Las tres hermanas, de Balthus

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Balthus: sus modelos
     Balthus, Las tres hermanas, Landucci Editores, Milán, 2000.
      
     Entre los cuadros de Balthus me ha impresionado siempre Muchacha en la ventana (1957), de la Colección Gelman, ahora en el Museo Metropolitano de Nueva York. Lo recuerdo aunque sea brevemente. Fredérique Tison, con sweater azul, de espaldas, apoyada en la ventana, mira el jardín (o el patio) en un hermoso día de verano. El sol amarillea en el árbol de la izquierda. Al fondo se ven los cobertizos, todo un paisaje —no hay que olvidar que Balthus fue un excelente paisajista. Fredérique, desde la ventana, tal vez mira algo. ¿Qué mira y ve? Nunca lo sabremos. Tal vez ve el jardín, tal vez absorta en sí misma sueña sus propios sueños. Lo cual sucede con la mayoría de los cuadros de Balthus, tanto si los vemos de frente como "al sesgo o de perfil" —en esta pintura de bulto y de relieve que forma parte de la visión artística del pintor. ¿Miran o no miran estas muchachas siempre metidas en sí mismas? Lo que sabemos es que en ellas reina el silencio, el silencio de todos los secretos.
     Tampoco podemos saber qué puede pensar Teresa, obra del año de 1939. ¿Sueña Teresa en su presencia erótico-sensual? Tal vez nada en particular. En cuadros como este Balthus es claramente erótico y eróticas sus niñas, apenas adolescentes, sean o no otras tantas "lolitas". "Lolitas" o no, forman parte importante de los dibujos, esbozos, óleos de Balthus. No pertenecen del todo a este mundo las "tres hermanas" aunque haya en ellas resabios de erotismo. Veamos dos de estos óleos, el de 1963 que sirve de portada al libro y el de los años 1964-66. Son dos óleos muy semejantes: la misma posición de las hermanas, la misma estructura del conjunto, el mismo dinamismo inmóvil, ¿hay otra manera de llamarlo? Pero los dos óleos son distintos. De uno a otro varían los colores más débiles en el segundo cuadro, varía la posición de una de ellas, la muchacha de la izquierda. En un caso lee (o parece leer), en el otro mira hacia nosotros con cierta mueca o tal vez cierta expresión distraída. Lo que es claro en los ocho cuadros de Las tres hermanas es la presencia de las tres entre la niñez y la primera adolescencia. Todo parece ser silencio, todo parece ser inmovilidad en este tiempo fijo que es no-tiempo y que es también, en secreto, silencio compartido.
     Muy claramente lo dice Marie-Pierre en el texto del libro: "Las tres hermanas estábamos encapsuladas en un espacio sin tiempo, en un momento que se volvería eternamente nuestro". Dos elementos en estos cuadros; cierto misterio, cierto enigma; también el mundo del secreto. Sólo sabemos de verdad que las tres muchachas inician su vida de mujeres, en su crecer, en su nacer a la vida.
     Y ¿el gato?; el que se desliza por la habitación o cualquier otro gato en la obra de Balthus. Los gatos, sin olvidar a Baudelaire, pueden ser símbolos de mal agüero o de agüero bueno —así en las diferentes culturas de Oriente o de Occidente. Balthus, a los once años, había hecho una serie de dibujos titulados por él mismo Mitsou. Rilke, el gran amigo de la familia, los hizo editar. El pequeño dibujante firmaba Baltusz, lenguaje infantil que anunciaba el nombre de artista del conde Balthazar Klossowski de Rola. El gato que aparece en algún óleo de Las tres hermanas no es malo, está en la tradición simbólica de los gatos buenos, es buen agüero. –

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