Cuenta Alba Ortubia que Mr. Dumbo cumple 40 años en 2025 y me acuerdo de Eva Aznar, que me llevó a ese genial restaurante en 2002, y de Félix Romeo, con el que fui muchas veces: Eva murió en 2020, Félix en 2011. Cuando vivía en Zaragoza, era uno de mis lugares preferidos y mis hermanos y mi madre siguen yendo o encargando comida allí a menudo. La cocina es estupenda pero para mí lo más importante de los sitios es la compañía y es un sitio que asocio a la diversión. Además, Félix decía que en la esquina de la terraza siempre hacía fresco.
Estoy seguro de que alguna noche de hace casi veinte años estuve con Félix Romeo y con Almudena Vidorreta en el Dumbo y en bares de la zona. Almudena estudiaba en la facultad, y nos veíamos de vez en cuando en actos vinculados a la editorial Eclipsados. Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Nueva York, discípula de Aurora Egido, ensayista, profesora y poeta, Almudena es autora de libros como Algunos hombres insaciables, Lengua de mapa o Nueva York sin querer. Acaba de publicar en La Bella Varsovia La cicatriz de la selva, un poemario hermoso y estremecedor sobre la maternidad, sobre sus hallazgos y alegrías, sobre sus secuelas y pérdidas. Es un libro sobre lo físico –la cicatriz, complicaciones casi mortales, la leche, la sangre o la orina– y también sobre lo mental: la llegada de una hija hace que uno conozca el miedo de manera inimaginable pero también vuelve el mundo más amable y luminoso.
Almudena Vidorreta habla de sentimientos sin resultar sentimental, de pasión sin ser aséptica ni cursi. Combina una expresión sencilla con la densidad de significado, une lo salvaje y lo culto. Mezcla lo natural (con lo animal y bivalvos o alacranes, con lo vegetal e injertos, herbarios o selva, con partes del cuerpo), lo médico (ecografías, síndromes) y lo vinculado al arte y la creación humanas (entreacto, referencias al Carpe Diem, a ciudades como Nueva York, La Habana o Buenos Aires, a formas musicales). Cuenta las dificultades, el desafío a las probabilidades: “Tú, mi estadística hermosa, ramillete perfumado de artículos científicos”, comienza un poema. Describe dos abortos espontáneos y la presencia de esos niños que no llegaron a nacer: todos los libros, ya se sabe, son libros de fantasmas. “Te conviertes en palabra/ repetida por increíble/ a fuerza de empeñarme en tu existencia”, escribe en el primer poema. “Al final, por el momento/ las dos nos hemos salvado. Nos hemos dado la vida/ mutuamente”. Se titula “Hápax”, que según el diccionario de María Moliner es una “palabra documentada una sola vez”: eso que es la niña que nace y que también es lo que somos cada uno de nosotros, una escritura irrepetible. Habla del cuerpo pero lo que resulta más íntimo, a veces de manera desgarradora y casi insoportable, sucede sobre todo en su cabeza.
Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.