Las consecuencias de la negligente protección al patrimonio
El incendio que acabó con el Museo Nacional de Río de Janeiro el pasado domingo ha despertado inquietudes sobre la protección del patrimonio cultural por parte de los Estados.
Aunque las investigaciones no han arrojado información sobre qué provocó el incendio, la opinión generalizada es que la tragedia se pudo haber prevenido. El Museo Nacional de Río de Janeiro era el museo de historia natural y antropológica más grande de América Latina y en sus 200 años de existencia jamás fue remodelado. Paredes desgastadas, goteras, termitas, detectores de humo descompuestos y la falta de un sistema de rociadores, entre otros problemas, ponían a sus colecciones en riesgo. En la década de los 90 los directivos del museo consideraron trasladar el acervo a otros inmuebles, pero la falta de recursos impidió que el proyecto se ejecutara.
Los problemas financieros del Museo, cuya administración estaba a cargo de la Universidad Federal de Río de Janeiro, se exacerbaron en los últimos años denido a la inestabilidad económica y política. Desde 2014, el museo no recibía los 520 mil reales anuales destinados a su manutención. En 2017 recibió 346 mil, y hasta abril de 2018 había recibido 54 mil. El recorte obligó a los trabajadores a iniciar una campaña de fondeo colectivo para reabrir la sala donde se exhibían los restos del Maxakalisaurus, cuya base fue víctima de una ataque de termitas a finales del año pasado, y a realizar una colecta para pagar los servicios de limpieza.
Después del incendio, Luiz Fernando Dias Duarte, subdirector del museo, declaró que durante años exigieron apoyo financiero a diferentes gobiernos, sin éxito. En junio acordó con el Banco de Desarrollo de Brasil un plan de modernización por 5.3 millones de reales brasileños, el cual incluía un equipo de prevención de incendios. Los trabajos iniciarían después de las elecciones de octubre.
La indiferencia de los gobiernos brasileños hacia el recinto era notable. Desde la presidencia de Juscelino Kubitschek, a finales de la década de los 50, ningún presidente lo había visitado.
Meteoritos, momias egipcias y americanas, un sarcófago, fósiles de dinosaurios que solo existieron en territorio brasileño, grabaciones de lenguas que ya no se hablan, frescos de Pompeya, especímenes únicos de mariposas y de artrópodos, artesanías de indígenas del Amazonas y los restos humanos más antiguos de la región conformaban el acervo que tenía el doble de tamaño que el del Museo Británico.
No solo se pierden 20 millones de objetos, sino el trabajo de investigadores dedicados al estudio y preservación del patrimonio brasileño y mundial. Para Gabi Dobral, arqueóloga brasileña, el vacío que deja el incendio es invaluable. Algunos investigadores y empleados del museo conservan la esperanza de que los objetos almacenados en cajas de metal hayan sobrevivido al desastre.
El incendio en el Museo Nacional de Brasil no ha sido el único que ha arrasado con la memoria científica y artística de diferentes culturas. En julio del 2017, varios objetos, incluidas tres pinturas en préstamo del Louvre, se quemaron en el Museo Marítimo de Tatihou, Francia. En 2016 el Museo de Historia Natural de Nueva Delhi perdió varias de sus colecciones de flora y fauna porque su sistema contra incendios no funcionó. Y en 2011 otra institución brasileña, el Instituto Butantan en Sao Paulo, perdió en una deflagración algunos especímenes de arañas, serpientes y escorpiones que se usaban para investigación médica.
En México, la protección del patrimonio histórico está en manos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Además de incendios, las colecciones de los museos están expuestas a inundaciones y sismos. Hace unas semanas, trabajadores de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia denunciaron el riesgo en el que se encuentra el patrimonio bibliográfico y documental por las goteras que tiene el edificio. Los museos cuentan con protocolos de seguridad y su personal es constantemente capacitado para prevenir y saber cómo actuar ante desastres. No obstante, para el director del Museo de Arte Popular, Walther Boelsterly, esto se debe reforzar y es necesario contar con un espacio para resguardar los tesoros nacionales en caso de siniestros, porque la mayoría de los inmuebles que albergan a los museos no fueron construidos con ese fin.
La tragedia en Río de Janeiro es una lección para las instituciones, los gobiernos y la ciudadanía sobre la importancia de proteger el patrimonio. No solo están en juego objetos materiales con miles de años de antigüedad, sino representaciones del mundo, ideas, valores y conocimientos imposibles de recuperar.
¿Por qué la música nos provoca tanto placer?
La pregunta de por qué nos gusta determinada canción es difícil de responder. Puede ser por la melodía, por la letra o porque nos recuerda el momento en que la escuchamos por primera vez. Aunque es algo obvio que escuchar música es una actividad placentera, no parece existir consenso sobre el por qué o el cómo de ese placer. Como explica Roger Mathew Grant, la discusión en torno al placer de la música ha sido constante en la historia intelectual de Occidente; Platón, Aristóteles, Descartes y Rousseau han participado en ella.
Algunas de las teorías explican el efecto placentero de la música por su capacidad para imitar los sonidos de la naturaleza y despertar emociones. Para la ciencia, se debe a la acción de los neurotransmisores. Según un estudio publicado en la revista Nature el año pasado, el placer se experimenta en el cerebro en dos fases. Durante la primera fase, conocida como anticipatoria, la dopamina actúa para provocar una expectativa antes de escuchar la canción. En la segunda fase, la consumatoria, la respuesta de los opioides indica si una canción nos gustó o no.
Estudios anteriores habían corroborado la relación entre los opioides y el placer provocado por el sexo, las drogas o la comida, pero este es el primer estudio enfocado en el placer musical. Los investigadores suministraron naltrexona a los participantes del estudio para inhibir el efecto de los opioides mientras escuchaban sus canciones favoritas. Al analizar los resultados, comprobaron que las respuestas emocionales disminuyeron mientras estuvieron bajo el efecto de la droga. Los participantes manifestaron que su experiencia al escuchar la música fue totalmente distinta. Uno de ellos dijo: “Sé que era mi canción favorita, pero no se sentía como antes”. Otro participante describió a la canción como bonita, “pero no me provocó nada”.
Otros experimentos han demostrado que no solo el núcleo del placer actúa al escuchar música, pues otras regiones del cerebro se activan y ayudan a determinar si una canción será de nuestro agrado. Estas áreas son la amígdala, encargada de procesar las emociones, el hipocampo, que trabaja para el aprendizaje y la memoria, y la corteza prefrontal ventromedial, la cual interviene en la toma de decisiones. En palabras de la neurocientífica Valorie Salimpoor: “la música es un ejercicio para el cerebro entero”.
Las disputas entre el jurado del Man Booker Prize
Podría pensarse que las discusiones de los jurados de los premios literarios transcurren de manera tersa para alcanzar decisiones de manera unánime, pero el archivo del Man Booker Prize revela todo lo contrario. Para celebrar el 50 aniversario del premio, la Universidad Oxford Brookes puso en línea el archivo del premio, el cual contiene cartas, imágenes y videos donde los jueces, ganadores y miembros de la fundación Booker Prize comparten sus testimonios.
El premio nació con la intención de Tom Maschler de crear un reconocimiento que fuera más importante que el National Book Award de los Estados Unidos y cuyo impacto fuera comparable con el Goncourt. “No creo que sea difícil de lograr que sea el premio literario más importante del país porque no hay un serio rival”, escribió en una carta que le dirigió a Charles Tyrrell para solicitarle 10 mil libras anuales para poner en marcha el premio. El empresario aceptó y 50 años después el premio es el más prestigioso en lengua inglesa.
Entre las anécdotas más sorprendentes que se pueden descubrir en su archivo se encuentra la ocasión en que el ganador se eligió en un volado porque el jurado no podía llegar a un acuerdo, y cuando el agente del novelista Fay Weldon fue golpeado por el líder del sindicato de editores después de que el escritor dirigiera un discurso polémico durante la ceremonia de premiación. El ganador de la edición de este año será dado a conocer el 16 de octubre.