Pobrecitos mis recuerdos. Los chicos de mi juventud, el primer libro de Jo Ann Beard (Moline, Illinois, 1955) se publicó en Estados Unidos en 1998. Ahora, con traducción de Raquel Vicedo, llega a España a través de la editorial Muñeca Infinita. Es una colección de ensayos autobiográficos, recuerdos recuperados, la longitud de cada uno es variada. Es un libro de memorias, pero los ensayos no siguen un orden cronológico. El título tiene algo de trampa: no es una colección los chicos de su juventud en realidad, ni novietes, ni amigos, aunque sí aparecen algunos: los que comentan que es muy flaca, su padre alcohólico, y los que aparecen en el ensayo que da título al libro: “Los chicos de mi juventud”, donde sí recuerda a los chicos por los que se interesó, con diferentes resultados. Ese último ensayo es también el más largo (setenta páginas) y en realidad de lo que habla es de la larga amistad con Elizabeth, juntas desde hace tanto que no recuerdan cómo se conocieron: “Nos conocimos y punto, así nos conocimos”, responde Elizabeth después de que juntas recuerden una escena en clase de francés, que no ocurrió en tercero sino en segundo, para entonces ya eran amigas. En realidad, ese ensayo y todo el libro aborda un tema más amplio: la memoria, qué es recordar, qué parte de lo que creemos recordar sucedió así, qué distancia hay entre el recuerdo y lo que pasó.
Animales. En Los chicos de mi juventud, casi lo que comparten todos los ensayos es la presencia de animales: coyotes –cuyo punto de vista se alterna con el de la protagonista en “Coyotes”–, una odiosa plaga de ardillas, gusanos, periquitos, culebras o gatos. Pero sobre todo, perros, muchos. La perra que desaparece en “La hora familiar”; la que agoniza en “El cuarto estado de la materia”, los perros que llenaron la casa de la protagonista y su pareja, como recuerda en “Los chicos de mi juventud”. En ese cuento, queda más o menos claro que si hay que elegir entre perros y gatos, Jo Ann Beard ya ha elegido: “La tratamos como a uno de los gatos, aunque no la torturamos”, dice a propósito de la mujer del hermanastro de Elizabeth.
El día en que Jo Ann Beard descubrió la angustia existencial. En “Bonanza”, que toma el título de la serie, Beard recuerda que pasaba temporadas con su abuela y Ralph, el hombre con el que la abuela se había casado al poco de enviudar. Beard estaba allí cuando aprendió a silbar y Ralph le prohibió hacerlo en la casa. Bonanza era entonces la serie favorita de Beard. Está viendo un capítulo (en el que Little Joe se enamora de la maestra, que luego se enamora de Hoss Cartwright, cuando él la socorre después de que se desboque el caballo y Little Joe intenta partirle la cara a Hoss) con su abuela y Ralph y piensa en que en su casa, sus padres, su hermana y su hermano estarán viendo lo mismo. “Entonces se me ocurre que la abuela y Ralph no tienen nada, ni siquiera les gusta tanto Bonanza, solo lo han puesto porque mi madre les ha dicho que me dejen verlo. No hay nada con lo que disfruten en esos días largos y vacíos, llenos de ancianas acurrucadas y ovejas sucias. Ni siquiera beben refrescos. Estoy llorando en el suelo, las lágrimas me caen por los lados y aterrizan con frialdad en mis oídos o en el cojín de terciopelo. De repente, no puedo soportar la triste luz azul de la televisión, que hace que los contornos de la habitación parezcan más oscuros.” El berrinche fue tal que acudió el padre a recogerla. Por supuesto, ella dijo que fue Bonanza lo que le puso triste.
Primas, amigas, hermanas. Muchos de los ensayos de Los chicos de mi juventud son relatos de amistad y complicidad a lo largo del tiempo. Está “Los chicos de mi juventud”, donde las amigas fingen estar enfermas para cuchichear en el instituto; a Jo Ann siempre la dejan un rato más porque como es muy blanca creen que le pasa algo. En “Primas” la complicidad es doble: las dos primas del relato y las madres de ellas, hermanas. Empieza con las dos embarazadas y termina con una de las primas embarazada y una de las hermanas enferma en el hospital. Las hermanas ven morir a su padre, las primas están a punto de tener un accidente de coche y adoran a Eric Clapton. En “La hora familiar” uno de los temas es la relación entre las dos hermanas, una complicidad que va creciendo desde una pelea de pies en la cama a un paseo en bici en el que transgreden todas las normas y acaba en accidente. Las relaciones familiares son uno de los temas que se exploran aquí, como el matrimonio y su destrucción, cómo se forman las familias y cómo se relacionan los individuos que las conforman entre sí.
Tiroteo en la universidad. El ensayo más impactante del volumen es “El cuarto estado de la materia”. Jo Ann Beard trabajaba como coordinadora editorial de una revista de física en una universidad. Estaba pasando por un momento pésimo: su marido se ha ido de casa, su perra está agonizante y tiene una familia de ardillas viviendo en el altillo. Ese estado calamitoso de su vida la libra por los pelos del tiroteo en la universidad: como tiene asuntos que resolver se va antes de que un estudiante dispare a bocajarro a varias personas, entre ellas su mejor amigo y algunos de sus compañeros, y luego se suicide. Jo Ann Beard dice que es una escritora lenta. Después de este primer libro ha publicado una novela, Zanesville y una colección de cuentos, Días de festival, que ojalá se traduzcan pronto.