Es casi imposible distanciarse: en el marco del 48º Festival de Cine de Nueva York se estrenó The Social Network (2010), la esperada película de David Fincher que se ocupa de los orígenes de Facebook. Es casi imposible no sentirse apelado por esta cinta pues hoy, siete años después de su creación, Facebook ya forma parte de nuestras vidas. O –para el momento en que escribo esto– de la vida de una de cada catorce personas en el mundo.
El ya visitadísimo trailer de la película parece contarlo casi todo:
1) Que en un día cualquiera de 2003 Mark Zuckerberg inventa Facebook en su dormitorio de Harvard.
2) Que Facebook crece veloz, imprevisible, incontrolablemente.
3) Que el mejor amigo de Zuckerberg, y CFO de la empresa, Eduardo Saverin, lo demanda por 600 millones de dólares.
4) Que todo, absolutamente todo, se complica.
Pero la película trata, en realidad, sobre otra cosa.
Desde la primera, fantástica escena se nos muestra a Mark Zuckerberg (magistralmente interpretado por Jesse Eisenberg, cuyos movimientos acartonados y miradas condescendientes conocimos en The Squid and the Whale) como un nerd con un resentimiento y una torpeza social evidentes: Mark y Erica –su novia, una estudiante de Boston University– conversan en un bar. Rápidamente Mark deja ver su apetito por formar parte de la élite social de Harvard y sospecha del nivel intelectual de Erica, palabras que provocan el rompimiento de la relación. Unos segundos después Mark atraviesa el campus hasta llegar a su dormitorio. Destapa una cerveza, prende su computadora y empieza a bloggear sobre la chica, insultándola de nuevo, ya no cuestionando su nivel intelectual sino su belleza y su talla de brassiere. Unas cervezas más y Mark hackea las páginas electrónicas de los dormitorios de Harvard, ingresa a los archivos fotográficos de ellas y fabrica un sitio web, Facemash, en el que los usuarios pueden mirar las fotos de dos estudiantes y decidir con un click cuál es la más sexy. El sitio corre de voz en voz por todo el campus y en poco tiempo la red de Harvard se colapsa. Este es, pues, el creador de Facebook según David Fincher y su guionista Aaron Sorkin: un pedantísimo y genial joven que no tiene ni la más mínima inteligencia social. O en palabras de Erica: “an asshole”.
El resto de la trama pinta un gran retrato de la abominable competividad burguesa. Mark inventa Facebook –y se gana sus billones– no porque desee crear una democrática red social o para incidir de esta o tal manera sobre el mundo sino sencillamente porque no tiene el cuerpo de un atleta ni el abolengo de sus compañeros; porque no pertenece a los clubes selectos de Harvard; porque no es invitado a las fiestas más exclusivas del campus. Mark, según The Social Network, crea Facebook para tener acceso a todo lo anterior a través de una red social, al principio exclusiva, en la que –como sabemos una de cada catorce personas de este mundo– uno puede darle vuelo a su superyó.
Para construir el retrato del Zuckerberg de aquellos años, la película se sostiene a la vez en datos reales y en una fuerte carga de ficción. Al final el retrato de Zuckerberg tiene que ver menos –al parecer– con el chico real que con un cliché generacional: el “nerd” y su torpeza social, luego mitigada con billones de dólares.
Poco conocemos sobre lo que le sucedía, realmente, al verdadero Zuckerberg. Lo que sí sabemos es que el fundador de Facebook donó, el mismo día del lanzamiento de The Social Network, 100 millones de dólares al sistema escolar de Newark, Nueva Jersey, y que apareció modesto y sonriente en el show de Oprah. Sabemos también que la revista The New Yorker le dedicó muy recientemente un extenso y dócil perfil en que el autor, Jose Antonio Vargas, cita lo siguiente:
Terry Semel, the former C.E.O. of Yahoo!, who sought to buy Facebook for a billion dollars in 2006, told me, “I’d never met anyone—forget his age, twenty-two then or twenty-six now—I’d never met anyone who would walk away from a billion dollars. But he (Mark Zuckerberg) said, ‘It’s not about the price. This is my baby, and I want to keep running it, I want to keep growing it.’ I couldn’t believe it”.
¿Más publicidad para Facebook o redención de su fundador?
-Lorena Marrón