Descuide, esta reseña NO contiene “spoilers”.
La primera temporada de Mr. Robot ha sacudido a las audiencias estadounidenses por su íntima relación con las protestas del siglo XXI –desde la Primavera árabe hasta los Indignados y Occupy Wall Street–; por sus giros a veces inesperados en la historia; por las tomas cinematográficas tan ligadas a las intrigas de la historia, y por su personaje central, el hacker Elliot Alderson. Su inestabilidad emocional y furia contra el sistema económico global, combinadas con una bondad innata, lo hacen un antihéroe entrañable. Además, Mr. Robot es la primera serie que retrata de manera fiel la cultura del hacktivismo: no se le da al hacker un poder casi divino a partir de inventos imposibles surgidos de la imaginación de los guionistas, sino que todo está basado en tecnología y métodos reales que ya han sido utilizados y que son posibles en el mundo contemporáneo.
La originalidad de la serie también radica en la diversidad de fuentes narrativas de las que abreva: el cine de David Fincher, en particular su adaptación al cine de la novela Fight Club, es esencial, y a veces Mr. Robot guarda tantos paralelismos con dicha cinta que resulta predecible. También está su íntimo vínculo a la tradición de los antihéroes como Ignatius Reilly (La conjura de los necios) con todo su odio hacia la cultura del espectáculo y Holden Caulfield (El guardián en el centeno) con su idolatría paternal, o el farmacodependiente contestatario Mark Renton (Trainspotting) y el hacker cyberpunk Henry Dorsett Case (Neuromante). Así, Elliot emerge como un genio computacional adicto a la morfina que se adhiere a una conspiración hacktivista para derrumbar a una de las corporaciones financieras más poderosas del mundo, y desde su hermetismo social sostiene una fría y aguda crítica a la cultura social cibernética del siglo XXI: vislumbra los “likes” en Facebook y los corazones en Instagram como simples válvulas de escape de la soledad humana y su existencia inconmensurable.
Cabe señalar que, pese a ser una serie centrada en un hacker y en una revolución anti-corporativista con la cual es difícil no simpatizar, el centro de la historia de Mr. Robot no está en la tecnología y en la subversión: son los demonios internos de Elliot, la fragmentación de su personalidad, su dolor y su melancolía. Lo más interesante de la serie está en el proceso de descomposición del subconsciente de Elliot, como una metáfora del sistema operativo que es hackeado por entes externos, llevándolo a la autodestrucción. La revolución social pasa a segundo plano cuando se es testigo de la revolución interna que resquebraja la personalidad de Eliot, y que puede llevar a lo más prometedor de esta serie para sus futuras temporadas: los estragos que causa la inmersión en las redes sociales, mientras uno se derrumba, en medio de la soledad, frente a su computadora en un cuarto vacío.
Mr. Robot es una serie que vale la pena ver, pero también hay que señalar que ha sido un tanto sobrevaluada: parece que las críticas han seguido un efecto dominó en el cual, ante una buena reseña en el New York Times, el New Yorker o en el Wall Street Journal, Mr. Robot ha resultado casi intocable y pocos se han atrevido a criticarla. Su propuesta de fotografía sí es original y aunque tiene excelentes tomas, dista mucho de la calidad narrativa visual de Breaking Bad, con su uso del time-lapse, la cámara lenta y rápida combinadas, o memorables escenas, como la del pantalón volando que inaugura la serie, o el videoclip del narcocorrido de “The Ballad of Heisenberg” (Los Cuates de Sinaloa), al inicio de otro episodio. La crítica que hace a la cultura corporativa es intensa, pero cae un tanto en los lugares comunes de la izquierda estadounidense –la maldad inherente al sistema de crédito y el vampirismo de las compañías trasnacionales–, y se queda corta en comparación a la crítica tan implícita como intensa de las series Los Soprano o Six Feet Under, además de las ya mencionadas. Aunque hay vuelcos muy interesantes en la historia, resultarán predecibles para los conocedores de Fight Club, y el giro final de la temporada, aunque en principio parece novedoso, también podrá resultar predecible para aquellos familiarizados con las teorías de la conspiración o la narrativa de videojuegos de Hideo Kojima, en particular la saga de Metal Gear Solid.
En resumen, Mr. Robot es una serie que ayuda a entender las inquietudes de los movimientos sociales y de la juventud actual a nivel global, y que catapulta el gran talento de su realizador y creador Sam Esmail, de quien a partir de esto se puede esperar un brillante futuro; pero tampoco se debe caer en la ilusión creada por la crítica en un año con pocas propuestas interesantes en el panorama televisivo estadounidense.
Sociólogo, etnomusicólogo, periodista y DJ.