Un puzle llamado Lucia Berlin

Una nueva vida

Lucia Berlin

Traducción por Eugenia Vázquez Nacarino

Alfaguara

Madrid, 2023, 330 pp.

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Tras el éxito de ventas de Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin se convirtió en el último gran descubrimiento de la literatura estadounidense reciente injustamente pasada por alto. No tardó en llegar una segunda entrega de cuentos: Una noche en el paraíso. Hubo un rescate: Bienvenida a casa, unas memorias inacabadas y que iban siguiendo el hilo de las casas en la que Lucia Berlin vivió, fotos y una selección de cartas. Ahora llega una nueva entrega que combina ficción, artículos y diarios: Una nueva vida, con edición de Jeff Berlin, traducción de Eugenia Vázquez Nacarino y prólogo de Sara Mesa, se cierra con un apéndice biográfico donde se detallan los acontecimientos más importantes de la vida de la escritora. De muchos hay pistas en sus ficciones, verlos impresos negro sobre blanco impresiona.

Una nueva vida reúne los relatos que no habían sido publicados en las anteriores colecciones en español, otros permanecían inéditos –proceden de talleres, de ejercicios de escritura–; eso en cuanto a los cuentos. En ese caso, lo fallido de algunas de las piezas se pasa por alto porque lo que ofrece este volumen es, como dice Sara Mesa, una puerta de acceso directa al taller mental de Lucia Berlin. Es posible hacer agrupaciones temáticas o de naturaleza, los que son una reescritura o tienen una deuda con cuentos de otros escritores (“La doncella”, “Romance”, “Una nueva vida”); dos que surgen de un proyecto en el que trabajó Berlin sobre recopilar testimonios de vida de personas mayores (“Nuestro faro”, “Vida de Elsa”), que podrían formar parte de un conjunto más amplio que agrupara los relatos de inspiración en sus trabajos. En este volumen, bajo ese paraguas destaca “Centralita”, un experimento formal y narrativo que se desarrolla en una central de llamadas de un hospital. Está la relación entre las mujeres que trabajan allí, todo el ajetreo y cómo se mezclan las conversaciones al teléfono con los diálogos entre ellas con la megafonía y las llamadas que pasan. Hay cuentos sobre el cuidado a su hermana durante su enfermedad (“Fuego” y “Del gozo al pozo”) y también está recogido aquí “El foso”, el primer cuento sobre una desintoxicación. Hay otras piezas curiosas que tienen valor por sí mismas y porque completan el puzle Lucia Berlin. En todos, también en los que quizá el ciervo no se ha cazado, hay esa mirada chejoviana a los personajes, a los que no se juzga.

“Soy tan caótica que no sé ni cómo pronunciar mi propio nombre. Mi madre me llamaba Luchía, mi padre insistía en que me llamaran Lusha, una constante batalla durante toda mi infancia, que se apaciguó un poco cuando nos fuimos a vivir a Sudamérica y todo el mundo me llamaba Lu-sii-a”, escribe en “Yo soy lo que soy…”, el primero de los artículos del volumen. En ese apartado hay sitio para recuerdos de amigos, elegía y dos piezas sobre su trabajo de escritora: “Bloqueada” y “Diseñar la literatura: El autor como tipógrafo”. En este último cuenta la experiencia de componer las placas para imprimir uno de sus libros, pero explica muchas cosas sobre su idea de la literatura. Por ejemplo, sobre la inspiración más o menos biográfica de lo que escribe dice que en la literatura “debe producirse una mínima alteración de la realidad. Una transformación de la realidad, no una distorsión de la verdad. El relato mismo deviene en la verdad, no solo para quien escribe, también para quien lee. En cualquier texto bien escrito lo que nos emociona no es identificarnos con una situación, sino reconocer esa verdad”. También dice que parte del deseo de un escritor por publicar tiene que ver con “liberar la imaginación a nuevos estímulos y direcciones”. “Bloqueada” es una explicación de “Sombra”, uno de sus cuentos.

En los diarios, fragmentos de diarios, la escritura de Lucia Berlin es mucho más sintética, casi aforística. Están las notas de una estancia en París (1987), en colleges, y en medio, dos viajes a México. También hay notas afiladas: “¿Odio a Sharon Doubiago porque está buena y es guapa o porque no para de parlotear sobre ecofeminismo?”, o “Dios concedió las lagunas a los alcohólicos para que no nos pegáramos un tiro después de pura vergüenza”.

Lucia Berlin siente el paso del tiempo (“Unas vacaciones maravillosas. Todo el mundo me preguntaba: ‘¿Ha cambiado Yelapa?’. ‘¿Ha cambiado Puerto Vallarta?’. He cambiado yo”) y la pérdida de su belleza y capacidad de seducción: “He perdido el atractivo sexual, me he hecho vieja sin remedio. Hace solo unos años, en este breve espacio de tiempo (joder, fueron horas) se habría gestado una complicidad, una cita.” La capacidad de Berlin para construir historias a partir de escenas también está en los diarios: “Había una mujer dormida, con la cabeza apoyada en un cojín en el regazo de su marido, siguió durmiendo durante las turbulencias y el anuncio. El marido no la despertó. Le acarició el pelo mientras descendíamos a través de la niebla y la contaminación a ‘una zona remota del aeropuerto’. ¿Con quién preferirías estar casada? ¿Un marido que te despertara y te dijera lo que pasa o uno que te dejara dormir?”

“Todas mis historias ya han quedado desfasadas, tienen una inocencia y una ausencia de cinismo que, desde esta guerra, nunca volverán a repetirse”, escribe Berlin en su diario de la primavera de 1991. Es esa falta de cinismo lo que hace tan seductores sus cuentos. ~

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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