José Bianco
Sombras suele vestir. La pérdida del reino. Las ratas
Girona, Atalanta, 2013, 380 pp.
¿Quién fue Bianco? Cuentista, le sobreviven tres relatos memorables; novelista, fue autor de una sola y espléndida novela; ensayista claro y brillante; editor, lo fue por décadas de la mítica revista Sur. La pérdida del reino, título de su única novela, da nombre al volumen publicado por Atalanta, un libro que pudo ser mejor. Recupera sus tres cuentos, incluye el fragmento introductorio de su novela, reúne un conjunto de sus ensayos de crítica literaria y se da el lujo de incluir cuatro entrevistas que dan cuenta de su paso (y honda huella) en Sur. Este libro de Atalanta es básicamente el mismo que publicó el Fondo de Cultura en México en 1988, solo que reducido. Es una pena que el Fondo no reeditara este libro y que sea Atalanta, en una versión menor, la que ponga de nuevo a circular, con justicia, a José Bianco. El libro perdió, de la edición del Fondo a la de Atalanta, treinta y tres artículos y ensayos, algunos muy notables como “El ángel de las tinieblas”, dedicado a la intensa relación (nunca se conocieron) entre Marcel Proust y Paul Léautaud, sus ensayos sobre Voltaire y Sarmiento, ejemplos de magnífica crítica literaria, y crónicas diversas, entre ellas una curiosa “Crónica mexicana”. Pese a esta disminución de contenido, no me queda sino agradecer a Atalanta que haya colocado a José Bianco dentro de la conversación literaria de nuestro tiempo. Es una figura en verdad enriquecedora. Fue maestro en el arte de hacer bien las cosas.
Su principal aporte en Sur, revista a la que se incorporó en 1938 primero como secretario y después como jefe de redacción, fue haber impulsado la publicación de “más literatura de imaginación, que aparecieran cuentos que trataran de evocar la realidad y no se contentaran con describirla”. La creación, en términos editoriales, de un espacio privilegiado para la imaginación posibilitó que apareciera la mejor literatura en lengua española en ese entonces. Se sucedían, casi mensualmente, cuentos de Borges, de Eduardo Mallea, de Manuel Peyrou, “relatos de todas las épocas, de cualquier género, fantásticos o que admitieran dos interpretaciones, una racional y otra sobrenatural”. Esa generosidad y visión editorial tuvieron consecuencias extraordinarias. Pocos meses después de colaborar como editor en Sur, Borges, a consecuencia de un accidente en el que estuvo a punto de morir, temió por su integridad mental. Decidió, para probarse, abordar un género nuevo. Así nació “Pierre Menard, autor del Quijote”. Borges, nos cuenta Bianco, “estaba tan preocupado por el texto que acababa de entregarme que a la mañana siguiente me llamó para saber qué me había parecido. Le dije la verdad: ‘Nunca he leído algo semejante’, y me apresuré a publicarlo, encabezando el número 56 de Sur”. ¿Qué hacer como editor con un texto tan absolutamente extraño en el que un autor se dedica a escribir letra por letra de nuevo el Quijote? No lo duda. Lo publica como pieza central del número. Gracias al talento y finura moral de Bianco, alrededor de Sur se creó la mejor literatura fantástica del idioma. Al mismo tiempo, impulsó los relatos policiales. Por un lado, una destilada fantasía literaria. Por el otro, rigor en los argumentos y reflexión moral, así fuera revestida de narración policiaca. Eso en lo que respecta a la literatura; en lo político –capitaneada la nave con firmeza por Victoria Ocampo–, fue clara la adhesión de la revista a la causa de los aliados, en contra de las tendencias locales, que apuntaban unas al fascismo y otras al naciente peronismo. En un homenaje a Churchill, escribió Victoria Ocampo: “Que Winston Churchill sepa que hay aquí un grupo de argentinos fervientes de las cosas del espíritu ‘sin las cuales todo es ceniza y fango’.”
A la par que Borges publicaba en Sur cuentos como “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” y “Las ruinas circulares”, el grupo de amigos integrado por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo componía la primera edición de la Antología de la literatura fantástica, para la cual le pidieron a José Bianco un cuento. (Años antes había obtenido un premio por su libro La pequeña Gyaros, del cual sobrevive solo una pieza: “El límite”.) Bianco entregó tarde su relato “Sombras suele vestir”, que entraría hasta la segunda edición de la Antología. Un cuento admirable en el que Bianco como cuentista aplica lo que promovía como editor: su relato admite dos interpretaciones, una racional y otra sobrenatural. Bianco fue también un notable traductor. Su célebre versión de Otra vuelta de tuerca de Henry James participa de esa esencial ambigüedad, por lo que el lector no distingue si lo que lee es real o fantástico. La presente edición de Atalanta incluye “El límite”, “Sombras suele vestir”, así como “Las ratas”, que delata una lectura cuidadosa de Henry James. Su tema, dice Borges, “es la prehistoria de un crimen, las delicadas circunstancias graduales que se operan en la muerte de un hombre”. De La pérdida del reino este libro ofrece solo el primer capítulo. En 1990 el Fondo de Cultura publicó esta magnífica novela. Sería bueno que la reeditara ahora antes de que Atalanta anote de nuevo. En el mismo sentido, la unam debería reeditar su libro Homenaje a Marcel Proust: seguido de otros artículos. En Argentina alguien debiera rescatar los artículos que escribió para El Hogar. Borges en esa revista y en esos años se encargó de animar la sección “Libros y autores extranjeros” y José Bianco la de “Libros y autores nacionales”. Su correspondencia, hoy en Princeton, debería encontrar un editor. Letras Libres publicó en diciembre de 2012 un fragmento de las cartas que se escribió con Juan García Ponce.
En el centro de la obra de Bianco –como autor y editor– está su estilo. “Como el cristal o como el aire –dice Borges–, el estilo de Bianco es invisible. Las palabras, aunque armoniosas, no se interponen entre el autor y los lectores.” La obra –breve, contenida, encantadora– de Bianco se levanta sobre ese estilo invisible. Su claridad e inteligencia postulan una moral, “una exigencia ideal del pensamiento” (Octavio Paz). Esa claridad y aparente sencillez se advierten en su prosa narrativa, y son también las que impuso como editor de Sur. Un estilo de claridad intelectual que haría escuela. (No encuentro ese afán de claridad en las revistas mexicanas de la hora, como El Hijo Pródigo y Letras de México.) Bianco renunció a Sur en 1961, sostuvo una nutrida correspondencia con Octavio Paz y fue un asiduo colaborador de sus revistas. En ese sentido, no es un exceso decir que el espíritu que animó Sur se continuó en las revistas que Octavio Paz publicó en México. Como tampoco lo es decir que Bianco encontró en los escritores de Plural una cálida acogida: Juan García Ponce escribió un largo ensayo sobre La pérdida del reino, pero es sobre todo en la obra de Alejandro Rossi que la huella de José Bianco se hace más presente. Ironía, claridad, inteligencia.
Me he referido a la obra narrativa y a la labor, y ejemplo, editorial de José Bianco. Debo decir, sin embargo, que la porción de su obra que más disfruto se encuentra en su obra ensayística. En sus ensayos de crítica literaria como en el resto de su obra la claridad es capital. “¿Por qué –se pregunta Bianco– la simple crítica, aplicada a la literatura, tiene que salirse de la literatura y cometer solecismos o utilizar seudotecnicismos?” El breve conjunto de sus ensayos que nos ofrece la edición de Atalanta nos da una clara muestra de su talento crítico. Sus notas sobre Casanova y Marcel Proust y su madre, sobre todo esta última, son ejemplos de alta crítica literaria.
Lo que me parece más admirable de este autor de obra tan breve es que, bajo la claridad de su prosa, se percibe que Bianco cumplía con su deber de escritor de enriquecer y de aclarar el mundo. ~