Alonso Ruvalcaba. Supongo que vamos a tener que hablar de esa escena, de esa suerte de asesinato o intento de asesinato público cometido por Louis CK en contra de la persona de Louie en la penúltima parte de ‘Pamela pt. 1’ (el paciente está en terapia intensiva, señores, no sabemos aún si sobrevivirá), una escena que prácticamente obliteró el resto de lo que vimos en la semana. Pero, antes, algo sobre el final de Elevator.
Por fin ha llegado el huracán Jasmine Forsythe a Nueva York, tras una racha mortal que incluye a LeBron James, los jugadores del Heat de Miami, 12 millones de personas en Miami y alrededores, toda Cuba y a los habitantes de dos delegaciones de Brooklyn, y con su llegada ha llevado a Louie a enfrentar la realidad de su relación con Amia: que la desconoce por completo, que también con ella se ha estado engañando: negarse a la traducción, en su caso, ha sido construir una relación sin la apertura del alma que las relaciones amorosas verdaderas requieren. El estallido del huracán trae también el estallido de Amia, a quien la imposibilidad de la comunicación lleva a la acción física destructiva –romper platos–, acción que Louie imita en un intento desesperado y patético de entablar un “diálogo”. ¿Se puede dialogar a gritos de platos rotos? Tal vez, muy primitivamente, pero Amie y Louie nunca lo sabrán porque el jefe de gobierno de Nueva York acaba de ordenar la evacuación de todo el bajo Manhattan y Louie, con un heroísmo torpe y paternal, debe lanzarse allá y rescatar a sus hijas y ex esposa. (Ojo: no sin antes hacerse de un baticinturón que incluye una linterna, un plátano y un foco quién sabe si fundido.)
Reestablecida la paz, pasada la inundación, CK sienta a Louie y Amia uno frente al otro para un último careo, en una toma larga que parece responder a la toma larga final del ‘So did the fat lady’. Donde aquélla era móvil, inestable, ésta es fija, pacífica; donde aquélla parecía alimentarse con toda naturalidad de los elementos del paisaje –parque, camino de asfalto, etc–, esta es de una preciosura casi artificial: toda moteada de rojo y negro; donde aquélla era de una articulación acelerada, hiperinteligible, ésta es de dicción dificultosa: la barrera del lenguaje acaba de romperse y es difícil encontrar las palabras para decir las cosas que están en la mente. Pero las palabras son dichas y el otro, gracias a la intervención de un mesero que no puede sino soltar una lágrima –después de un beat–, tiene la posibilidad de comprenderlas.
Este final es uno de los momentos más felices de Louie.
Pero la serialización es engañosa. El final de Elevator no está –creo– en ‘Elevator pt. 6’ sino en ‘Pamela pt. 1’. Es una especie de epílogo, para nada extraño en la estructura del cine clásico hollywoodense, que encuentra a nuestros personajes después del gran clímax. Dos escenas: Louie vuelve a casa y entra al departamento de Ivanka, ahora vacío. El único mueble: el sillón donde vio dormida a Amia por primera vez. La otra: la lección final del doctor Bigelow, que le revela a Louie la abismal incomprensión que tiene de la vida y del amor: “Esto, la ruptura del corazón, es la mejor parte de la relación”, dice el doc. “Creí que era la peor”, responde Louie. “No: la peor es cuando la olvidas.” Y ese olvido comienza a ocurrir unos instantes después, cuando Louie recibe una foto de Pamela, pintándole dedo, y él sonríe: la vida –lo que Louie conoce inocentemente como vida– vuelve a echarse a andar.
Según yo, ese final es un final más “completo” para Elevator –y es un final que, de paso, guiña al de Life lessons de Scorsese (1989), con un protagonista reincidente en relaciones incompletas o destructivas dichoso ante la posibilidad de meterse en una nueva relación con la promesa de ser tan problemática como las anteriores.
Y ahora sí, amigos, los dejo lidiar con el problema de que Louie estuvo cerca de violar a Pamela la noche del lunes. ¿Qué van a hacer al respecto?
Porciertos:
· “Ni siquiera sé bien tu nombre pero debes ser la persona más aburrida que he conocido.” La sabiduría del doctor Bigelow es devastadora.
· ¿Notaron que el acoso de Louie a Pamela está filmado como la noche en que Louie y Amia por fin tienen relaciones? De alguna forma ¿inteligente? ¿torpísima? (no lo sabremos hasta que termine esta temporada) CK crea una contaminación cruzada:
Daniel Krauze. ¡Eres un cobarde, Ruvalcaba! ´Ta bueno, pues: A tomar el toro por los cuernos. Espero me disculpen si entro al tema de ladito, a tientas, para no meter la pata.
Recuerdo que, en la pasada mesa redonda sobre crítica de cine, Alonso elogiaba la capacidad que tienen los Coen para cambiar de género espontáneamente a la mitad de sus películas. Me da la impresión de que Louie lleva esa destreza a otro nivel (¿decirlo es sacrilegio?). Échenle ojo al inicio del último episodio de Elevator. ¿Cómo empieza? ¿Qué es eso? Saltos temporales y espaciales van de una suerte de comedia del absurdo a tomas lánguidas de Louie y Amia, casi suspendidos en el tiempo, debajo de un quiosco, en un Nueva York yermo y marchito. Edward Albee aplaudiría la primera mitad: la sofisticación de esa burla que expone la ridícula cacofonía de las noticias. Y me parece que Terrence Malick aplaudiría la segunda parte: el silencio tenso, la naturaleza tan cautivante como opresiva, la inexplicable huida de Amia.
Regresaré al tema de los cambios de género en el resto de ese episodio, pero vamos a la cuasi violación. ¿A ustedes también les recordó a esa secuencia incomodísima en Once upon a time in America cuando Robert de Niro arruina la cita perfecta al violar a su amor de infancia? No es la violación en sí la que me remite a ese desenlace en Louie, sino (de nuevo) el abrupto brinco de tono. La dulzura que se disipa en un parpadeo para revelar algo siniestro. La secuencia sirve para darle la razón a Grodin: para Louie, la vida, el amor y el deseo son jeroglíficos indescifrables. La “violación” de Pamela subraya eso, sí, pero también reviste de amargura el romance con Amia, convirtiéndolo en una especie de afortunadísimo (¿e irrepetible?) acierto.
(Ojo: lo que Louie intenta es precisamente repetir el cortejo con Amia. ¿Dónde encuentra por primera vez a la húngara? En un sillón. ¿Dónde se topa con Pamela antes de atacarla? Ídem. Visto así, el impulso siguiente de Louie es entendible y francamente tristísimo. Tan prendado queda de la húngara que pretende emular/forzar esa semilla de amorío con la primera persona que tiene enfrente).
¿A alguien más le pareció notable ese instante, lyncheano hasta la médula, cuando Louie entra a rentar un coche en medio de la tormenta y el dependiente de Hertz lo espera como si afuera no estuviera cayendo un diluvio bíblico? El contraste es tan surreal como este cuadro de Magritte:
Surreal. Absurdo. Torvo. Bello. Cómico. Dramático. En menos de una hora, CK aborda todos estos tonos. Ni uno le sale mal.
Luis Reséndiz. Serious question: Have we reached a point where Louis C.K. is so untouchable that no matter what he does, it HAS to be secretly brilliant?, preguntó en twitter Linda Holmes, de National Public Radio. Independientemente de que decir eso me parece, para un crítico, una aceptación de la derrota a manos no de un programa (en este caso, Louie) sino de sus seguidores (la gente que opina que es brillante o secretamente brillante), creo que el tuit de Holmes es interesante porque nos dice cómo se ve la televisión actualmente, cómo muchos comentadores nos hemos forzado a opinar en cuanto un capítulo sale al aire.
Yo considero que no: no hemos llegado a un punto en el que Louie esté exento de ser criticado. Una prueba está en los recaps de Danielle Hendersonen Vulture : siempre respondones, siempre señalando las cosas con las que está en franco desacuerdo. A veces Henderson lo hace mediocremente, como cuando dice “I wasn’t sure where he was going with this” en más de una ocasión. Dan ganas de contestarle: “¿Entonces para qué te leemos?” Henderson sentencia: “This was fucking rapey, no questions asked.” Es verdad: fue como-de-violación. Fue casi-una-violación, con todo lo que eso significa. Pero un error grave es soltar la sentencia así, a botepronto, sin contextualizar.
Me explico, y perdonen las perogrulladas que vaya dejando en el camino: Louie es una serie, y el episodio que vimos fue el décimo, lo que significa que aún faltan cuatro episodios. O sea, estamos ante una obra incompleta, en formación. Más aun: Louis CK, el creador, director, guionista y actor de Louie, su serie, ha soltado durante esta temporada varios comentarios acerca de la condición de las mujeres en la contemporaneidad, en la forma en la que las percibimos los hombres. Lo hizo en ‘So did the fat lady’ y, sin ir más lejos, lo hizo durante ‘Pamela pt. 1’, con un monólogo que Louis CK ya había presentado en SNL que gira alrededor de la idea de un dios hombre como símbolo del machismo. Así, creo que “condenar” la violación de este episodio es olvidar –dándole la razón a los cursis que dicen que vivimos en una sociedad sin memoria– los ejes temáticos de esta temporada. El torpísimo e incómodo intento de violación que Louie ejerce contra Pamela es, entonces, otro comentario, otra aguda observación –precedida por el monólogo, lo que la enmarca lo suficiente, a mi forma de ver– acerca de la manera en que los hombres ejercemos violencia en contra de las mujeres sin recibir un castigo o, peor aún, sin siquiera percibirlo. (Las observaciones de Alonso respecto a los encuadres y las de Daniel respecto a la simetría de las situaciones me ayudan a pensar esto.)
Por supuesto: habrá que esperar a que la temporada termine y, allí sí, nos juntamos de nuevo a ver si es cierto o si nomás fue un fallido desplante narrativo. Yo, francamente, no lo creo. No fue brillante, pero tampoco secretamente brillante: fue una pieza más que conecta con las otras que conformarán, si todo sale como se espera, la cuarta temporada de Louie.
Porciertos:
· Doctor Bigelow, jugador más valioso de los episodios en los que aparece. Él y Jane lo mismo me alegran que me devastan.
· Adiós, Amia. Te vamos a extrañar:
Y bienvenida de vuelta, Pamela. A ver si Louie al fin aprende algo:
Alonso Ruvalcaba. Una última intervención: los recaps requieren precisamente el comentario de un capítulo en cuanto sale al aire. Su función inicial era la de la recapitulación o sumario, si acaso para mantener al espectador al día en tramas y personajes de una serie cualquiera. (Básicamente, un recap equivalía a esos resúmenes al principio de un episodio que comienzan con un "Previously on…") Naturalmente, con el avance formal, temático, dramatúrgico de las series televisivas los recappers han enriquecido sus notas con comentarios que se alejan cada vez más de la mera recapitulación y exploran técnicas, recursos, contextos.
Pero: he aquí que el desarrollo dramático de la serie, sus hechos sucesivos, ahí están, cada semana –y están ahí más allá de su posible resonancia temática en el todo de la temporada o de la serie. No comentarlos con el pretexto de que “hay que darle tiempo” me parece una nueva forma de timidez. Había pensado que comentar ‘Pamela pt. 1’ y el intento de violación cometido por Louie es tan difícil como debió ser para los primeros recappers de Los Soprano cuando les tocó hablar de ‘College’ (T1E05), el episodio que contenía el primer asesinato cometido por Tony en la serie. ¿Debemos seguir invirtiendo nuestro tiempo en un asesino como éste? Ahora que vuelvo al asunto pienso que no: es aún más difícil. (Para muestra: los trastabilleos de Danielle Henderson, Zoller Seitz, Alan Seppinwall, nosotros tres y, al menos en parte, Todd VanDerWerff.) Veamos.
El crimen de Tony Soprano es cometido dentro de una suerte de marco ético. Fabian Petrulio había entregado a sus colegas criminales al FBI y entrado al programa federal de protección de testigos (ahora bajo el nombre: Fred). Pero ser “hecho” en la mafia incluye el juramento, so pena de muerte, de no revelar información de la organización –this thing of ours– a la policía. En cambio, el “crimen” de Louie es cometido fuera de cualquier marco ético: el impulso es la soledad, la calentura, el egoísmo, la confusión, la estupidez. El asesinato de Fred es una suerte de reequilibrio del mundo a través de Tony; el intento de violación de Pamela es una confirmación del desequilibrio del mundo a través de Louie. Fred –un criminal aún secretamente activo– es en parte responsable de su propio asesinato; Pamela sólo es culpable de ser mujer y estar en el departamento de Louie. (Eso sí, a pesar de sus diferencias, ambos crímenes son formas de conservadurismo: uno de la tradición mafiosa, el otro del status quo del macho blanco.)
Más: Tony, a esas alturas, era ya una fuerza de la naturaleza, y su decisión de asesinar a Fred sucede bajo extrema presión, especialmente de su hija Meadow (recordarán que está de viaje con ella, visitando una universidad, y que al principio del viaje su hija lo cuestiona: Dad, are you in the mafia?). Louie, en cambio, es inarticulado, blando y torpe cuando no está en el escenario; sí, acaba de salir de una relación chispeante y difícil pero sólo se encuentra bajo la presión de su propio deseo. Es revelador que la posibilidad de que sus hijas despierten y lo “descubran” forzando a Pamela a un intercambio salival ni siquiera pase por su mente. Inmediatamente después de su crimen Tony mira al cielo: una bandada de patos (un motif importantísimo en la primera temporada de Los Soprano) simboliza una familia y un cuidado; y trae pérdidas a la mente de Tony: de hombría pero también de inocencia. Inmediatamente después de su crimen Louie se recarga en la puerta, aliviado, y hace un fist pump o una semirroqueseñal. ¿Deseo invertir tiempo en un tipo como éste? Es mucho más fácil responderse afirmativamente en el caso de Tony que en el de Louie.
Está claro que David Chase estaba tratando de decir cosas al poner a Tony en una situación como la de ‘College’; también estaba tratando de explorar las posibilidades de sus personajes y de la televisión misma. Es claro que Louis CK está tratando de decir cosas al poner a Louie en una situación como la de ‘Pamela pt. 1’, además de que está explorando las capacidades de sus personajes y los límites de la televisión actual. (Si nada más, CK ha demostrado una enorme valentía al someter a Louie a esta degradación para “decir algo” o for the sake of argument.) Esas cosas están claras, y sin embargo: no comentar las acciones de los personajes es una timidez y más que eso: es negar que nos atrapan como personas; es despojarlos de sus cualidades humanas para hacerlos títeres de un creador y de su agenda.
Porcierto:
· Si están interesados, busquen el ensayo ‘The Sopranos: Episodic storytelling’ de Sean O’Sullivan, que tiene por sujeto el episodio ‘College’. Hay alguna discusión del “problema” del asesinato en el todo de la temporada y la serie completa. Está en How to watch television, Jason Mitchell & Ethan Thompson, eds. (NYU Press, 2013).