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Premium Rush

¿Qué tan complicado resulta filmar acción ágil pero inteligible? Algunas muestras recientes nos dicen que quizá es un poco más difícil de lo que pensamos: The Dark Knight Rises y The Dark Knight, de Christopher Nolan, son filmes un tanto torpes a la hora de planear sus secuencias de acción. Shots in the Dark (Knight), el video ensayo de Jim Emerson para la serie Piecing together the action sequence, del blog Press Play, es tan minucioso al respecto que resulta difícil decir algo más. (Para ver el video ensayo, clic aquí.)

Mathias Stork elabora, basado en el concepto de intensified continuity, acuñado por David Bordwell, una disección de las secuencias —de acción y no— en varios ejemplos del cine contemporáneo: Domino, Black Hawk Down, Unstoppable, Transformers, Inception, The Dark Knight. La conclusión a la que llega es dura pero parece verosímil: en estas cintas predomina un estilo visual fragmentado, ininteligible, que tiene como principal función apabullar al espectador, aplastarlo contra el asiento, pero no hacerlo entender lo que ocurre en pantalla. Así, los ingredientes del cinema del caos —la cámara en mano o shaky, la edición vertiginosa, el sonido conciso y la toma brevísima— derivan en un cine poco claro; uno más preocupado por el exceso que por la claridad. (El video ensayo de Stork en dos partes puede verse aquí.) Así, el cinema del caos ha invadido todo: desde los musicales hasta las películas de acción, su hábitat natural. El año pasado, Drive mostró secuencias de acción filmadas con firmeza, sin esa necesidad imperiosa de cortar. Este año, Premium Rush hace lo mismo.

Emparentada con el borroso género de la chase movie, Premium Rush muestra a un mensajero neoyorquino en bicicleta, Wilee —interpretado por el omnipresente Joseph Gordon-Levitt—, recibiendo un sobre en apariencia inocuo para entregar. El sobre contiene la salvación de un pequeño que debe huir ilegalmente de China; su valor económico también atrae al detective Bobby Monday —Michael Shannon en un papel que bien podria ser la otra cara del que interpreta en Boardwalk Empire—, policía corrupto que lo perseguirá por toda la ciudad con tal de adquirir el paquete.

La economía de Premium Rush es evidente en la duración de sus tomas: la inicial dura 12 segundos; la siguiente, seis segundos. La quinta toma, lograda digitalmente, es un ejemplo de kinetic typography –ya mencionada en el texto sobre la serie británica Sherlock— y dura 23 segundos:

La kinetic typography es útil porque funciona de mejor forma que un diálogo expositivo; no hay que esperar a planear una conversación o un monólogo, y puede ocurrir, como en el caso de Premium Rush, sobre la acción misma. (La cinta recuerda por momentos al cine de Ruben Fleischer: Zombieland y 30 Minutes or less son dos películas que aprovechan el recurso con inteligencia.) Así, la tipografía inicial nos dice que desde el momento en que Wilee está tirado en el suelo hasta el instante en el que arranca la cinta deberán transcurir una hora y 33 minutos. En esos 15 segundos que la escena se toma en mostrar la tipografía, nos hemos enterado ya de algo vital en la trama: hay un tiempo definido en el que transcurrirá la acción. Los diálogos ya no están obligados a repetirnos una y otra vez que el mensajero tiene el tiempo encima: de antemano, lo sabemos.

El monólogo siguiente está compuesto por líneas breves, concisas; el recorrido del mensajero sobre la ciudad está filmado con correspondencia total entre imagen –tomas que muestran al ciclista sorteando obstáculos con relativa facilidad–, diálogo –el monólogo de Wilee, que explica por qué hace lo que hace— y música —un rock instrumental acorde a la sucesión de imágenes.

La duración de las tomas es un recurso casi infalible a la hora de transmitir el movimiento y la sensación de continuidad –factor esencial en el arte cinematográfico. Recuérdese la carrera nocturna del personaje de Michael Fassbender en Shame, del año pasado. Dos minutos y medio de intensidad dramática en movimiento:

Premium Rush no se da tanto tiempo, pero sí se da más tiempo que una gran parte de los blockbusters de acción contemporáneos. La plausibilidad, ciertamente, no es lo suyo: cosas imposibles suceden en su pequeño universo. Sin embargo, cada película compone sus propias reglas y elabora su propio universo. Por ello es que la verosimilitud –la mentada plausibility, tan en boga en esta década— en el cine importa poquísimo siempre y cuando esté acompañada de una ejecución precisa, que no se permita a sí misma –ni al espectador— distraerse  jamás y con un objetivo en mente. Premium Rush opera en cierta forma como una bicicleta: con un pedaleo constante, concentrado; una hora y media de acción inteligible sin necesidad de explosiones o cortes cada dos segundos. Una rareza en un año de blockbusters con editores en esteroides.

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