Aviso: su lenguaje ha sido desinfectado

Todo intento por trazar un camino a nuestra manera de expresarnos, nos dice el autor, parece estar destinado al fracaso y al ridículo. 
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Lo reconozco: estudio filología. Uno de los temas que más me ha interesado en estos años ha sido el de los sinónimos; y es que cuando tienes un nexo afectivo con una lengua, aprendes que el sinónimo exacto no existe. Esta sencilla reflexión nos dice mucho acerca del lenguaje; principalmente, que tenemos con los idiomas una relación íntima a la vez que los utilizamos para comunicarnos en sociedad. Expresa nuestras vivencias, actitudes, intenciones, educación y hasta estado de ánimo. Mostramos casi todo por cómo nos expresamos.

El 30 de enero pasado, recibí de mi universidad, la UNED, el siguiente correo electrónico:

Estimadas compañeras y estimados compañeros,

La Oficina de Igualdad pone a vuestra disposición La Guía de Lenguaje no Sexista [http://portal.uned.es/pls/portal/docs/PAGE/UNED_MAIN/LAUNIVERSIDAD/VICERRECTORADOS/GERENCIA/OFICINA_IGUALDAD/GUIA_LENGUAJE.PDF].

Para más información consultar nuestra página Web: www.UNED.es/oficinadeigualdad

Recibid un cordial saludo.

Que un sindicato me hiciera llegar este correo me parecería normal (es una de las muchas razones por las que no estoy afiliado a uno), pero que lo hiciera la segunda universidad más grande de Europa me preocupaba. Comencé a redactar respuestas, aclarando que los encabezamientos de las cartas en español van seguidos de dos puntos (:), y no de una coma (,); o que el imperativo que pretendía utilizar no debía ser “consultar” sino “consultad”. Quizá debía centrarme solo en las múltiples contradicciones de la guía. Al final, por falta de tiempo, me contenté con enviar una serie de clarificaciones de la RAE que debían ayudar al redactor del vademécum a comprender la diferencia entre género gramatical y biológico, entre otros valiosos conocimientos.

En los últimos años, han proliferado las guías de lenguaje no sexista, elaboradas por gobiernos locales, sindicatos y otras fuerzas del progreso. Contienen recomendaciones como la de cambiar el sustantivo colectivo por otras fórmulas que van desde el esperpéntico “Estimadas compañeras y estimados compañeros” de la UNED hasta el no menos aberrante “Compañero@s”. Una de mis favoritas, elaboradas por el gobierno socialista de Andalucía, recomendaba en un informe de 71 páginas de lenguaje “ecofeminista” a cambiar la palabra ‘futbolista’, considerada machista, por el término “quienes juegan al fútbol”.

Hace unos días, la RAE por fin se pronunció contra los muchos engendros gramaticales plasmados en estas guías. Las críticas a estas se pueden enfocar desde tres puntos de vista. El primero es puramente gramatical: los autores de las mismas confunden constantemente el género gramatical y el sexo e ignoran el principio de economía en el lenguaje, entre otras cosas. El segundo es práctico. El informe citaba la constitución de Venezuela como ejemplo:

“Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.”

Si el lenguaje sirve para comunicarse, no parece ser este el camino. El tercer punto de vista es que los intentos que han existido a lo largo de la historia por dictar una forma de hablar desde el poder o desde una institución han fracasado. Producen risa las gramáticas normativas británicas del siglo XVIII, cuando bajo los embrujos de la Ilustración algunos lingüistas pensaron que sus guías de lenguaje podían dotar de unas reglas consistentes al inglés. Cualquiera que haya intentado estudiar o enseñar este idioma podrá corroborar el fracaso de estos valientes.

Lo que hacen las Academias, de forma más o menos acertada, es recoger el habla de su momento e intentar poner claridad en ella, lo cual es radicalmente distinto a lo que tratan de hacer estas guías de lenguaje no sexista. Las Academias intentan plasmar un cambio en el idioma, incluso preservar una forma que consideran correcta, pero no pretenden hacer progresar nuestra manera de hablar. Las pequeñas modificaciones de la gramática de la RAE producen unas controversias fuertes y a menudo justificadas. ¿Qué polémicas no va a suscitar un texto que ni siquiera ha sido redactado por filólogos? ¿Se imaginan una normativa hospitalaria redactada por historiadores del arte?

Las reacciones al comunicado de la RAE han sido variopintas. Incluso los partidos políticos – cómo no – se han pronunciado, generalmente criticando la postura de los académicos. Que los partidos políticos apoyen o rechacen lo que diga la RAE es tan inconsecuente como si sacan un texto contra la teoría de la relatividad. La lingüística tiene unas reglas – tendencias, si prefieren – que no puede alterar un manual. A pesar de que los políticos de todos los partidos en España llevan años abriendo sus mítines con un cacofónico “compañeros y compañeras”, aún no he visto que la fórmula se utilice en la calle (salvo cuando un indignado se hace con un megáfono y pretende emular a los políticos a quienes critica).

Las guías de lenguaje no sexista convierten a nuestro pobre idioma en herramienta ideológica, en lugar de una expresión que se puede estudiar incluso para diagnosticar una actitud social problemática como es el machismo. Tratar de modificar el lenguaje en lugar de la actitud es como querer cortarle la cabeza a un enfermo de migraña. 

(Imagen)

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