Más de 30.000 personas han firmado una petición para que la editorial Alfaguara retire el libro 75 consejos para sobrevivir en el colegio, de María Frisa. La petición del Change.org acusa al libro de dar “consejos tóxicos”, de incitar al machismo, la desobediencia y el acoso escolar. La editorial ha dicho que no retirará el volumen, aunque subrayará que es una obra de ficción. La autora emitió un comunicado donde lamentaba los malentendidos que hubiera podido causar su libro, publicado en 2012.
La acusación es antigua y bien conocida: lo que hace el libro de María Frisa es corromper a la juventud. Y también es antigua y conocida la estrategia: la intolerancia y la mentalidad literal se disfrazan de protección del más débil. Tendemos a pensar que quienes restringen la libertad de expresión son malvados. Pero casi siempre lo hacen en defensa de una causa noble, convencidos de sus buenas intenciones.
La denuncia partió de la tuitera @YaraCobaain y la petición en Change la ha promovido el YouTuber Haplo Schaffer. Ha sido amplificada por medios de comunicación que a menudo se han limitado a repetir lo que decía la petición, que distorsiona el contenido de la obra y presenta fragmentos sin explicar el contexto. Parece razonable asumir que la inmensa mayoría de los firmantes no ha leído el libro. Cuando escribió la petición, Schaffer no lo había hecho.
Una lectura pausada del texto de Change.org podría haber disparado algunas alarmas: por ejemplo, el hecho de que se hable de consejos destinados a niñas, como si en España los libros se segregaran por sexos (el texto ni siquiera está dirigido a una lectora: el consejo 22, por ejemplo, es “finge ser comprensivo”). La campaña y parte de la prensa que ha tratado el tema han presentado el libro como si fuera un manual. En realidad, y de forma muy evidente, el libro de María Frisa, que forma parte de una serie, es una obra literaria de ficción con una clara intención humorística. La narradora, Sara, es un personaje inventado que emite opiniones irreverentes. Describe tácticas que no se presentan como modélicas desde el punto de vista ético, y concibe planes que a menudo salen mal. El tono es ingenuo, infantil e inofensivo, y muchos niños lo comprenden y disfrutan desde hace años. El chiste puede hacerte más o menos gracia, pero es claramente un chiste.
Por extraño que parezca, y al margen del género de la obra, si a alguien no le gusta un libro o sus ideas tiene la opción de no comprarlo e incluso no leerlo. Además de ignorar las características del objeto que les ofende, los firmantes parecen sobrevalorar la influencia de la literatura en nuestras conductas, y minusvalorar la comprensión lectora de los jóvenes: es de esperar que no siempre sea tan tosca o retorcida como la de algunos de los impulsores de la campaña. Si aplicáramos ese mismo criterio a todas las obras literarias juveniles, o a todas las obras que pueden caer en manos de un menor, nos quedaríamos sin unas cuantas, desde el Lazarillo a Manolito Gafotas. Probablemente tendríamos que retirar Los Simpson del mercado, Stevenson sería otro corruptor de menores y no sé qué habría que hacer con la Biblia. La literatura perdería complejidad, riqueza y humor, o la capacidad de ayudarnos a entender puntos de vista o comportamientos distintos.
Aunque la campaña ha denunciado una supuesta incitación al bullying, al mismo tiempo ha promovido un episodio de acoso a la escritora y de intimidación a la editorial. En la página del libro en Amazon, la gran mayoría de los comentarios son posteriores al 23 de julio de 2016, y repiten las ideas de la petición de Change. La Región de Murcia ha pedido la retirada del libro. La autora ha denunciado que ha recibido amenazas de muerte en Facebook. Cuando Frisa publicó su comunicado, Schaffer -que después se ha distanciado del bullying a la escritora, en Twitter y en la lectura comentada de la obra– escribió: “Eres una cobarde y una impresentable, @MFrisa. Y he sido extremadamente educado hasta ahora, pero esto ya colma el vaso”. A la editorial le ha escrito: “Si queréis presentar una explicación coherente,@Alfaguara_es, estáis a tiempo. Si no, ateneos a las consecuencias, no serán divertidas”. Curiosamente, en las explicaciones de alguno de sus vídeos Schaffer señala la importancia de la libertad de expresión.
En El arte de la novela, Milan Kundera habla de “la palabra agelasta: su origen es griego y quiere decir: el que no ríe, el que no tiene sentido del humor. Rabelais detestaba a los agelastas. Les temía. Se quejaba de que los agelastas fueran ‘tan atroces con él’ que había estado a punto de dejar de escribir, y para siempre”.
En 2016, 30.000 personas han exigido en España la prohibición de un libro infantil que en muchos casos no habían leído: “es intolerable que este tipo de contenidos sean publicados, publicitados y difundidos”, dice la petición. Frisa ha tenido el apoyo de su editorial y de colegas como Juan Soto Ivars y trabajadores del sector. Pero una lección de este episodio es la indefensión ante unos justicieros histéricos y la estampida de personas con más energía para indignarse que tiempo o ganas de informarse. En parte responde a las dinámicas de las redes sociales, que son difíciles de parar. Pero el papel de muchos de los intermediarios ha sido también lamentable. En primer lugar, su trabajo es contar bien las cosas y en este caso no han sabido hacerlo. En segundo lugar, quien vive de la libertad de expresión debería tener cautela ante estos fenómenos: con las mejores intenciones también podrían venir a callarte a ti.
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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).