El 9 de noviembre de 1997, en Proceso apareciĆ³ la noticia de que la Universidad de Princeton abrirĆa al pĆŗblico la correspondencia entre Elena Garro y Adolfo Bioy Casares. En ese mismo nĆŗmero, JosĆ© Alberto Castro publicĆ³ una entrevista que titulĆ³ āElena Garro: el regreso sin gloria, sus ocho gatos, la āmiseria insoportableā y el āamor imposibleā con Bioyā. En la muy dramĆ”tica nota podĆa leerse a una mujer desesperada por dinero pese a que, tanto ella como Helena Paz, no pagaban renta y contaban con el estipendio mensual del entonces cnca, ademĆ”s de la pensiĆ³n que les enviaba Octavio Paz, segĆŗn Garro reconociĆ³. Pero mĆ”s allĆ” de sus eternas pesadumbres econĆ³micas, la entrevista girĆ³ tambiĆ©n alrededor de la noticia sobre sus papeles en Princeton y sobre el que llamĆ³ āel amor loco de mi vida y por el cual casi muero, aunque ahora reconozca que todo fue un mal sueƱo que durĆ³ muchos aƱosā.
En la Casa de Alvarado en CoyoacĆ”n, donde Octavio Paz se encontraba ya muy enfermo, Guillermo Sheridan lo entrevistĆ³ dos semanas despuĆ©s (Proceso 1099) y, a propĆ³sito de las declaraciones de Garro, Paz comentĆ³:
Los amorĆos de otras personas me tienen sin cuidado. OjalĆ” que esa correspondencia tenga un valor literario. Mire usted, esa seƱora fue la plaga de mi vida. Ā”QuĆ© lĆ”stima que Adolfito no se la llevĆ³! Ā”Otro gallo me hubiera cantado! Siempre esperaba que alguien se pudiese enamorar de ella, pero siempre, para mi gran fastidio, ella reaparecĆa y recomenzaba la persecuciĆ³n.
QuizĆ”s en esa entrevista Paz hablĆ³, por Ćŗltima vez pĆŗblicamente, sobre la mujer a la que empezĆ³ a tratar el 11 de abril de 1935 en una tardeada. Bailan ese dĆa y, āen un ensayo anticipatorio de lo que serĆ”n los siguientes veinticinco aƱos, la pareja se atrae y se repele por igualā. La cita corresponde a la āEntradaā con la que Sheridan anuncia el inicio de la primera de tres tandas de cartas ācada una con entrada y comentarios del crĆticoā que componen Odi et amo: las cartas a Helena, una preciosa ediciĆ³n a dos tintas (negro, para Paz; azul, para Sheridan) que incluye 84 cartas y varios poemas.
Es este el mĆ”s rico de cuantos epistolarios del poeta se han publicado. Su valor no solo reside en la importancia misma de la correspondencia o en la anotaciĆ³n, sino en que Sheridan āel intruso-testigoā cumple sobradamente su propĆ³sito: āapreciar la forma en que las dificultades del amor trasminan hacia el substrato poĆ©tico y crĆtico de Pazā. AsĆ, por ejemplo, leemos al joven locamente enamorado de las primeras misivas (āCiudad de MĆ©xico, 1935ā) cuyo fulgor se extiende hasta RaĆz del hombre o Bajo tu clara sombra pero, sobre todo, son base inexcusable de las āVigiliasā. En las cartas de āMĆ©rida, 1937ā, despuntan nuevamente las āVigiliasā, āHenequĆ©nā (que se transformarĆ” despuĆ©s en el mil veces corregido āEntre la piedra y la florā) e incluso aparece la idea de āAmar es combatirā de Piedra de Sol. Nos asomamos tambiĆ©n a su vida de joven marxista en YucatĆ”n y su desprecio por los ContemporĆ”neos, a los preparativos del famoso viaje a EspaƱa y al paroxismo de los celos, lejos de su Helena. En la tercera parte (āCalifornia, 1944-1945ā) vemos a Paz en Berkeley y San Francisco, cuidando devotamente a su cuƱada Estrella, con enormes dificultades econĆ³micas y advirtiendo poco a poco, nos dice el crĆtico, āque se cumple en su matrimonio la maldiciĆ³n del culto provenzal del amor: tenerla es perderlaā. Con las dos Helenas en MĆ©xico se reanudan las cartas y sabemos asĆ de sus contactos con los miembros de El Hijo PrĆ³digo o con Cernuda, los proyectos de ambos para escribir guiones cinematogrĆ”ficos y los poemas que Paz envĆa a varias revistas y que formarĆ”n parte de Libertad bajo palabra. Sheridan tambiĆ©n encuentra en una carta el germen de El arco y la lira.
Estas particularidades se hallan en las notas, que si bien apuntan lo que comĆŗnmente encontramos en este tipo de ediciones, van mĆ”s allĆ” y en ellas leemos las zozobras del investigador (āNo sĆ© quiĆ©n era āAguilarā, ĀæquizĆ”s el āingenieroā que aparece mĆ”s tarde?ā), las referencias a las lecturas e influencias de Paz (Nietzsche, Dostoievski, LĆ³pez Velarde, Scheler, Freud, Engels, Marx y un amplio etcĆ©tera), pero sobre todo su poĆ©tica inicial, que Sheridan reconstruye bajo el nombre de creencias profundas, sobre las que ya nos habĆa hablado en Los idilios salvajes (2016). Gracias a sus afanes, comprobamos en las misivas varias de estas creencias: āel carĆ”cter espiral del amorā; la mĆŗsica o la danza ācomo vehĆculo en llamas del deseoā, la idea, en el enamorado, de que ācada dĆa es siempre āel primer dĆaāā; que ālas palabras son actosā y āla mujer es la forma visible del mundoā, o la convicciĆ³n de que āel amor suspende al tiempo y anula el espacioā.
En una de las mĆŗltiples cartas de reconciliaciĆ³n (abril de 1937), Paz le dice a Garro: āTe amo, Helen, por la misma razĆ³n por la que te odio: por tu desnudez, por tu heroica, absurda, terrible desnudez: por tu desnudez moral, que te deja indefensa, entregada a ti. Y tambiĆ©n por la desnudez de tu carne, del pelo sobre tus senos, de tu boca en las cartas, tan desgarrada, tan tensa y viviente, como aspirando poderosos vegetales, por todo lo que en este momento toca de nuevo a mi cuerpo y, gradualmente, lo exalta y estremece.ā
ĀæCĆ³mo hablar de la pasiĆ³n ante la pasiĆ³n misma? El testigo āporque, ademĆ”s de un intruso, el lector de cartas ajenas es tambiĆ©n un testigo sui generisā nos narra una historia, nos cuenta sus episodios mayores y nos hace evidentes pequeƱos pero importantes gestos. Pese a conocer el triste final de esa historia, Sheridan aventura hipĆ³tesis sobre los enamorados, los critica, se pregunta y nos pregunta sobre sus conjeturas y, al hacerlo, nos convierte tambiĆ©n en testigos o en cĆ³mplices de esa pasiĆ³n.
Es verdad que āsolo una mente confundida cambia la obra de un autor por su biografĆaā. El apunte nos habla a los lectores, pero tambiĆ©n a otros protagonistas de esta historia: ālas diaconisasā de Garro y los periodistas Ć”vidos de escĆ”ndalo. Sheridan sabe bien que āPaz era un joven pigmaliĆ³nico, celoso y posesivo e inseguro y arbitrario y un prolongado etcĆ©teraā, pero nos previene sobre la obligaciĆ³n de saber leer cartas ajenas: āMe apenarĆa que una historia compleja atizara el bobo auto sacramental o el alboroto de las revistas de modas, en el que dos personas difĆciles se convierten en objeto de las nuevas autoridades con capirote.ā Es por eso, entre otras razones, que uno de los aspectos mĆ”s notables de este libro sea la uniĆ³n del rigor acadĆ©mico, la charla del testigo e incluso sus apuntes de humor (āUna carta de Helena, la inconstante Helena, le provoca a su novio la que quizĆ” sea la respuesta mĆ”s iracunda del periodo, escrita en confeso estado de ebriedad grado mariachiā).
De la adoraciĆ³n al inicio peligroso de la rutina y el tedio, las misivas son prueba de una pasiĆ³n que parecĆa concluir en ācartas de negocios, pues los negocios son lo Ćŗnico concreto, lo Ćŗnico que no duele y lo Ćŗnico que tiene principio y, gracias a Dios, fin. Lo nuestro no tiene principio ni fin. Es un estado de Ć”nimo, mĆ”s que una situaciĆ³n. Podemos hablar hasta el dĆa del Juicio y nunca podremos desembrollar la madejaā, le dice Paz a una evasiva Elena.
A la muerte del poeta, Garro afirmĆ³ que Paz se le habĆa adelantado: āĆl va a esperarme allĆ” arriba. La muerte es para vivir siempre.ā Cuatro meses despuĆ©s lo habrĆ” buscado āinfructuosamente, quiero creerā, dando asĆ por terminado el acoso al que sometiĆ³ al poeta en vida, pues una vez terminada su relaciĆ³n ānos dice Sheridan en su āEpĆlogoāā prefiriĆ³ dedicarse āa combatir contra Ć©l; atizar un infierno repetitivo y circular que se hizo legendario por su intensidad, su duraciĆ³n y su exhibiciĆ³n pĆŗblicaā. ~
(Ciudad de MĆ©xico, 1961) es poeta, ensayista y editora de poesĆa en Letras Libres. Este aƱo su libro Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crĆ³nica de una amistad (Ariel, 2020) recibiĆ³ los premios MazatlĆ”n de Literatura y Xavier Villaurrutia.