Imagen: UDG TV Canal 44

Un trago por Jaime Barrera

El secuestro del periodista Jaime Barrera es un recordatorio de que en México el miedo se impone a la libertad de expresión.
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El músico jalisciense Sabino tiene una canción poco edificante sobre la necesidad de un trago en cualquier circunstancia. “Me cortó mi novia y me puse pedo; me encontré una nueva novia y me puse pedo (…) aprobé un examen y me puse pedo, reprobé un examen y me puse pedo”. No es poesía pero es verdad.

Pertenezco a una generación que acude al licor, a la cerveza o a la copita de vino para celebrar, para quitar el dolor, para soportar el miedo y para contener las grandes dichas. Son mejores el yoga y la meditación, pero para una emergencia (sismos incluidos), recurro a una copa y eso hice ahora que el miedo se instaló en mi estómago al saber que el periodista Jaime Barrera había sido secuestrado.

Desaparecido decían otros. Advertido, dice él ahora que está entre nosotros para contarlo.

El hecho es que un grupo de hombres, al menos uno con arma larga, se lo llevó a la fuerza poco después de las 2 de la tarde casi frente a la radioemisora donde trabaja, en una avenida concurrida.

Las más de 30 horas que estuvo esposado, con los ojos vendados, en el piso de un lugar desconocido, debe haber pensado que moriría. No nos atrevíamos a decirlo en voz alta, pero sus colegas y sus amigos y su familia (estoy segura de que todos), también pensamos que no lo íbamos a volver a ver con vida. Adicionalmente, la imaginación me hacía malas jugadas y no me entregaba escenas de Jaime sentado, comiendo, esperando a ser rescatado o ejecutado. Las escenas que construí eran mucho más dolorosas.

Jaime Barrera es un periodista (qué alegría escribirlo en presente) respetado y querido en Jalisco y en el país. Es un periodista serio, profesional, cuya amistad me precio de tener. Con él he discutido sobre información, sobre colegas y sobre el rumbo público. Cuando éramos jóvenes, incluso llegamos a emborracharnos juntos como sólo lo hacen los jóvenes. Bueno, él no, pero los que departimos con él, sí. Él bebía y nunca se emborrachaba, y al día siguiente estaba tan fresco en la redacción del periódico como si hubiese dormido sus 8 horas y pasado por el gimnasio.

Su resistencia era célebre. Hoy lo será más, por razones mucho más importantes y sustantivas. Hoy Jaime regresó de una noche larga, pesada, pavorosa, y no pasó ni un solo día antes de que él prestara su valiosísimo testimonio a los muchos colegas que tiene en los muchos medios de comunicación mexicanos.

La diferencia es que no ríe ni bromea, pero fuera de eso, Jaime se esfuerza para que quede registro de lo que le sucedió. Sus entrevistadores, todos sus amigos, lo tratan con prudencia pero lo conducen a recordar lo que pasó. Unos hombres lo obligaron por la fuerza a acompañarlos. Lo hicieron con un operativo ya conocido: encapsulando su auto con un vehículo enfrente, otro a un lado. Lo vendaron, lo subieron a la parte de atrás del vehículo y se lo llevaron. Lo esposaron. Lo tablearon, dice. Es decir, lo golpearon con tabla. Le preguntaron que quién le había ordenado que escribiese lo que escribió. Le dijeron que le bajara. Le pusieron con palabras a la familia enfrente. Lo soltaron más de 30 horas después.

Jaime, esposado, pidió ayuda en una tienda de barrio. La chica hizo las llamadas necesarias y un poco después hasta la Guardia Nacional lo escoltaba a su casa, con su familia.

Hoy Jaime está de regreso y yo, como Sabino, vuelvo a tomar un trago. Un trago por el miedo que tuve por su vida, un trago por el miedo que ahora tengo por todos mis colegas en Jalisco, por el miedo que tiene su equipo de radio, por el miedo que tiene su equipo en Televisa, por el miedo que tienen sus colegas en Canal44, por el miedo de todos mis colegas periodistas que no saben si escribir eso que iban a escribir. Un trago por el miedo que tendrá Jaime de ahora en adelante, aunque sea bravo, aunque sea un periodista valiente que siempre termina entero. Un trago porque lo volveré a ver, pero sobre todo, un trago porque esto que vivimos en México no es libertad de expresión. Es miedo. Qué miedo escribir sobre los carteles, sobre los desaparecidos, sobre los asesinatos, sobre el crimen, sobre las estrategias de seguridad. Por eso se necesita un trago. ~

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es politóloga y analista.


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