Norberto Bobbio, Democracia y secreto.
Traducción Ariella Aureli-José F. Fernández Santillán.
México: FCE, 2013, 76 pp.
Cuando nos jactamos de vivir en un país democrático —donde se respeta la diversidad ideológica—, un país donde el poder se ejerce con apego a la ley —en el marco de los derechos civiles y las garantías individuales—, cuando hablamos de temas hoy en día aceptados sin miramientos —como lo son la tolerancia, la pluralidad, el equilibrio de poderes y la libertad de prensa—, en pocas palabras, cuando nos jactamos de vivir en un país civilizado, vemos al pasado con asombro, a la atrocidad presente con indignación, y a la historia como espejo y tribunal de nuestra barbarie incomprensible. Una historia en la que estos temas, precisamente, están en deuda con Norberto Bobbio, considerado con justicia “el filósofo de la democracia”, y uno de los “padres fundadores de la República italiana” construida después de la Segunda Guerra Mundial.
Como señaló José Fernández Santillán —notable comentarista, compilador y traductor de Bobbio— durante el Congreso Internacional celebrado con motivo de los cien años de su nacimiento (2009), los temas jurídicos y políticos tratados por Bobbio a su vez coinciden (e inciden) “con los tópicos que fueron adquiriendo relevancia en los procesos de transformación de los países iberoamericanos a lo largo del siglo XX.” La traducción de sus escritos no solo sentaron las bases “para un proyecto democrático continental de amplio aliento,” fueron fundamentales “para establecer una base conceptual de crítica en contra de las dictaduras,” y dieron a la izquierda iberoamericana “elementos para dejar el radicalismo revolucionario.”
Conformado por cuatro textos publicados en la prensa italiana entre 1980 y 1990, marcado por un contexto turbulento —matanzas mafiosas, escándalos vinculados a la logia P2, ejecuciones, y encubrimientos— Democracia y secreto agrega a la lista de tópicos de relevancia indiscutible otro igualmente fundamental: la necesidad “de la transparencia del poder.” En palabras de Bobbio, la “más grave y tremenda,” la “más irremediable” de las promesas incumplidas de la democracia, socavada en sus raíces por “un gobierno que opera en la penumbra,” un "subgobierno" que actúa “en la oscuridad más perfecta, al que podríamos llamar "criptogobierno".” Se trata de "un poder invisible" que “se dirige contra el Estado,” y que “se conforma en el más absoluto secreto para combatirlo.” En primer término, es el terreno “de las asociaciones delictivas,” de “las grandes organizaciones criminales, y las sectas políticas secretas.” En segundo, obtiene “beneficios ilícitos” y recaba ventajas “no consentidas por una acción a plena luz.” Un ejemplo son las "asociaciones secretas" a las que se afilia un “numero grande de personajes pertenecientes a la clase directiva.”
Aunque teñido por la experiencia italiana, el tema de un "poder invisible" no solo atañe a los italianos sino al que puede considerarse el “prototipo de Estado democrático: los Estados Unidos de América.” Como señala Marco Revelli en el prefacio, la expresión la tomó Bobbio de la obra de David Wise y Thomas B. Ross The Invisible Goverment, en la que se afirma la existencia de dos gobiernos, una “sobre cuya actuación los ciudadanos leen en el periódico, y el que los niños estudian en sus libros de texto.” Otra, “la maquinaria oculta y afinada que ha dirigido la política estadunidense durante la guerra fría.” Siendo precisamente este tipo de poder oculto, que “anida en los entresijos del Estado democrático” italiano el que, en las décadas sucesivas, “será objeto de la creciente atención de Bobbio, en tonos cada vez más preocupados.”
No es para menos. Una nación “puede encontrarse en guerra sin haberlo sabido ni querido” —dice Bobbio. Pues al observar el tema del poder ocultocon referencias históricas se comprende, con Kant y Bentham, que “la esfera más expuesta al abuso” es justamente “la de las relaciones internacionales” como lo demuestra lo sucedido en los Estados Unidos en 1987, cuando “se descubrió que el presidente condujo durante largo tiempo una política exterior secreta que contradecía la política exterior pública.”
Entre muchas otras cosas, los escritos de Bobbio publicados en Democracia y secreto nos exhortan a prestar la necesaria atención a un tema elusivo, convenientemente ignorado o tildado de espurio. Pues, como ningún observador atento a la historia del “prototipo de Estado democrático” podría dejar de advertirlo, sus luchas internas, tanto anteriores como posteriores a la Guerra Civil también se libraron en un escenario fraternalista y ocultista que, con el cese al fuego, asumió dimensiones sobrecogedoras. Hoy en día, basta ver el fervor de las élites juveniles en pro de la afiliación a cada fraternidad, sorority y senior society de la universidades, tanto dentro como fuera del Ivy League, para comprobar a qué grado las propias instituciones educativas estadunidenses fomentan o toleran la práctica de la secrecía. Una práctica universal que en México se manifiesta ya sea en la corrupción más común y pedestre, o bien, en su más elaborada forma, a través de una política económica que promueve el clientelismo, los monopolios, el incremento del gasto público y la deuda, por no hablar de la derrama económica que supone el vínculo con el crimen organizado. La demorada reforma del Instituto Federal de Acceso a la Información, la renuencia a fortalecer la Secretaria de la Función Pública, el retraso en la creación de la Comisión anticorrupción, son muestras de que nuestro gobierno no tiene especial interés en la transparencia. Cosa grave, pues como afirma Bobbio, “cuanto más profunda es nuestra ignorancia tanto más necesaria es la libertad de investigación.” Investigación que pocos tienen el deseo de emprender verdaderamente, en favor de su más fácil, cómodo e inútil sustituto: el chisme.