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La nueva televisión de antología

El 2014 fue el año de "mini-serie de antología". El experimento inició hace un par de años con American Horror Story, pero el reciente éxito de producciones como True Detective y Fargo asegura que tenemos un nuevo modelo narrativo para llevar ficciones a la pantalla. Se trata de series que desarrollan la totalidad de una historia en una temporada para elaborar algo distinto —bajo una misma temática— en su siguiente entrega, preservando su nombre, ya sea con el mismo equipo de producción o no, manteniendo actores o no.

American Horror Story, estrenada en 2011, tituló su primera temporada “Murder House” y trata sobre una familia que habita una casa junto a fantasmas. Su segunda, “Asylum”, es sobre un manicomio en los sesenta con casi el mismo reparto. La última temporada, “Coven”, se fue al Nuevo Orleans del siglo XIX para contar una historia sobre brujería y vudú. Y “Freak show”, cuarta temporada que estrenó este octubre, es acerca de un circo de fenómenos en los cincuenta. El común dominador en cada entrega, aparte del tono, es el elenco que incluye a la ganadora del Oscar, Jessica Lange.

La serie ya demostró ser valiosa para la cadena FX. “Murder House” reunió 2.8 millones de televidentes para su final, “Coven” esperaba cerrar con seis millones. Tres años después del estreno de AHS llegó True Detective, la entrada de HBO a la mini-serie de antología. El show, un drama noir (injustamente abrevio el apartado Crime Drama-Mystery-Neo Noir-Southern Gothic de Wikipedia) de dos detectives en busca de un asesino serial en el sur de los Estados Unidos, promediaba para la cadena de cable 10.9 millones de televidentes por emisión. Esta primera temporada fue protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson, la segunda ha confirmado a Colin Farrell y Vince Vaughn. Habrá, ni lo duden, una tercera también con star power. Y Fargo, historia inspirada en la película de los hermanos Coen que sigue la vida de un hombre que busca evadir el castigo por matar a su esposa, fue renovada por FX tras 18 nominaciones en los Emmy.

Desde hace décadas, para contar sus dramas, la TV ha tenido una de cuatro opciones (o formatos, pues): la serie, la mini-serie, la película y la antología. Fue la serie, ya sabemos, la que se impuso. Hasta hace poco, los programas de las grandes cadenas de televisión comercial americanas (ABC, CBS, FOX, NBC) promediaban cerca de 22 episodios por temporada, de más o menos 42 minutos de duración cada uno. HBO y las cadenas de cable (FX, AMC, Showtime) cambiaron el juego cuando establecieron la preferencia del público en temporadas cortas de diez o doce capítulos pero de mejor producción y contenido.

La mini-serie de antología nace cuando la calidad parece imponerse sobre la cantidad[1] en la forma de narrar en la televisión. Este nuevo formato va contra la idea de extender una serie popular por años, arruinándola en el proceso, como Heroes y Prison Break, para explotar los beneficios de contar una historia en más o menos diez episodios: una sola temporada de pocos capítulos significa la oportunidad de traer actores de renombre a la TV. Sin la obligación de extender un proyecto por años, figuras del cine hollywoodense como Lange, Billy Bob Thornton, McConaughey o Harrelson toman sin problemas un rol pues los tiempos de producción no distan tanto de los de una película. Y lo mismo puede pasar con directores como Cary Fukunaga (Jane Eyre), quien trabajó en todos los episodios de True Detective.

Además, establecer de antemano la duración de una serie garantiza que productores y escritores no dejen reservas paraponer en pantalla su visión total de la obra: un dramacomo The Killing pudo tener mejor recepción por audiencia y crítica si no hubiera empleado el cliffhanger hasta el colmo: cuando el misterio de su primera temporada (lo único atrayente de un programa gris) quedó sin resolver, pocos decidieron ser arrastrados a la segunda. AMC llegó a disculparse por esta resolución para posteriormente cancelarla. En contraste, una narración de antología, delimitada por sus creadores desde el inicio, podría escapar a la ambición de una cadena que espera el éxito para exprimir.

Podríamos deducir que la prioridad para la mini-serie de antología es la visión artística antes que el negocio (para desengañarnos basta recordar que ni True Detective ni AHS existirían si no generaran dinero), su cualidad autoral y los resultados de esta cualidad refuerzan la idea. Retomo una anotación de Alonso Ruvalcaba sobre True Detective y Top of the Lake (“Los nuevos detectives”, Letras Libres, marzo 2014): 

El formato les permite la autoría. Normalmente, los directores de una serie son intercambiables si bien recurrentes. Dirigen unos cuantos episodios salteados de tal o cual serie y hasta ahí. Ni True detective ni Top of the Lake admiten eso. La historia completa está escrita y dirigida por una sola persona o una pareja. La continuidad estilística es notabilísima. En esto también son obras “de autor”.

True Detective fue dirigida por el ya nombrado Cary Fukunaga y escrita en su totalidad por Nic Pizzolatto, aun cuando la convención en la TV son las mesas de escritores;  lo mismo hizo Noah Hawley con Fargo, aunque la primera temporada tuvo un director por cada dos episodios;  y American Horror Story, más cerca de la producción regular, lleva más de diez directores en sus cuatro temporadas, aunque el creador y showrunner Ryan Murphy ha colaborado como escritor en sus 51 capítulos. Que sean sólo dos mentes, o una mente guiando a varias, las encargadas de la obra da paso a esa “continuidad estilística”, y también a la experimentación, consecuencia natural de la obra de autor[2]. ¿Cómo explicar que las mejores escenas realizadas esta década en la TV provinieran de Fargo y True Detective? (Mejores: únicas, arriesgadas, diferentes, notables).

En su cuarto episodio, "Who Goes There", True Detective muestra un plano secuencia de seis minutos. Fukunaga decide elaborar una escena sin cortes para estirar la tensión del momento (un personaje infiltrado en una banda para secuestrar a otro criminal) con un trabajo de sobresaliente coordinación actoral que provocó textos y textos entre críticos:

 

 

La escena —anota Ruvalcaba — sólo es posible “considerando la historia completa y su desarrollo a cuadro a priori, solo teniendo el formato de antología extendida, solo teniendo a Fukunaga como único director”.

Fargo es otra muestra de cohesión estilística quizás porque utilizó un reducido número de directores en su primera entrega: fueron apenas cinco, significativamente menos que los nueve de la primera temporada de Los Sopranos, los doce de la segunda de Breaking Bad, o los dieciséis directores que lleva en total Game Of Thrones. Las autorreferencias, temas recurrentes, guiños a la película original y, en general, la construcción cinematográfica total de Fargo es producto del estricto apego al guion con el que sus directores trabajaron. Como Pizzolatto con True Detective, Noah Hawley escribió los diez episodios del show (diez meses antes de que iniciara el rodaje), concibiendo de antemano secuencias. Una de estas es el paneo de tres minutos a las ventanas de un edificio mientras el sicario imparable Lorne Malvo (Thornton) acaba solo con toda una organización criminal en el séptimo episodio:

 

http://vimeo.com/100723498

 

De acuerdo a Hawley el guion entregado a la cadena FX un año antes incluso presentaba un diagrama de la escena. Los momentos finales del capítulo anterior ("Buridan's Ass") son otro ejemplo de ese diseño total preconcebido; una tormenta de nieve ya anunciada capítulos antes sirve de pivote para la historia, lleva a su clímax las tramas de personajes presentados y mezcla simbolismos del show. La mini-serie de antología parece suscitar este tipo de escenas experimentales, solo posibles cuando escritores y directores se saben con el control total.

Esa misma motivación por experimentar permite que cada entrega de American Horror Story tenga los toques estéticos que hagan de cada temporada una cosa distinta pero reconocible.

Que más cadenas comiencen a inclinarse por shows ambiciosos utilizando nuevos modelos constata que la televisión, hogar de las fórmulas, está dispuesta a transformar la presentación de sus ficciones dando espacio a la creatividad. Y esto sucede en la época que incrementó el consumo de series modificando la forma de distribuirlas; parece apropiado que obras de una sola temporada se realicen cuando existen demasiadas producciones y el binge-watching es práctica recurrente facilitada por servicios como Netflix. Si el crítico Matt Zoller Seitz tiene razón, la televisión comienza a reclamar su potencial en una era donde la función sigue a la forma  y donde series se conciben en una atmósfera de entusiasmo y libertad artística: este es el punto en que la mini-serie de antología tuvo oportunidadde nacer.



[1] Por qué se han reducido las temporadas en los últimos años tendrá más de una razón, mayormente económicas. Las series en cable iniciaron con menos episodios por el costo de producciones, no por mejorar su calidad narrativa, tendencia que continúa: la última temporada de Treme (HBO) tuvo, además de menos presupuesto, sólo cinco capítulos cuando lo acostumbrado eran diez. Los diez episodios por temporada se han convertido el estándar en cable en los últimos años. Y si las cadenas tradicionales solían emitir 39 episodios por temporada, ahora no temen pasar sólo trece (como con Hannibal o Under the Dome).

[2] Pienso en Louie (FX): Louis C. K. dirige y edita solo toda la serie, la realiza lejos de la vista de ejecutivos, de ahí esa genialidad sui generis.

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