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La política del odio
La existencia del otro nos define y confronta. Los pueblos primitivos se llamaban a sí mismos con nombres que significaban “seres humanos”, “los mejores”, “los perfectos”. Los griegos designaban a quien no era griego como “bárbaro”, con el sentido de extranjero pero también de inculto, salvaje, cobarde, cruel. En nuestros días, la xenofobia occidental se ha convertido en la barbarie de los civilizados y no han sido pocos los actores políticos que han querido utilizar al otro para obtener beneficios electorales. El auténtico peligro para las democracias, señala Jan-Werner Müller, es el populismo que erige al otro como el enemigo.