Foto: flickr.com/photos/annulla/2872103528

Hasta siempre, Pete

Director de periรณdicos, reportero de buena cepa, novelista, biรณgrafo, memorialista y ensayista, Pete Hamill escribiรณ sobre todo y sobre todos. Su universo era Nueva York, pero en su corazรณn reservรณ siempre un sitio para Mรฉxico.
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“Necesito hablar con Pete”, pensรฉ el pasado 24 de junio. Hacรญa tiempo que no sabรญamos de รฉl. Fui a los estantes, busquรฉ sus libros. Rastreรฉ el correo mรกs reciente que intercambiamos. Era de un aรฑo atrรกs. “En este tiempo espantoso -me escribiรณ- con un peligroso ignorante en la presidencia, pienso en ti cada vez mรกs. Pero ya ves, me limitan varios ‘problemas de viejo’: diรกlisis tres veces por semana, un marcapasos latiendo ahora en mi pecho, y mi cumpleaรฑos el prรณximo 24 de junio (fecha que comparto con ยกLionel Messi!)”. Mi intuiciรณn tenรญa que ver con su cumpleaรฑos, pero habรญa algo mรกs. Una urgencia. De inmediato escribรญ a su esposa Fukiko Aoki. “Sรญ, Pete quiere hablar con ustedes. Organicemos una reuniรณn por Zoom: 28 de junio a las 11:30”.

Ahรญ estuvimos Andrea y yo, frente a la pantalla. Fukiko como siempre, discreta, gentil e imperturbable, le tomaba la mano. Y Pete estaba tambiรฉn, delgadรญsimo, casi en los huesos, pero con una inmensa sonrisa. “Cuรกnto le debo a Mรฉxico, cuรกnto me dio Mรฉxico. Nunca podrรฉ olvidar mis aรฑos allรก: los llevo conmigo”. Hablaba pausadamente, con una gravedad inusual. Sentรญamos y sabรญamos que era una despedida. Muriรณ la maรฑana del 5 de agosto en un hospital de Brooklyn, su ciudad natal, a los ochenta y cinco aรฑos de edad.

El obituario de Pete Hamill en el New York Times tuvo centenares de comentarios. Leรญ la mayorรญa. Eran como ramos de flores dejados a la puerta de su casa. Representaba algo invaluable e irrecuperable del alma de Nueva York, algo contrario a la prisa y la rudeza, la vieja dignidad irlandesa hecha de calor humano, honestidad, trabajo, solidaridad, fortaleza y humor. ยฟCรณmo resumir en una lรญnea su extraordinaria vida? Director de periรณdicos, reportero de buena cepa, novelista, biรณgrafo, memorialista y ensayista, escribiรณ sobre todo y sobre todos: la guerra de Vietnam y Sugar Ray Robinson, los barrios pobres y la condiciรณn de los afroamericanos, Sinatra y John Lennon. Su universo era Nueva York, pero en su corazรณn reservรณ siempre un sitio para Mรฉxico.

Pete viviรณ en Mรฉxico entre 1956 y 1957. En una conversaciรณn pรบblica que tuvimos en 2013 en Nueva York, explicรณ el sentido de esa experiencia: “Mรฉxico nos infundรญa un sentimiento inmediato de liberaciรณn. Barrรญa con todas nuestras certezas anglosajonas y nos hacรญa darnos cuenta de que no nos definimos por ser estadounidenses, sino como seres humanos”. Mรฉxico era un puerto de libertad. No por casualidad Dalton Trumbo, Jean Rouverol y Hugo Butler se habรญan mudado a Mรฉxico huyendo de la caza de brujas del senador McCarthy. Pete conocรญa bien su historia. Alguna vez pensamos hacer un documental que se titularรญa “And they all came to Mexico”.

Pete se matriculรณ en el Mexico City College, pero sus trabajos acadรฉmicos fueron lo de menos. Se zambullรณ por entero en la cultura popular mexicana. Fanรกtico del box, se aficionรณ a ir a la Arena Coliseo para ver pelear a Josรฉ “Toluco” Lรณpez. “Era mejor que el Ratรณn Macรญas”, me decรญa, apretando la mandรญbula y dibujando un jab a la manera de su รญdolo. “De allรญ รญbamos a oรญr mariachis a Garibaldi y a Cuco Sรกnchez”, y comenzaba a cantar: “De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, la mujer que a mรญ me quiera, me ha de querer de a de veras…”. Recordaba con nostalgia las pelรญculas de Pedro Infante y la emociรณn que sintiรณ al ver a policรญas llorando la muerte del รdolo de Guamรบchil. No todas sus parrandas terminaban bien: pasรณ cuatro noches infernales en la cรกrcel de Lecumberri. Pete volviรณ a Mรฉxico en los ochenta, para dirigir fugazmente un diario local en inglรฉs, y a fines del siglo pasado decidiรณ volver cada aรฑo por temporadas largas para escribir sus novelas. Fue entonces cuando nos hicimos amigos: bajo el volcรกn, en Cuernavaca.

“Fui muy amigo de Sinatra pero con el tiempo la polรญtica nos alejรณ: aprendรญ que todas las cosas tienen su fin, que nada dura para siempre”. No se referรญa solo a la evanescencia del amor, el tema de Sinatra, sino de la amistad. Pero habรญa excepciones. Pete se quejaba de que en las entrevistas le preguntaran por las mujeres cรฉlebres que cortejรณ (Jacqueline Kennedy, Shirley MacLaine) y no mencionaran a Fukiko, su mujer desde 1987. Hace unos aรฑos, cuando Pete enfermรณ severamente y entrรณ en coma, los doctores lo sedaron y declararon que ya no despertarรญa, que era mejor dejarlo ir. Fukiko no se dio por vencida. Esperรณ tres dรญas y Pete despertรณ. Lo cuidรณ cada dรญa. No la evanescencia, la eternidad del amor.

Me dedicรณ su libro Forever, “para siempre, abrazos, mano!”.

 

 
Publicado en Reforma el 9/VIII/20.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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