The Strategy y Waterloo, los dos capítulos que cierran la mitad de la séptima y última temporada de Mad Men, se centran en el ocaso de la familia nuclear estadounidense, ese grupo sólido y homogéneo formado por una pareja y sus hijos. Como adelanta la campaña de Burger Chef, alegoría principal de esta fase, se avecina una reconformación donde el hogar y la familia serán conceptos tan añorados como difusos. Bienvenidos al último tercio del siglo XX.
1 Quizá el prejuicio más común en torno a Mad Men consista en que es una experiencia vicaria cuyo objetivo se reduce a describir lo que significaba vivir con éxito en los sesenta; un ejercicio nostálgico que celebra lo que debería denunciar. Si el programa se desarrollara en la actualidad, argumentan algunos, la corrección política impediría que vitoreáramos cómo los ejecutivos de Sterling Cooper and Partners (SCP) se regodean en el lujo, la misoginia y el alcohol. Al situarlo en los sesenta, en cambio, todo está permitido. Como sabemos, el vehículo de entrada a este mundo es Don Draper, el genio creativo que se convirtió a escasos meses de estrenarse el programa en uno de los pocos iconos de masculinidad del siglo XXI (la ironía: proviene de una época que a pocos les gustaría en verdad revisitar). El prejuicio no es exclusivo de los detractores del programa. Incluso hoy, no es extraño a encontrarse a espectadores casuales que aún piensan en Don Draper como una especie de modelo a imitar. A veces se bromea, no sin razón, que Mad Men es el factor responsable de que el ego de los creativos publicitarios linde ya en lo insoportable: todos se sueñan Don Draper.
Ante esto, no extraña que, en términos de audiencia, hoy Mad Men sea víctima de su propio éxito. El programa ha perdido público desde que abrió su juego en la quinta temporada, hace un par de años, cuando era evidente que lo que veíamos en pantalla no era una celebración, sino una caída. La degradación consistente de Donald Draper en un perdedor alcohólico y desempleado representó un duro golpe para la audiencia aspiracional del programa. Los ratings hablan por sí mismos: este final de media temporada apenas registró 1.9 millones de espectadores, una baja de casi un millón de personas en comparación con el último capítulo del año pasado. En Waterloo, a manera de juego metatextual, Jim Cutler (Harry Hamlin, gozosamente afectado) resume el sentimiento de una buena parte de la audiencia despistada que no comprende ya el sentido del programa: “Eras una nube de misterio. Ted y yo solíamos estar intimidados por ti. ¿Qué tramará ese hombre? Pero ahora que me encuentro tras bambalinas, estoy profundamente decepcionado. No eres más que un bully y un borracho, un jugador de futbol en un traje.”
Algunas series no se merecen a sus fans, supuestos o reales. Mad Men no es la excepción. Es una pena, ya que la saga creada por Mathew Weiner realizó algo totalmente subversivo en los primeros capítulos de esta temporada: a contracorriente de lo esperado (un tono oscuro y pesimista), pero sin someterse a ninguna concesión o servidumbre, la serie ha conectado los que quizá sean sus episodios más románticos y solares. Mad Men se encamina a su crepúsculo con una fuerza emotiva impensable hace unos cuantos episodios, cuando la espiral descendente de sus protagonistas se dibujaba como un destino manifiesto.
2 The Strategy gira alrededor de personajes obsesionados con preservar una familia que saben perdida. Pese a contar con una novia que lo alienta y potencia, Pete se aferra a la obsesión de regresar a una esposa e hija que ya no lo reconocen. No sólo no logra recuperarlos, sino que al parecer arruina las posibilidades genuinas de reinvención que le ofrecía su ambiciosa pareja californiana. Megan desea reconciliarse con Don y viaja a Nueva York. No obstante, como percibe en su regreso, el “hogar” de su esposo no es el departamento que compartía con ella, sino la oficina de SC&P en la que intenta permanecer a toda costa. Los pasajes más memorables del personaje de Megan siempre estuvieron ligados a rutinas de manipulación en las que se exhibía frágil y llorica (basta recordar la manera en que le roba el comercial a su amiga en The Phantom, el capítulo final de la quinta temporada). Los desplantes actorales han terminado: el diálogo telefónico con el que finiquita la relación en Waterloo es el momento más honesto de su matrimonio.
3 Bob Benson busca adquirir una familia nuclear con todo y abuela a través de un matrimonio postizo con Joan. La propuesta matrimonial es elocuente -y gracias a la actuación de James Wolk, hasta conmovedora-, pero Joan, quien siempre intuyó la homosexualidad de Benson, la rechaza con un argumento contundente: el derecho a esperar algo más que una impostura. Joan ya se prostituyó una vez (The Other Woman, S05E11), ¿por qué eternizar esa condición ahora que es socia de la firma? Bob cree que la presión social es motivo suficiente. Error. Estamos en 1969: si bien insatisfactorio, el estado de las cosas ha cambiado sustancialmente. El diseño interior del departamento de Joan –que por momentos hace ver la interacción con Benson como si estuviéramos dentro de una casa de muñecas- resalta la artificialidad de la pretendida unión, su monstruosidad intrínseca. Pensamos en Far from Heaven, el homenaje de Todd Haynes a los melodramas estilizados de Douglas Sirk. La soledad detrás del color.
4 El inicio de 1969 había sido duro para Peggy Olson. En el plano profesional, aún nada a contracorriente con el machismo prevaleciente en la agencia. La falta de disposición de sus colegas masculinos para reconocerla como directiva ha sido exacerbada por el regreso de Don, quien funge de manera orgánica como el referente creativo obligado de la firma. En el plano sentimental, Peggy se encuentra desamparada: dolida por el desastre amoroso con Ted y sin ningún apoyo aparente de amigos o familiares, con la excepción de Julio, el niño latino con el que ha establecido una relación maternal entre jocosa y conmovedora. Como muchas mujeres que rompen el techo de cristal, Peggy se enfrenta a un dilema que no experimentan sus contrapartes masculinas: elegir una carrera exitosa (lo que implica dedicar el doble de esfuerzo y tiempo que el destinado por un hombre en el mismo puesto ejecutivo) o construir una familia. En sus veintes, con la ayuda de Don, Peggy optó por sacrificar la posibilidad de ser madre a cambio de la realización laboral, por lo que tuvo al hijo de Pete en secreto y lo dio en adopción a sus familiares. “Es perturbador descubrir lo poco que importan las cosas que decides olvidar”, le señalaba Draper en The New Girl (S02E05). En sus treintas, Olson parece estar aún más segura del rumbo que debe de tomar su vida; los costos, sin embargo, son cada vez más onerosos. Este entendimiento mutuo de los sacrificios que implica la reinvención es el vínculo irrompible que une a Peggy con Don. En The Strategy, My Way no es una canción desafiante que reafirma decisiones de vida, sino una pausa reflexiva que cuestiona los errores cometidos. Tampoco vale la pena lamentarse: lo único que queda es bailar.
5 Eso es lo que los personajes principales de Mad Men hacen en Waterloo: bailar. Convencido de que Cutler va terminar expulsándolo de SC&P, Don le cede la pista de baile de Burger Chef a Peggy, quien entrega un pitch extraordinario, el complemento perfecto del lance de Don para Kodak en The Wheel(S01E13). Debajo de una apariencia armónica, ambas ideas esconden un origen desesperanzador. Quizá todos anhelamos regresar a las vivencias que desfilan por el Carrusel, pero lo que nos explica son los momentos inconfesables que dejamos fuera, no los instantes posados que almacenamos para convencernos que alguna vez fuimos felices. Lo mismo sucede con Burger Chef. Como sus mismos ejecutivos aceptan, Burger Chef es la respuesta artificial a una crisis: la pérdida del hogar. El discurso queda apuntalado por la serie de familias nuevas que vimos sentadas frente al televisor durante el alunizaje.
Los Sterling
Bert y su ama de llaves
La oficina de SC&P
Y los Francis
Todos esos hogares son productos de cambios sociales (abandono, divorcio, nuevos modelos de trabajo), o de conductas sospechosas (¿por qué Cooper vive como eunuco?), pero ninguno es tradicional. Lo más probable es que la familia del 2014 que sigue Mad Men domingo a domingo tampoco lo sea. ¿Existe aún esa familia?, se pregunta Peggy en The Strategy. No importa, como ella misma establece en su pitch: “there´s always family supper at Burger Chef.”
6 En The Monolith (S07E05), Bert acusa a Don de no aceptar la realidad y querer imponer su presencia en una compañía que ya no le pertenece. En Waterloo, Bert le dice a Roger que no es un líder y que no cuenta con la habilidad necesaria para dirigir la empresa. Ambos prueban en los hechos lo imprecisa que resulta la percepción, sobre todo en el caso de Sterling. Tras estar obnubilado por el ácido y el sexo grupal, Roger se coloca a la altura de su talento y recupera el control de SC&P. El precio: vender el 51 por ciento de las acciones a McCann, agencia que se compromete a tratarlos como una unidad independiente (de no ser así, el título del episodio,Waterloo, cobraría un sentido ominoso que no sería novedad en Mad Men). Hay algo rítmico en la junta en la que Roger concreta su golpe de estado. La danza es delirante y divertida. Ni siquiera Cutler se resiste a quedar fuera de la pista de baile. “¡Es demasiado dinero!”, exclama con el cinismo característico de un verdadero publicista.
7 En 2011, la NASA anunció el fin de la era de los transbordadores espaciales. Salvo algunos nostálgicos, nadie pareció lamentarlo. Hoy, gracias al interés suscitado por productos culturales como Cosmos yGravedad, así como por los telescopios que han revivido la inquietud por saber con certeza si hay vida en otros planetas, el espacio parece estar nuevamente de moda, aunque más como metáfora que como frontera por explorar. En mayor o menor grado, todos contamos un conocimiento sólido de nuestro Sistema Solar y la galaxia en la que se encuentra. Visitar el espacio ya no produce tanta excitación, sobre todo a escasos meses en los que hacerlo será una posibilidad del turismo de alto nivel. No parece haber territorios por conquistar, con la excepción, claro, del que nos transformaría en nuestros propios dioses: la victoria sobre la muerte.
Los primeros siete capítulos de esta temporada final han contrastado la idea del avance tecnológico con la naturaleza desechable del hombre. La lógica, terrible e imparable, redujo el margen de maniobra de Draper y los creativos en la oficina. También fue el detonador de que Ginsberg perdiera la razón y le advirtiera a todos (espectadores incluidos) de que la mejor ruta era el escape. En Waterloo, la conquista del espacio –la culminación tecnológica- subraya las esperanzas y sueños comunes de los personajes (“the moon belongs to everyone”), así como algunas de sus carencias (Sally y sus explosiones hormonales), pero sobre todo nos recuerda la decadencia inexorable que deriva en la muerte. Al final, lo que hacemos no es elegir demasiado acerca de nada. Lo que hacemos es sucumbir. Bravo, Bert.
Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.