es el caso de pelรญculas imprescindibles como las del camboyano Rithy Panh, en especial S-21, la mรกquina roja de matar, de 2003, y La imagen perdida, 2013. Por si fuera poco, el reciente auge de las series de true-crime ha servido para que valoremos a Lanzmann por algo inesperado: su capacidad de sรญntesis. ยฟO es que despuรฉs de ver seis horas sobre O.J. Simpson o quince sobre el caso de la escalera, alguien se atreverรก a volver decir que una pelรญcula de diez horas para transmitir el Holocausto es demasiado larga ? Con respecto a esta duraciรณn problemรกtica en la รฉpoca, Zizek escribiรณ hace aรฑos: “ยฟNo viene a ser esta pelรญcula algo asรญ como el equivalente cinematogrรกfico del superego? En cierto modo, la pelรญcula se hizo para que nadie la viera: su duraciรณn desmedida garantiza que la mayorรญa de los espectadores (incluidos aquellos que la elogian) no la han visto ni la verรกn jamรกs en toda su duraciรณn, razรณn por la cual se sentirรกn siempre culpables, y esta culpa por no haberla visto entera equivale claramente a nuestra culpa por no ser capaces de ver todo el horror del Holocausto.” De forma inesperada, la aniquilaciรณn de los cines y el trasvase del pรบblico hacia el consumo domรฉstico ha hecho que la duraciรณn de Shoah ya no sea extraordinaria, y que la pelรญcula sea mรกs visible y por tanto menos sagrada que nunca. Bienvenido sea.
2 Lanzmann relata en La liebre de la Patagonia que, al parecer, la canciรณn era menos tradicional de lo que suponรญa: “Por mucho que, a colaciรณn de Shoah, yo estuviera preparado para recibir por parte de los polacos las invectivas mรกs estรบpidas, jamรกs habrรญa podido imaginar que una enorme verdulera de cabello rojo, chorreante de maquillaje, acompaรฑada de su abogado, se levantarรญa al final de la sesiรณn para reclamarme a gritos el pago de los derechos de autor por Mi casita blanca, la canciรณn polaca del comienzo de la pelรญcula que Srebnik, encadenado, cantaba por el Narva en 1944 para su guardia de las SS. ยกPor lo visto, el padre de aquel monstruo era el autor de la letra!”
3 En La liebre de la Patagonia, Lanzmann concluye que la encarnaciรณn y la pena capital han sido los dos grandes temas de su vida.
4 Los 95 minutos de entrevista a dos cรกmaras de Sobibor, 14 octobre 1943, 16 heures no restituyen al espectador el tiempo de la evasiรณn, sino la integridad de la conversaciรณn entre Lerner y Lanzmann. Es importante saber que las obras de Lanzmann forman un corpus en el que todo se responde y corresponde, en el que todo se prolonga, matiza y desarrolla en otras obras, todas dialogando entre sรญ. Asรญ, las historias y las ideas que, en su dรญa, hubieran desequilibrado la estructura de Shoah (el Lanzmann artesano al servicio de la eficacia formal) o que hubieran enturbiado su mensaje (el Lanzmann mensajero, el intelectual), encontraron su cauce en otras pelรญculas, como Les quatre soeurs y El รบltimo de los injustos. El objetivo confeso de esta pelรญcula era desmentir que algo intrรญnseco al carรกcter del pueblo judรญo lo habรญa convertido en vรญctima propiciatoria, dispuesta a aceptar pasivamente el sacrificio : los supervivientes de Sobibor organizaron el asesinato simultรกneo de varios oficiales nazis para huir del campo. Otras pelรญculas de Lanzmann, aparentemente mรกs alejadas al nรบcleo de Shoah, como Tsahal (una reivindicaciรณn de las fuerzas armadas israelรญes) o incluso Napalm (en la que regresa a Corea del Norte, donde estuvo por primera vez en 1955) y su autobiografรญa La liebre de la Patagonia, prosiguen la conversaciรณn planteada en su obra magna.
5 Conviene preguntarse, aunque sea incรณmodo, hasta quรฉ punto el fuera de foco de la pelรญcula de Nemes cumple la misma funciรณn que los retoques de las fotos de los campos en las revistas ilustradas que evidenciรณ Didi-Huberman.
Isaki Lacuesta (Gerona, 1975) es director de cine. Su pelรญcula mรกs reciente es 'La prรณxima piel' (2016).