Cierta ocasiรณn estuve en un pueblo universitario en los Estados Unidos. Fui a cenar con un par de profesores. Nuestra conversaciรณn en espaรฑol nada tenรญa que ver con asuntos raciales, pero yo mencionรฉ la palabra โnegroโ. No recuerdo si hablaba de un agujero negro o del vodka Oso Negro o de mi pasado, pero tan pronto dije lo que dije, los profesores se pusieron tensos y me sugirieron que no usara esa palabra, pues se parecรญa mucho a the N word. Aunque yo no alzo la voz cuando converso, no dejรณ de amilanarme que desde otra mesa alguien pudiese estar escuchando, juzgando y condenando alla ัะพะฒะตััะบะธะน.
El escritor azerbaiyano Anar tiene un cuento que mezcla humor con terror. Ocurre en 1937, cuando la purga estalinista. Un vehรญculo se estaciona a las dos de la maรฑana frente a un edificio y entran dos hombres. En ese mundo en el que todos podรญan ser inculpados por cualquier palabra o gesto o chisme o calumnia, cada uno de los inquilinos piensa โya vienen por mรญโ, y se nos va relatando lo que ocurre en cada departamento mientras retumban los pasos por las escaleras y pasillos. El del nรบmero cuatro tiene siempre listo su neceser de preso. En el nรบmero seis, discute una pareja porque a alguien se le habrรก salido un comentario inculpador. โYo sรฉ que a tus amigas les gusta el chismeโ, dice รฉl. ยฟO era que la pequeรฑa hija habรญa cantado una canciรณn de cuna prohibida?
De manera mรกs histรณrica y menos literaria, este periodo lo cuenta Orlando Figes en Los que susurran. Esa existencia en la que habรญa desaparecido la vida privada, en la que se desconfiaba de todos, en la que una mera broma llevaba a las personas a morir a Siberia.
Recordemos que un hรฉroe-mรกrtir de aquellos aรฑos fue Pรกvlik Morรณzov, un mocosuelo que acusรณ a su padre de realizar actividades antisoviรฉticas. El padre fue fusilado, y algunos parientes, muy molestos con Pรกvlik, tomaron venganza y lo asesinaron. Los parientes serรญan a su vez ejecutados luego de que se les tildรณ de reaccionarios.
Esta popular hazaรฑa de Pรกvlik elevaba el chisme a la categorรญa de virtud patriรณtica. Los niรฑos la aprendรญan en la escuela y sabรญan que debรญan denunciar a sus padres. Figes cita un testimonio:
Despuรฉs de la historia de Pรกvlik Morรณzov, uno tenรญa miedo de que se le escapara cualquier comentario imprudente, incluso delante de tu propio hijo, pues รฉl podรญa a su vez repetirlo sin querer en la escuela, lo reportarรญan a la direcciรณn y le preguntarรญan al niรฑo, ยซยฟdรณnde escuchaste eso?ยป. Entonces el niรฑo responderรญa, ยซlo dijo papรก, y papรก siempre tiene razรณnยป, y antes de que pudieras darte cuenta te habรญas metido en graves problemas.
El chisme era tan poderoso, que si alguien deseaba el puesto o la mujer de otro, bastaba con soltar un rumor para hacer a un lado a su rival. Una vez torturado, cualquier preso confirmaba y aumentaba su culpa. โEstaba listo para confesar que era sobrino del papa y trabajaba bajo sus รณrdenesโ, dijo un judรญo prรณximo a ser ejecutado.
Los ciudadanos soviรฉticos vivรญan en inmuebles comunales. Por eso el tรญtulo de Los que susurran. Las paredes que habรญan improvisado para seccionar las viviendas eran delgadas, a veces no alcanzaban el techo, a veces eran meros cortinajes. โLas conversaciones privadas eran un problema aparte. La charla era claramente audible entre habitaciones colindantes, asรญ que las familias se acostumbraron a susurrar.โ Pero el susurro tambiรฉn podรญa inculpar. ยฟQuรฉ estรกn diciendo que no pueda decirse en voz alta?
Lo que sรญ se escuchaba aunque se quisiera disimular, eran las delicias del amor.
Esta invasiรณn de la privacidad y la propiedad privada podemos leerla tambiรฉn en Doctor Zhivago. โDespuรฉs de su expulsiรณn de Rusia aquellas habitaciones habรญan sido cedidas a otros, y no quedaba nada de sus cosasโฆ Pero estas dos habitaciones se habรญan convertido en tres. Mediante planchas suplementarias, se habรญa conseguido un entresuelo entre ambos pisos, con una ventana, rara para una habitaciรณn, de un metro de altura, que nacรญa a ras del suelo.โ
En El maestro y Margarita alguien inventa un chisme sobre el maestro para quedarse con su bonito departamento. La tensiรณn con la que se convivรญa en estos espacios puede leerse en una discusiรณn que escucha Margarita: โLe dirรฉ, Pelagueya Petrovna, que hay que apagar la luz al salir del retrete; si no, presentaremos una denuncia para que la desalojenโ.
Se perdรญa la individualidad. Se infundรญa temor. Se rompรญa la lealtad. Campeaba el chisme.
En una reuniรณn entre amigos, Mandelstam recitรณ un poema sobre Stalin. Le llamaba โel montaรฑรฉs del Kremlinโ. Vitali Shentalinski nos cuenta:
Los รณrganos tenรญan una persona infiltrada en el cรญrculo de amigos del poeta. Mandelstam no confiaba esos poemas al papel, pero a menudo los declamaba ante mucha gente. El nombre de la persona que lo delatรณ sigue siendo un misterio. Pero ยฟimporta realmente? โSi no es uno, serรก otroโ, dijo con aire indiferente el propio Mandelstam mรกs adelante.
La primera ediciรณn de ese poema es un manuscrito que obligaron al poeta a escribir en la Lubianka. Con mano lรกnguida, comenzรณ a deslizar la pluma:
Vivimos sin sentir el paรญs bajo nuestros piesโฆ
Mandelstam habrรญa de morir de hambre y frรญo en un tren que lo transportaba a un campo de prisioneros en Vladivostok.
Hoy como siempre florecen los Pรกvlik Morรณzov, serviles seres viles. โSi no es uno, serรก otro.โ Pero tratรกndose de chismes, no hay que tomar la estafeta, sino matar al mensajero.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.