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Pie de Página

Primero que nada: ya no hacen las películas de filología como antes. El cambio de siglo fue terrible para el oficio de filólogo en la cinematografía mundial. Hubo dos películas: ambas, terribles. La primera es una gran desastre de Roman Polanski, La última puerta (The ninth gate, 1999), en que un filólogo/detective de libros/díler (Johnny Depp, al principio de su descenso) es contratado para comparar las dos copias existentes del libro Las nueve puertas del Reino de las Sombras, del autor del siglo XVII Arístides Torchia. La versión de su cliente, se dice, fue escrita por el diablo mismo. La segunda es aquel naufragio llamado Atlantis: El imperio perdido (2001), donde un joven cartógrafo, filólogo y aventurero (¡todos los filólogos lo son!) cree haber dado con el libro El diario del pastor, una rareza que acaso indica las oscuras coordenadas de la isla perdida de Atlantis. Su búsqueda es en realidad un laaaaargo bostezo.

Hay que ir hasta 1941 para encontrar una buena cinta filóloga: Bola de fuego de Howard Hawks, donde un joven y ñoñazo lexicólogo (Gary Cooper) debe sumergirse en el mundo cabaretero neoyorquino para poner al día sus estudios dialectales. Ahí encuentra a la cachondísima cantante Sugarpuss O’Shea (Barbara Stanwyck), que le enseñará bastante más que modern American slang. La película está llena de buenos momentos. Éste es el mejor:

 

 

Segundo que nada: Pie de página (2011) del director neoyorquino trasladado a Jerusalén Joseph Cedar es probablemente la mejor película sobre filólogos, sobre filología, que se ha hecho. (Ya vimos: la competencia no estaba muy reñida.) Eliezer y Uriel Shkolnik son padre e hijo. Ambos, estudiosos del Talmud. Eliezer es un investigador hiperpuntual pero también ignorado: un científico, un purista. Uriel es relajado, carismático: un tipo que da una entrevista tras otra. Uriel es un barril sin fondo a la hora de recibir premios. Eliezer sólo considera haber tenido un reconocimiento: una nota al pie en una página en un volumen de un profesor…

Pie de página es una visión agilísima de la relación de estas dos almas enfrentadas. Sus métodos de exposición –letreros, montajes, curiosas escenificaciones– le dan una velocidad contrapuntuante con sus métodos de emoción: las revelaciones espirituales, las cargas del corazón, las zozobras o dichas de sus personajes se nos muestran con la cámara fija, cargada de una talmúdica paciencia. Ese doblez está reflejado en sus dos protagonistas. Interpretado por Lior Ashkenazi, Uriel es un filólogo brincolín, un galán, un bromista y un gran manipulador del público; interpretado por Shlomo Bar Aba, Eliezer es un filólogo sedentario, rutinario –septuagenario…

También hay un contrapunto en el estado de ánimo de Pie de página. Por un lado, un humor cruel, ensañado y, en ese sentido, firmemente enraizado en la gran tradición del humor judío. Por otro, una notable capacidad para la empatía: los problemas de estos dos sabios son los problemas de todo padre e hijo: la devoción pero los celos, el respeto a que nos invitan nuestros mayores pero también la irritación a que nos mueven sus terquedades, la alegría de atestiguar los logros de los hijos pero también la desazón de que sus logros no son los nuestros. 

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