Cómo afrontar el rechazo editorial

Caldo de pollo para autores rechazados. 
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Un viejo maestro nos contó en clase que su hijo mandó un libro a un premio literario. “Ojalá fracases”, fue lo que le dijo, porque en su opinión lo peor que le puede pasar a un autor es tener éxito de manera temprana. El éxito es siempre un riesgo, nos vuelve proclives a la molicie, a transar con el arte para ganar aceptación, y por el contrario el fracaso y el rechazo son el mejor fogueo que puede existir en este medio. Muy pocos autores sobreviven al reconocimiento temprano. Dostoyevski fue uno de ellos, pero mucho me temo que no por  fuerza de voluntad sino por los años que pasó en Siberia. En este sentido recomiendo leer el primer tomo de la portentosa biografía de Joseph Frank: el joven Dostoyevsky era tan mimado y narcisista como un poeta de la Fundación para las Letras Mexicana, solo que con talento.

Como todo mundo sabe, las becas, premios y buenas reseñas son peor que súcubos e íncubos en la búsqueda del Santo Grial. Si le temes al fracaso y al rechazo, en definitiva la carrera de escritor no es para ti a menos que tengas muy buenos hados padrinos. Lo mejor es estudiar una carrera, casarte y tener hijos o pedir una beca a la fundación mencionada arriba, donde estarás en tu zona de confort. Pero esta no es otra tonta apología del fracaso como una manera de ganarse la inmortalidad, que en los tiempos que corren se reduce a ser adorado y medio leído por famélicos y asexuados estudiantes de letras durante 10 años hasta que te olvidan, o en el peor de los casos: no.

No, esta es la guía underdog para enfrentar los rechazos editoriales (fanfarrias).

Y bien, decidiste ser escritor, te encerraste en casa durante varios meses o años a escribir una Bildungsroman sobre crecer en el norte de México en un mundo materialista y alienado, rodeado de gente con un vocabulario promedio de cincuenta palabras cuya identidad se reduce a manejar una troca con una Tecate en la entrepierna. Pusiste el archivo en una memoria USB y luego de romper el cochinito lo llevaste a imprimir a un centro de fotocopiado, y le dejaste las hojas todavía calientes en un sobre amarillo al insensible guardián de la entrada, o en el peor de los casos mandaste el original por el servicio de paquetería más costoso del mercado. Si hiciste esto, entonces seguramente te preguntarás, ¿qué debo hacer en caso de que me rechacen el manuscrito? (Fanfarrias)

  1. Antes del rechazo, primero que nada: NO SUEÑES. Por ningún motivo vayas a caer en ningún tipo de ensoñación diurna. No vayas hacia la luz. Dicho de otro modo, no hagas lo que todos hacen cuando mandan un libro a una editorial: no te imagines la portada ni la cuarta de forro, ni la fotografía en la solapa con tu gato. Tampoco sueñes con verlo en la mesa de novedades de Gandhi, ni que  Paty Chapoy lo va a recomendar por la televisión (u Oprah, dependiendo del tamaño de tu megalomanía). Repito: NO SUEÑES. NO SUEÑES. Adopta esto como un mantra, porque entre más grandes sean tus fantasías más rápido vas a caer.
  2. Cuando recibas el impersonal mail que le mandan a todo mundo, el machote, como decimos en México, llora, pero que nadie te vea. “Querido escritor, pese a tu excelente y original estilo y tema (y tu linda cara y hermosa figura), nos vemos obligados a rechazar tu manuscrito debido no solo a que no coincide con nuestra línea editorial, sino que no obtuvo los suficientes votos en el consejo”. (Aquí entiéndase que es un “consejo” formado por un solo hombre. Tómese “no coincide con nuestra línea editorial” como “no coincide con la sintaxis de nuestro idioma”) Llora, pero por el amor de Dios no lo publiques en tu muro de Facebook o en Twitter: asume el fracaso como lo haría un Samurai, pero sin hacerte el seppuku. Y si alguien te ve llorando puedes decir 1) “es que se me metió una basurita en el ojo” o 2) “bueno, al fin y al cabo esto también le pasó a García Márquez y a James Joyce”.
  3. No te hagas ni el genio incomprendido ni el gran innovador.  “Qué le vamos a hacer, nadie quiere leer la historia de una chica y su búsqueda de un lugar en el mundo, el paso de la infancia a la adolescencia” o “La verdad es que en esa editorial gachupina no están preparados para una novela de 600 páginas donde el verdadero protagonista es el lenguaje”. Si rechazan tu novela es porque seguramente es mala, o porque llegan muchos manuscritos a la editorial y no pueden leerlos con atención. Piensa también que quienes dictaminan los libros a cambio de una mísera paga son veinteañeros egresados de Letras Hispánicas que viven con sus papas, y por todo lo anterior no saben nada de la vida y por consiguiente de la literatura. Un egresado de letras es incapaz de ver un buen libro incluso frente a sus narices: ¡es gente que estudió para que alguien más les diga lo que es un buen libro!
  4. No te desanimes. No te cases con el libro rechazado. No eres un estudiante de doctorado de antropología y no tienes que llevar a cuestas todas esas páginas durante años como una especie de maldición de Caronte (dicen que la tesis es la novia de la vejez). Comienza a escribir algo nuevo si es que no lo has hecho. A lo mejor lo que pasa es que tu libro necesita estar guardado unos diez años en el cajón, o ser puesto en una cápsula de plomo rumbo al sol para no volverlo a ver nunca más (me gusta más la primera opción). Para saber esto lo mejor es confiar en el instinto: vete al Desierto de los Leones a estar en contacto con la naturaleza. Cómprate un manual de aves de la ciudad de México, unos catalejos y shorts. En otras palabras: despéjate y pasa a lo siguiente.
  5. El rechazo editorial también puede ser una prueba para ver de qué estás hecho. Si esto te desanima tanto que juras no volver a escribir y maldices al cielo con un puño, pero a los pocos días o semanas sientes que hay un sentimiento imperativo dentro de ti que te obliga a tomar lápiz y papel porque crees que tienes algo que decir que solo tú puedes expresar, entonces tal vez tienes vocación… (fanfarrias)
  6. Piensa que lo peor que podía pasar era que publicaran tu libro: tener que renegar de él dentro de diez años.
  7. O que publiquen tu libro y que no pase gran cosa. De una manera más que obstinada la gente sigue sin reconocerte cuando vas al Oxxo por cigarros; no hay descuentos especiales, invitaciones a fiestas VIP; publiques o no publiques un libro tu madre va a seguir llamándote por teléfono para preguntarte si ya limpiaste tu casa.
  8. Lo mejor es poner una PYME. La verdad es que todo esto es un comercial para promocionar el Programa de Micro Créditos de la Secretaria de Economía.  

 

 

 

 

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Vive en la ciudad de México. Es autor de Cosmonauta (FETA, 2011), Autos usados (Mondadori, 2012), Memorias de un hombre nuevo (Random House 2015) y Los nombres de las constelaciones (Dharma Books, 2021).


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