PanteĆ³n de Dolores

El 11 de marzo de 1935 Octavio Paz tuvo que enfrentarse a la muerte de su padre, atropellado la vĆ­spera por un ferrocarril. Fue el dĆ­a en que ā€œjuntamos sus pedazosā€. TardĆ³ aƱos en escribir sobre esa muerte, en la que leyĆ³ un augurio de la suya.
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…cementerios de frases y de anĆ©cdotas

que los perros retĆ³ricos escarban

“Piedra de sol”

Octavio Paz escribiĆ³ poemas inmediatos sobre las muertes de varios amigos: la (falsa) muerte de JosĆ© Bosch; las de Rafael Vega Albela, Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia… Escribir explĆ­citamente la muerte de su padre, en cambio, le tomĆ³ aƱos:

1939. Paz regresa de EspaƱa cubierto de polvo, como sus poemas. Llega a la puerta del polvo y toca: sale una espuma de polvo que “me levanta / y levanta los huesos de mi padre”. Es la primera vez que lee en esa muerte el augurio de la suya: “soy la tumba de mĆ­ mismo”.

1942. Paz camina por el PanteĆ³n de Dolores. Carga en la espalda un saco de lona con lo que queda de su padre: el crĆ”neo mondo, la osamenta aĆŗn cubierta por retazos de casimir, los zapatos, el “sombrero gris perla”. Oye a los huesos machacando a los huesos. Los huesos dicen algo: la mitad de una frase. Pasos atrĆ”s va su madre enlutada diciendo requiescats. Es el 2 de febrero: una maƱana helada y fulgurante. Paz y el saco del muerto, y su madre, van del lote once al lote ocho. Los huesos golpean la espalda de su hijo, lĆ”pida ambulatoria. “Soy rico solo en huesos”, piensa.

1924. La primera vez que fue al PanteĆ³n de Dolores fue el 6 de noviembre de 1924 para enterrar a su abuelo Ireneo en la tumba del lote ocho. Se muriĆ³ “de rayo, tan aprisa” que no alcanzĆ³ “la cama ni los Ć³leos”. TenĆ­a diez aƱos y vio a su primer muerto: “nunca lo olvidamos”. A quien no mirĆ³ ese dĆ­a fue a su padre. VivĆ­a en Cuernavaca. Distanciado de don Ireneo, no acudiĆ³ a sus exequias.

1933. La segunda fue el 15 de enero de 1933, para enterrar a la “virgen somnĆ­locua, mi tĆ­a”. Amalia Paz sufriĆ³ una angustiosa, prolongada agonĆ­a. No podĆ­a hablar y gritaba con los ojos. Octavio miraba esos ojos mientras se hundĆ­an en la muerte y perdĆ­a cuerpo su alma. La enterraron junto a don Ireneo en la tumba del lote ocho.

1935. La tercera fue el 12 de marzo de 1935 para enterrar los pedazos de su padre que Paz ayudĆ³ a juntar y meter en un costal en la estaciĆ³n ferroviaria de Los Reyes. TambiĆ©n pensĆ³ en los ojos, en “la mirada incrĆ©dula del muerto”. Pero no lo enterraron en la tumba de don Ireneo sino en una tumba en el lote nĆŗmero once.

En mi libro sobre Paz repetĆ­ lo que Paz le dijo a Felipe GĆ”lvez: que el drama ocurriĆ³ el 8 de marzo de 1936. No fue asĆ­ (ofrezco disculpas). Transcribo ad litteram el acta de defunciĆ³n que encontrĆ³ mi amigo Ɓngel Gilberto Adame:

Acta No 24 veinte y cuatro

Machacamiento del

Lic. Octavio Paz

En el pueblo de Los Reyes Municipio de ‘La Paz’ Estado de MĆ©xico Ć” las 10 horas del dia 11 once del mes de Marzo del aƱo de 1935 mil nuevecientos treinta y cinco, Ante El C. BenjamĆ­n Espinosa Juez del Registro Cibil de este lugar, Se presento La SeƱora Josefina Lozano Viuda de Paz de 39 aƱos de edad, originaria y vecina de MĆ©xico, Viuda CatĆ³lica, y presenta un certificado firmado por El C. Doctor T. Suarez, donde hace constar que aller Ć” las 21 horas Fue atropellado El SeƱor Licenciado Octavio Paz, causa de su Fallecimiento. El cual fue atropellado y echo pedasos murio Ć” la edad de 51 cincuenta y un aƱos, hijo legitimo del SeƱor Irineo Paz y La SeƱora Rosa Solorzano de Paz finados. El atropellamiento lo causo Los Ferrocarriles del Interoceanico quedando el cuerpo echo pedasos los cuales fueron recogidos por Las Autoridades de este Municipio. Siendo testigos de este acto Los SeƱores Francisco Medina y Antonio Solorzano mayores de edad con domicilio vien conosido.

Doy Fe

El C. Jues del Registro Cibil BenjamĆ­n Espinosa

Francisco Medina. Antonio SolĆ³rzano. [RĆŗbricas]

Es extraƱo que Paz equivocase ese aƱo crucial en que muriĆ³ su padre, ingresĆ³ a la mayorĆ­a de edad (dĆ­as despuĆ©s del drama) y se enamorĆ³ de Elena Garro. Del acta se desprende que no solo equivocĆ³ el aƱo, sino el dĆ­a. El diez tiene mĆ”s sentido: el pueblo de Los Reyes festeja con gran argĆ¼ende ese primer domingo de carnaval. Se entiende que, consumada la farra, el tambaleante abogado se dispusiese a tomar el tren hacia MĆ©xico. Entre el accidente nocturno del domingo y la declaraciĆ³n temprana del lunes, segĆŗn el acta, llegĆ³ la familia, juntaron los pedazos, se consiguieron el mĆ©dico legista y el juez cibil. Luego, el largo regreso a Mixcoac, supongo que en una carroza fĆŗnebre. ¿Y quiĆ©n, y cĆ³mo, vestirĆ­a de muerto los pedazos de abogado? Al dĆ­a siguiente, 12 de marzo (no el 10, como dice Paz), lo enterraron en la tumba solitaria del lote once.

1935. El 25 de julio, Octavio le escribe a Helena:

El domingo antepasado fui al panteĆ³n, a ver a mi padre, en quien no pensaba. ReguĆ© la tierra para que hubiera flores y levantĆ© una humedad tierna de ella: allĆ­ llorĆ© dulcemente (como un dĆ­a lo hubiera podido hacer en tus hombros). Cuando salĆ­ del panteĆ³n supe que habĆ­amos de morir, pero despuĆ©s de haber hecho algo. La muerte era una realidad casi placentera, y me hablaba de cosas que no se corrompen en el deseo. Ya ves que te hablo como un amigo, casi como un hermano.

1942. La madre recibe el aviso del panteĆ³n: retrasada en el pago de las mensualidades, o cubre el saldo de la perpetuidad, o vacĆ­a la tumba. De otro modo, los restos irĆ”n a la fosa comĆŗn. No hay dinero, asĆ­ que madre e hijo deciden mudarlos al lote ocho, pues la tumba de don Ireneo era “de primera clase a perpetuidad”, y confiar en que los huesos harĆ”n las paces sin perturbar a la tĆ­a. Los obreros abren la tumba: Paz mira las cajas de su abuelo y de su tĆ­a y entrega el saco de lona. Lo que fue su padre vuelve a la tierra luego del paseo. El panteĆ³n anota en su registro: traslado de “restos superficiales”.

Luego de mirar los “hoyos que escarba lenta la memoria”, de regreso a su casa, Paz comienza a escribir “ElegĆ­a interrumpida”. Cada estrofa comienza con la oraciĆ³n “Hoy recuerdo a los muertos de mi casa”. La primera dedicada al abuelo y a la tĆ­a Amalia la segunda. En la tercera estrofa evoca al padre en la sobremesa y como –distraĆ­do o embebido– cada noche dice “la frase sin fin que cuelga a medias”. Y evoca los dĆ­as posteriores al drama: la familia escucha pasos allĆ” afuera. “Alguien entre nosotros se levanta / y cierra bien la puerta. / Pero Ć©l, allĆ” del otro lado, insiste.”

1943. En un poema sobre “el rĆ­o del pasado y sus memorias” Paz escucha, otra vez, “un ruido opaco, / Ć”nima en pena, sube la escalera”. Pero en esta ocasiĆ³n sĆ­ abre la puerta: es nadie. Entonces se pregunta: “¿A quiĆ©n espero?”

1945. Paz vive en San Francisco cuando se cumple el dĆ©cimo aniversario del drama. Paz escribe “La vida sencilla”. Quiere que sea un poema “para la gente comĆŗn y corriente”, un poema sobre cĆ³mo vivir y cĆ³mo morir; sobre la obligaciĆ³n de

pelear por la vida de los vivos,

dar la vida a los vivos, a la vida,

y enterrar a los muertos y olvidarlos

como la tierra los olvida: en frutos…

1972. La turbulencia de volver a MĆ©xico luego de trece aƱos genera poemas extensos, largos diĆ”logos entre el poeta, su ciudad encontrada/perdida y la memoria escarbadora. Una noche, aturdido por la ciudad fragorosa, un poema ansĆ­a escribirse. El amanuense anota “Estoy / en la mitad de esta frase. / ¿Hacia dĆ³nde me lleva?” La mitad de su frase convoca las frases que su padre solĆ­a dejar a la mitad en la sobremesa. Afuera, la noche “religa a tientas sus pedazos” y el poema busca los suyos. Deriva hacia unos “hechos, fechas” que irradian del verso “Soy el costal de mis sombras”. A esa glosa del memento mori (tu cuerpo es tu ataĆŗd latente) sigue la “visiĆ³n” de 1942 ante la tumba del lote once: los obreros “abren el hoyo” y aparecen el sombrero, los zapatos y los “huesos, trapos, botones”:

Lo que fue mi padre

cabe en ese saco de lona

que un obrero me tiende

mientras mi madre se persigna.

Su padre insiste: no se deja enterrar ni olvidar. Su hijo/fruto da otro paso hacia el epitafio.

1974. De nuevo, un poema lo toma de la mano y se lo lleva –“sigo los titubeos de esta frase”– a escarbar la memoria. Pasado en claro pasa en limpio su biografĆ­a. Finalmente, casi cuarenta aƱos despuĆ©s, consigue escribir el drama:

Del vĆ³mito a la sed,

atado al potro del alcohol

mi padre iba y venĆ­a entre las llamas.

Por los durmientes y los rieles

de una estaciĆ³n de moscas y de polvo

una tarde juntamos sus pedazos.

Ha pisado sus pasos: ya no es “el costal de mis sombras”; ahora es “la sombra que arrojan mis palabras”.

1977. Las autoridades del panteĆ³n arrasan con varias tumbas para edificar un nuevo crematorio y, entre ellas, la tumba del lote ocho. Paz le dijo a GĆ”lvez que esa decisiĆ³n “dio pie a muchas arbitrariedades”. Luego reitera que fue en la tumba del abuelo donde “depositamos los restos de mi padre”, como si nunca hubiera sucedido la exhumaciĆ³n de 1942. Mas que olvidar, se dirĆ­a que Paz redacta: ata huesos divididos.

1993. Octavio acompaƱa a Julio Scherer a la puerta del edificio luego de realizar una entrevista que les tomĆ³ toda la tarde. Scherer comenta algo sobre los aƱos que lleva Paz en ese departamento de la calle Guadalquivir. La respuesta de Paz fue: “De aquĆ­, al PanteĆ³n de Dolores.”

1998. Los restos de Octavio Paz fueron incinerados en el PanteĆ³n EspaƱol. No es cierto que hayan sido depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres del PanteĆ³n de Dolores. ~

 

 

Agradezco a Ɓngel Gilberto Adame, que

me compartiĆ³ el acta de defunciĆ³n y sus

investigaciones en el PanteĆ³n de Dolores.

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Es un escritor, editorialista y acadƩmico, especialista en poesƭa mexicana moderna.


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