Nieve, de Orham Pamuk

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Notaba Borges que los autores de hรกbito clรกsico rara vez son expresivos. Antes que decir, aspiran a desaparecer: en el lenguaje, en la forma, en el anรณnimo rumor de la perfecciรณn. Comunicar con apremio, anunciar un temperamento, son propรณsitos que, si tienen, no presumen. Rozar lo sublime, eso desean, y esto otro: jamรกs sacrificar la belleza en favor de la elocuencia. Cรณmodos en sus formas, creen posible pronunciar el lodo o la herrumbre con prosas limpias y estructuras transparentes. Ahora bien: el clasicismo, en la narrativa, agoniza. Expresar hoy, mediante una novela, supone atentar contra la belleza y contra la novela misma. Decir el mundo implica imitarlo: ser eso que intentamos pronunciar. Para referir el tedio, novelas tediosas. Para sugerir el vacรญo, estructuras con resquicios y prosas de grano abierto. Novelas opuestas a la obra maestra, tan vanas e imperfectas como esto, ahora. Para decirlo sumariamente: las formas clรกsicas estรกn a un paso del autismo. Es hora de la emulaciรณn. De atender a Adorno: โ€œEl arte nuevo trabaja en la transformaciรณn del lenguaje comunicativo en otro mimรฉtico.โ€ Ser la obra y ser el mundo

Lo primero que sorprende de Nieve es su reticencia a emular. Uno es el fondo y otra es la forma. Como tema, Turquรญa y sus innรบmeras convulsiones. Como medio, una novela y sus certezas tradicionales. La estructura del relato โ€“casi lineal, unรญvoca, seguraโ€“ no empata con el ruido y desorden del contexto. Tampoco lo hace la prosa โ€“apacible, de sintaxis convencionalโ€“ y menos la lenta claridad con que el narrador dispone los hechos. Uno de los epรญgrafes, tomado de Stendhal, promete famosamente tiros en el concierto y, sin embargo, nada en el libro parece agujereado. Para su obra mรกs realista y polรญtica, Orhan Pamuk compone su escritura menos lรบdica, como si el vรฉrtigo del mundo fuera ya suficiente. Famoso por sus juegos literarios, se divierte poco en estas pรกginas. Sรณlo cuando el relato parece anquilosarse, infringe el clasicismo e introduce guiรฑos para la academia posmoderna: metatextos, intertextos, relatos dentro de otros relatos. El gesto es tan premeditado, y de algรบn modo tan accesorio, que Pamuk se confunde no con Milorad Pavic sino con un mรกs digerible Umberto Eco. De un modo u otro, la novela es esto y la realidad aquello. Eso sorprende y tambiรฉn esto otro: el libro, pese a su negativa a emular, no es un fracaso.

No fracasa, por ejemplo, el didactismo de la obra. Pamuk desea escribir una fรกbula sobre el atribulado presente turco y para ello, en vez de intentar un mural, acota su objeto. Del paรญs toma un solo pueblo โ€“Kars, en la frontera con Armeniaโ€“, y del pueblo, sus habitantes mรกs tรณpicos: el islamista radical, el ilustrado insatisfecho, el demรณcrata moderado, alguna mujer insumisa y varios jรณvenes musulmanes. Ni siquiera el tiempo es expansivo: todo ocurre durante tres dรญas, mientras el pueblo permanece incomunicado debido a las nevadas. Ante el encierro, los personajes se conjugan y escenifican un furtivo golpe de Estado. Ante el golpe, cada individuo expone, casi elementalmente, su visiรณn del mundo. Un personaje venido de otra parte sirve, como es costumbre, de observador. Ese hombre es Ka, un poeta turco exiliado en Alemania, y no es un hombre cualquiera: es uno de los personajes mรกs enigmรกticos de la รบltima literatura. Solitario y miserable, Ka estรก allรญ para investigar el suicidio de algunas jรณvenes islamistas y para ser acribillado, secreta, sรบbitamente, por distintas revelaciones: el amor, la poesรญa, Dios. Todo es tรณpico y todo es vรกlido. El didactismo no hiere porque no expone una lecciรณn. Es, como en cierto Brecht, un artificio de la inteligencia.

Asรญ dispuesta, la novela vacila entre el realismo y la inverosimilitud, la llaneza y la complejidad. No sรณlo eso: su รกnimo clasicista, manso ante el melodrama, tambiรฉn zozobra. No es una novela fija, de una pieza, sino, apenas perceptiblemente, hรญbrida. Es una obra inestable. Nada se afianza: ni el clasicismo ni el melodrama, ni el juego metatextual ni la aridez didรกctica. Hay un poco de todo, como si se probaran a la vez varios ingredientes. Justo eso ocurre: Pamuk tantea, con timidez, varias posibilidades narrativas. Titubea de ese modo porque, debajo de la trama, descansa una duda: ยฟpuede retratarse el Oriente mediante una novela? ยฟEs posible escribir una novela sobre las tensiones entre Oriente y Occidente sin tomar partido? La novela es un producto occidental y vota, automรกticamente, por Occidente. Encarna, a veces sin quererlo, los valores modernos: crรญtica, individualidad, laicismo. ยฟCรณmo escribir entonces ese oxรญmoron, una novela turca? Hacia el final de Nieve uno de los personajes anula la posibilidad: โ€œSi me pone en una novela que ocurra en Kars, me gustarรญa decirles a los lectores que no creyeran nada de lo que usted pueda decir sobre mรญ, sobre nosotros. Nadie nos puede entender de lejos.โ€ Pamuk, al revรฉs de su personaje, no arriba a ninguna certeza pero su vacilaciรณn ya lo honra.

Felizmente vacilante es la trama polรญtica de Nieve. Aunque el gรฉnero vota por la occidentalizaciรณn, Pamuk se resiste a secundar esa postura. No es, como algunos occidentales tal vez quisiรฉramos, un Atatรผrk armado de papel y tinta. No es, tampoco, un nacionalista turco, islamista y enemigo de Europa. Es aquello que molesta a tirios y troyanos: un narrador desgarrado entre su nacionalidad y su gรฉnero literario. Desea entregar, contra unos y otros, un turbio retrato de Turquรญa, y eso hace. La premisa anecdรณtica es ya compleja: las jรณvenes musulmanas que se suicidan porque se las obliga a quitarse el velo desobedecen, al mismo tiempo, a Occidente y al islam. Mรกs sorpresivo es otro giro: Ka, que desespera ante la pobreza y la religiosidad de su paรญs, vuelve de Alemania sรณlo para encontrarse con lo divino. Nada apunta inequรญvocamente hacia Parรญs o hacia La Meca. La escena turca, en vez de aclararse, se ensombrece. Asรญ estรก bien: como en la Sudรกfrica de J.M. Coetzee, sรณlo la oscuridad es expresiva.

Recordarรฉ Nieve, sin embargo, por motivos muy distintos. Aquello que mรกs me seduce no es la complejidad del diagnรณstico polรญtico, sino el candor con que se pronuncian ciertos tรณpicos romรกnticos. La narrativa actual, cuando es de veras expresiva, apenas si puede pronunciar las sensaciones que los romรกnticos tanto sobrevaloraron: el amor, la religiosidad, las epifanรญas. Pamuk, al sacrificar expresividad en aras de cierto clasicismo, es capaz de decir amor sin sonrojarnos: sus tรฉcnicas narrativas no lo contradicen. Dice, incluso, inspiraciรณn, y nadie rรญe. Los momentos mรกs memorables de la novela son, acaso, cuando Ka, el abrigo nevado, el rostro iluminado, vierte en una hoja los versos que Alguien le dicta. ร‰sos, y aquellos otros en los que Pamuk consigue lo que Salvador Elizondo consideraba imposible: comunicar la melancolรญa. No destaco su visiรณn del mundo sino el hallazgo literario: el pronunciar vรกlidamente palabras que uno creรญa ya cadรกveres. La perplejidad. Pienso, sin razรณn, en unos versos de Nazim Hikmet: โ€œTenรญa un lรกpiz / el aรฑo en que me lanzaron adentro. / Me durรณ una semana. / Si le preguntas a รฉl: / โ€˜ยกToda una vida! โ€™ / Si me preguntas a mรญ: / โ€˜ยกQuรฉ es una semana!โ€™ โ€ ~

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es escritor y crรญtico literario. En 2008 publicรณ 'Informe' (Tusquets) y 'Contra la vida activa' (Tumbona).


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