El 5 de noviembre de 1956, paramilitares británicos y franceses desataron una fiera acción terrestre para recuperar la zona del canal de Suez que terminó con éxito el día siguiente, coincidiendo con la reelección del presidente Eisenhower. Sin embargo, la anterior renuencia del gobierno estadounidense a apoyar el uso de fuerza en Suez, la falta de consultas previas de Gran Bretaña y Francia con Estados Unidos, la invasión soviética de Hungría el 4 de noviembre (una intervención armada en otro país que Estados Unidos condenó enérgicamente) y la posibilidad de que la Unión Soviética interviniera a favor de Egipto se sumaron para negarle a Eden, el primer ministro británico, el apoyo estadounidense que esperaba. El gobierno de Estados Unidos aplicó presiones políticas y económicas que obligaron al gobierno británico a aceptar un alto el fuego, efectivo desde la medianoche del 6 de noviembre. Un contingente de Naciones Unidas sustituyó entonces a las fuerzas anglo-francesas.
A Michel Strauss2
Headington House
8 de noviembre de 1956
Querido Michel,
me alegro de que te estés dedicando a la literatura rusa;3 tu madre está estudiando ruso con la señora Pasternak; parece que le he dado un giro fuertemente ruso a toda la familia […].
Pero el mundo es un lugar muy confuso en este momento. Ojalá supiera qué pensar. Que los británicos han metido la pata es algo que no puede seriamente dudarse. Al mismo tiempo, no estoy dispuesto a firmar cartas, firmadas ya por 350 profesores y 2,000 estudiantes, quejándome de eso. No logro sentirme moralmente indignado. Veo que se enfrentaban a un dilema terrible. Una vez Israel ha atacado –y por grande que fuera la provocación, y era muy grande, un ataque es un ataque y una agresión provocada sigue siendo una agresión, y me pregunto si tendrán que pagar por ello (aunque creo que se podría argumentar que, si el país X dice una y otra vez que está en guerra con el país Y y está decidido a exterminarlo completamente, el país X no está rompiendo la paz si lo ataca, aunque…)– ¿qué iban a hacer? Hay mucho de cierto en lo que Eden4 dijo sobre la ineficiencia de Naciones Unidas. Pero si lo que los británicos querían era acabar con Nasser, sin duda habría caído de una manera mucho más evidente si Israel hubiera ganado por sí solo, y no como resultado del ataque de dos potencias más grandes, que le hacen parecer un mártir y un héroe –una especie de emperador de Abisinia.5 Veo que, en cierta medida, dado que el petróleo árabe es de vital necesidad, y dada la actitud de Nasser hacia Inglaterra y Francia, Eden no podía colocarse en una posición desde la que socorriera a Nasser, aunque técnicamente él fuera la parte agredida, contra el agresor israelí. Si se hubiera limitado a votar mansamente en las Naciones Unidas para detener la agresión y ayudar a las víctimas, se habría encontrado opuesto a Egipto e Israel al mismo tiempo, lo que habría sido aún más absurdo que lo que sucedió. Sin duda, no alberga un gran amor por Israel, un Estado que nació muy en contra de sus deseos, pues recuerda que a fin de cuentas él fue en origen el fundador de la Liga Árabe, una parte de la cual, al menos, le ha mordido con fuerza la mano. Con todo, es evidente que considera a Nasser una especie de Mussolini árabe, que a menos que sea detenido podría convertirse fácilmente en el agresivo líder de un vasto imperio musulmán que iría de Marruecos al Golfo Pérsico, amargamente hostil a todos los europeos y terreno fértil para la infiltración rusa. Tras aprender la lección con Hitler y Mussolini, quería impedir desde el primer momento que eso sucediera, y estaba convencido de que los estadounidenses, por celos de los británicos, o por una visión sentimental de los pueblos excoloniales que consideran virtuosos simplemente porque previamente fueron explotados u oprimidos, no lo vieron y por lo tanto no ayudaron contra él. Sin duda, hubo muchas otras razones –los recelos con los árabes, el desagrado por Dulles,6 el deseo de demostrar a la camarilla suezita que lo acusaba de debilidad que es un hombre, la presión por parte de los franceses que consideran a Israel su único aliado contra Nasser, al que ven, con justicia, como la fuente de armas y dinamismo para los [¿insurgentes?] en Marruecos, Argelia, etc., pero el motivo fundamental fue cortar de raíz, no dejar que el poder de Nasser se desarrollara en la atmósfera de impotencia creada por las inacabables conversaciones en Naciones Unidas, con Estados Unidos indignado moralmente pero incapaz o no deseoso de actuar, de forma muy parecida a como Inglaterra estaba moralmente indignada pero no hizo relativamente nada para detener a Hitler o Mussolini en los años treinta. Creo que su recuerdo más vívido es la reocupación de las tierras del Rin por los alemanes en 1936, cuando, si los franceses hubieran decidido marchar contra los alemanes, habría emergido de Inglaterra un grito de angustia parecido por el desacato a la constitución de la Liga y el “tomarse la justicia por la mano”. En cualquier caso, si lo que quería era la caída de Nasser –un fin que hay que desear devotamente–, podría haber actuado de manera muy diferente. Para empezar, podría haber emitido su ultimátum no por doce horas sino, pongamos, 72; en cuyo caso los israelíes habrían, casi sin duda, logrado sus victorias contra los egipcios, aunque con un mayor coste para ellos –lo que habría tenido el efecto de humillar a los egipcios mucho más que ser derrotados por los franceses y los ingleses. (¿He dicho todo esto antes? Me repito terriblemente, te pido disculpas.) En segundo lugar, si hubiera hecho eso, podría haber dicho a las Naciones Unidas que debían actuar por sí mismas, que si no querían o no podían, él actuaría, pero no hasta que ellos hubieran mostrado claramente su impotencia. Hacer lo que hizo a espaldas de los estadounidenses, a espaldas del Imperio, era una estupidez infantil, y comprendo la ira de Estados Unidos. Es difícil defender los actos del gobierno con argumentos legales; con argumentos morales o políticos es defendible solo si uno piensa que la guerra israelí, desatada al menos por un tiempo –mientras Estados Unidos reunía sus armas– habría incendiado todo Oriente Medio y ofrecido una oportunidad para el sabotaje a una escala tal que habría creado el caos económico en Europa, o al menos en Inglaterra, y dado a los rusos una oportunidad indefinida de crear problemas permanentes y cada vez mayores. Uno de los paralelismos es el de la situación de Extremo Oriente, donde, como se permitió que la guerra civil china y la guerra sino-japonesa se desarrollaran comparativamente sin control por parte de otros poderes, se preparó el terreno para la última invasión de un comunismo agresivamente antioccidental. Bueno, esto casi parece un artículo de Lippman, y no seguiré.
Aquí el ánimo es raro. Mientras que en Francia todo el mundo, con la excepción de uno o dos periodistas y los amigos de Mendès France,7 está a favor de los actos del gobierno y es extremadamente proisraelí, aquí la mayoría de la nación está probablemente en contra de lo que ha hecho Eden. De hecho, la última encuesta Gallup dice que alrededor del 48 por ciento está en contra de lo que ha hecho el gobierno, el 40 por ciento a favor y el resto no lo sabe. En la prensa se está desarrollando una tremenda campaña: por un lado Maurice Bowra, el decano de New College, los decanos de otras universidades y todos los socialistas, liberales y las personas idealistas que ya te puedes imaginar, todos nuestros amigos, etc., etc.; en el otro lado, Sparrow, Harrod, Gilbert Murray, el Maestro de Balliol,8 el Maestro de University9 y una o dos personas similares.
Me he mantenido en silencio y no he firmado cartas ni contracartas, no he aparecido en plataformas ni contraplataformas, porque creo que no podría ser imparcial en este asunto.
Mientras tanto, Ben-Gurión ha proclamado estruendosamente que no permitirá que tropas extranjeras, cualesquiera que sean, aparezcan donde ya están sus tropas. Me temo que tendrá que pagar por eso. (Paren las prensas: gracias a Dios ha cambiado de opinión.)10 Es un hombre muy obstinado, fiero, propenso a dramatizar, cuyos héroes son Tito y Winston, y cree en el desafío por el desafío, y en estar solo contra todos los Goliats: obtuvo espléndidas victorias, la primera contra los Estados árabes combatientes, ahora la segunda contra los egipcios (de fantásticas velocidad y dimensiones), y, tras haber conquistado un territorio que dobla en tamaño al suyo, no está dispuesto a pactar. Por otro lado, creo que ni Estados Unidos ni Inglaterra lo aceptarán, intentarán ser “imparciales” y tratarán de hacerle retroceder por la fuerza, que él está condenado a resistir. Los rusos, además, ahora lo consideran casi el enemigo número 1, una pequeña pero temible molestia en Oriente Medio que debe ser eliminada cueste lo que cueste. Odiado por nuestra Foreign Office, como los franceses lo apoyan, se ha convertido en una especie de representante no deseado de Inglaterra y Francia en Oriente Medio, sin ser amado por ellas, pero odiado por los árabes y los rusos. Una situación nada envidiable. Ojalá supiera cómo va a acabar.
Es un hombre atractivo, romántico, fiero, apasionado, ciego, embriagado de sí mismo, que preferiría morir en un torbellino de martirio y heroísmo a sobrevivir para gobernar un país pacífico de un modo afable y moderado. Esa es la razón por la que soy pesimista. Por otro lado, soy un derrotista terrible y quizá nada de eso suceda y todo se calme tranquilamente y Ben-Gurión sea capaz de alcanzar alguna clase de acuerdo directo con los egipcios y de hacer que encaje gradualmente la imagen de Oriente Medio. Pero lo dudo.
Mientras tanto, Hungría ocupa todas las mentes y tus amigos los Rankin, o más bien un Rankin,11 siguiendo la estela de Oakeshott,12 de Balliol,se coló con material médico en Hungría y volvió y ahora está apropiadamente encerrado en Christ Church. Hungría es una causa muy romántica; muchos jóvenes quieren ir allí y morir por la libertad, aunque está claro que no pueden ser de ninguna utilidad ahora que los rusos han aplastado la resistencia. Pero sienten, muy apropiadamente, que hay que hacer algo, que están sucediendo cosas terribles, que uno no puede ser abúlico, y que, a menos que alguien haga algo loco y heroico, se tolerarán cosas viles. El instinto es muy bueno, es como el que se sentía durante la Guerra Civil española en “mis” tiempos. ¿Qué opinan sobre esto en Harvard?
Para regresar al problema de Oriente Medio un segundo (siento que esto se está convirtiendo cada vez más en una sólida clase de política): la gran falacia, particularmente en Estados Unidos, es suponer que la gente, como es pobre, no se lava, ha sido oprimida y explotada, es campesina y necesita ayuda, es en consecuencia gente buena, y que su causa es una buena causa, y que es incapaz de producir opresores y fascistas propios. Hay algo inherentemente equivocado en tomar partido por un pueblo contra otro con el argumento de que [ese] pueblo es mejor por naturaleza, más virtuoso, más noble. Hasta que, y a menos que (digo solemnemente) la gente sea capaz, con un frío cálculo de la felicidad humana, de arreglar los asuntos de tal modo que las reclamaciones de derechos nacionales y gloria nacional y aspiraciones tradicionales y derechos históricos y todo lo demás no interfieran con la satisfacción de los deseos humanos básicos de vida y libertad y comida y refugio y seguridad y libertad de expresión, etcétera, hasta que eso suceda, van a pasar cosas terribles. Pero tengo que irme –tu madre me presiona para que deje de hablar en la puerta de al lado, porque quiere dormir y dice que va a tener dolor de cabeza a menos que me detenga ahora mismo […].
Te divertirá saber que Jacob13 y David Pryce-Jones14 pensaban marchar como voluntarios a Hungría y que les aleccioné sobre el hecho de que uno no debe tomarse a sí mismo tan en serio, que los estudiantes son estudiantes, que uno no debe preguntarse a cada momento si está cumpliendo sus propósitos aquí o si debería estar en otra parte, y que uno debe seguir haciendo lo que está haciendo sin la sensación de que la seguridad y la felicidad del mundo dependen de la posición de uno, o de que tiene una llamada o una misión especiales […].
Te quiero.
Tuyo siempre,
Isaiah
A Arthur Schlesinger
7 de mayo de 1957
Headington House
Querido Arthur,
gracias por tu carta del 16 de abril; odio cómo suena “catedrático Berlin”: si alguna vez escribo algo el reseñista siempre puede darle a “catedrático” un sonido burlón, algo a lo que parece tener cierta propensión; uno no puede apoyar causas elevadas sin tener la aguda sensación de que los demás creen que tiene un interés personal evidente en esas cosas; de haber perdido el derecho a un vago estatus de andar por libre; y haber dejado de ser un caballero para convertirse en un apostador. Hablando de caballeros, ¿has leído las memorias de Lord Halifax?15 Realmente pertenece a la clase de personas a las que el proverbio ruso sobre “los que pueden salir del agua secos” encaja singularmente. Logra no decir nada en absoluto excepto algún que otro codazo ocasional a Winston, pero nada tan deprimente y malintencionado como la edición de Bryant16 de las memorias de Alanbrooke. No les ha hecho ningún bien ni a Alanbrooke ni a Bryant, me alegro de pensar. Alguien debería hacer algún día una antología de las cosas resentidas que dicen con tono educado sobre grandes hombres las exasperadas mediocridades que se han peleado por servirles y que son reticentes a reconocer su genio, mientras al mismo tiempo se quejan incesantemente de sus interferencias, su pesadez, etc. […]
Tuyo siempre,
Isaiah
A Morton White
19 de julio de 1957
Headington House
Querido Morton,
me alegró y me alivió recibir tu carta. El título de caballero me producía el tipo de culpa que puedes imaginar demasiado bien. En general, me da vergüenza. […]
Tienes razón, gente como los Hart, mi predecesor Cole y otros piensan que me he “vendido” a un sistema difuso. Cole me escribió una severa nota donde decía que le escandalizaba que hubiera visitado el palacio habitado por “Esa Mujer”, y, después, hablando conmigo, explicó que, aunque pensaba que Attlee17 ha prestado grandes servicios al movimiento laborista, él, Cole, se vio obligado a romper relaciones con él, prácticamente, después de que aceptara un compromiso con “Esa Mujer”.
Resulta lo suficientemente anticuado como para ser puro y conmovedor, y Cole me gusta por eso.
A. J. P. Taylor, que está furioso porque no lo han hecho profesor regio, ha atacado a Namier, a quien considera responsable, en el New Statesman, y me ha lanzado una andanada sugiriendo que el primer ministro concede favores a gente que lo entretiene o lo divierte de una manera u otra.18 Lo que quizá sea cierto, porque la razón de esta “elevación” es genuinamente oscura para mí, al igual que para los demás. En general siento vergüenza cada vez que veo la palabra en un sobre –todavía más cuando se pronuncia: me estremezco profundamente. Me pregunto por qué debería haberla aceptado y la respuesta, en general, es (a) que, siendo como soy, nunca podría haber ocultado el hecho de que me la habían ofrecido; (b) que produce a mi madre un enorme placer y la hará, infeliz como es, mucho más feliz en los años que le queden19 –parece una razón sentimental, por no decir banal, pero es totalmente cierta. Cuando sugerí la posibilidad de rechazar el título, prácticamente se echó a llorar. Entonces adopté una línea utilitaria ante mí mismo, diciendo que en general todo el asunto carecía de importancia y entristecerla por algo tan nimio era, de hecho, un error. Y ahora tengo mis dudas: desde luego está más [feliz], pero me parece que me preocupo demasiado. (c) También intento argumentar ante mí mismo que es bueno que los gobiernos den estas cosas a la intelligentsia, por inofensiva que sea (por ejemplo, yo), y que debería haber rechazado el título si yo fuera genuinamente igualitario, pero que de hecho no me desagradaba en absoluto el sistema de honores, pensaba que estas cosas son baratijas inofensivas y en general me gusta bastante que otras personas las obtengan. No tenía idea de que debía preocuparme tanto. Solo me preocupa porque parece señalarme como una persona pomposa, a quien no puede tratar fácilmente gente con la que me gusta relacionarme de forma discreta y natural. Obviamente, eso no afecta a los amigos, pero sí a los estudiantes, a los alumnos de posgraduado, a los colegas, etcétera. También tengo la vaga sensación de ser un cazador furtivo convertido en guardabosque, pero es vaga: diría que en el fondo siempre he sido un guardabosque.
La ceremonia20 de Palacio en que fui “ordenado” resultó indeciblemente tediosa –un aburrimiento enorme puntuado por un leve terror ante la perspectiva de aparecer en el escenario acompañado de cortesanos. He recibido una maravillosa serie de cartas de varias personas –los tres catedráticos de Filosofía se han comportado de la forma más característica. Austin me expresó su alegría de forma bastante directa. Price me escribió una carta sobre la Orden de Caballería, señalando que el primer caballero no fue otro que Totila el huno,21 y realizó una elaborada digresión sobre el tema, diciendo que el deber de los reyes de esa época era luchar por una civilización semirromana frente a la barbarie, y que suponía que yo estaba haciendo eso, etc. Y finalmente Gilbert [Ryle], que dijo: “Enhorabuena (supongo).” Todos muy característicos.
[…] Herbert ha vuelto22 y dice que Harvard está lleno de enemigos míos: Friedrich23 y Bill Elliott (como esperaba) sobre todo por motivos ideológicos pero parcialmente, según él, también personales. No es una deshonra. También Aiken (más sorprendentemente) y Marshall Cohen24 (al que apenas conozco y que no me preocupa). ¿Por qué es hostil Henry? Pero quizá no lo sea. De todos modos no te puede preocupar todo el mundo en todas partes y todo el tiempo.
No he perdido la esperanza con respecto a nuestro libro, de hecho quiero hacer todo lo posible para que se materialice. Una expresión rara: quiero decir que me gustaría escribirlo contigo. Por favor mándame tus conferencias. La razón por la que quiero ser catedrático es que deseo que me absorba la rutina académica general, escribir libros y dar conferencias y pensar en eso en vez de enredar en los márgenes como sucedía antes.
A Herbert le caes muy bien y no voy a repetir una palabra. Pero dice de ti exactamente lo mismo que tú dices de él: sobre ser doctrinario, etc. Sí, es muy rígido: parece muy indignado con Russell por su ataque a Strawson en Mind.25 Yo lo disfruté bastante, sin preguntarme demasiado hasta qué punto estaba siendo injusto. He escrito un artículo largo y raro sobre aspectos del marxismo en Rusia que quiero mandar a Foreign Affairs.26 La tesis principal es que, históricamente hablando, ha ocurrido una cosa curiosa: todas las categorías marxistas, como “explotación”, “plusvalía”, “lacayos de la burguesía” o “infraestructura y superestructura”, etc., etc., que encajan con dificultad en Occidente y pueden ser iluminadoras pero sin duda no son categorías infalibles que encajen como un guante en surcos preestablecidos en el mundo occidental, parecen encajar como un guante en el sistema soviético. Y eso se debe al hecho de que cuando Lenin y Trotski establecieron el gobierno ruso creían que tenían que pasar por ciertas fases que, según Marx, el mundo occidental ya había atravesado; esas fases no eran demasiado ciertas sobre Occidente, aunque por supuesto eran extremadamente brillantes y sugerentes, y Lenin y Trotski hicieron que pasaran de ser una descripción, como pretendían las obras de Marx, a convertirse en algo normativo. En pocas palabras, los bolcheviques obligaron a la sociedad rusa a atravesar fases que suponían, en general incorrectamente, a partir del estudio de los libros y no de la realidad, que había atravesado Occidente. No muy diferente a lo que ocurrió con la constitución estadounidense a causa de la malinterpretación que hizo Montesquieu de la constitución británica,27 pero en mayor medida. Me pregunto si es solo una divertida paradoja o si encierra algo más. Al menos, para mí, ilumina mucho de lo que ocurrió en Rusia y parece una prueba adicional en apoyo a la tesis de que hombres implacables en situaciones “flexibles” o caóticas son capaces dar a la vida de una nación un giro violento, inesperado e irracional que los sobrios estudiantes de la historia social no pueden prever. De todos modos te mandaré el artículo o algún texto sobre el asunto. […]
Tuyo siempre,
Isaiah
A Edmund Wilson
27 de agosto de 1957
Desde Headington House
Querido Edmund,
[…] sí, cené con la Reina.28 Es realmente muy bueno que la prensa estadounidense más respetable sienta tanto interés por la vida de nuestra querida Reina y ofrezca una visión tan equilibrada y sensata: me temo que sobrevalora mi humilde papel a la hora de ensanchar la mente de nuestra monarca: en la ocasión que he mencionado, ignorando los ceños fruncidos de los puritanos miembros del ala izquierda del partido laborista entre los que de forma incongruente me incluyeron, señalé a Su Majestad los méritos de las obras de Genet,29 de Memorias del condado de Hecate,30 de Lolita;31 un cortesano apuntó debidamente los títulos; más tarde me lo reprochó severamente el secretario de asuntos interiores,32 que me presentó por mis honores y actos como censor oficioso del país, pero el daño, espero, ya estaba hecho. La Reina estaba bastante alegre; denunció a tiranos, en especial a Perón, los efectos de la digestión del presidente Eisenhower en la economía estadounidense33 y el “saludo a los colores”. Me preguntó si leía mucho y dijo que su padre informó una vez a sus invitados de que había leído un libro muy interesante –la Biblia– y les preguntó si alguno de ellos la había leído y, si era así, ¿qué les parecía? No puedes convencerme de que lo habría pasado mejor en la Casa Blanca o el Eliseo. La Reina me preguntó mi opinión sobre las obras de Louise de Vilmorin –yo pregunté la suya sobre Jean Cocteau. Quizá sería mejor que no desengañaras a la benevolente prensa estadounidense de su opinión sobre esa joven mojigata grave, aburrida, limitada y caballuna de principios de la era victoriana. La comida era indiferente. No había verdaderos lacayos. Ni pompa. Ni vestido formal. Todo muy escandinavo.
Tuyo,
Isaiah
A Irving Kristol
28 de septiembre de 1957
Headington House
Querido Irving,
perdona que no haya contestado tus cartas –del 18 y del 20– antes, pero acabo de verlas, he vuelto hace unas horas.
Permite que las aborde en orden cronológico.
1. Me encantaría reseñar un libro para Encounter algún día –pero no puedo hacer nada en los próximos cuatro o cinco meses, porque me encuentro en un estado de histeria sobre mis próximas clases como catedrático, ninguna de las cuales he escrito, y por tanto soy incapaz de pensar en otra cosa, o en realidad de pensar en absoluto, mientras persista esta horrible situación. […]
2. Sobre Pasternak. Es una historia muy complicada. Hay un manuscrito completo de la novela en Italia, en manos del editor Feltrinelli, que se supone publicará una versión italiana. El primer rumor decía que, como es un estalinista, iba a eliminarlo; el segundo dice que ha roto con los estalinistas por la influencia de Reale34 y ahora publicará una traducción. Sin duda Gallimard se está dando prisa con su traducción, porque ha asignado la tarea a cuatro traductores, según Souvarine, que los conoce a todos. En Inglaterra el único que tiene intención de hacer algo con el libro es Collins (Mark Bonham Carter). He leído la novela casi entera y es una obra maestra, aunque no sé si personas de condición diferente pensarán lo mismo. Si tienes relación con Rusia, la nostalgia y la profunda perturbación emocional que causa son únicas. Por ejemplo, el profesor Pascal,35 de París, no la considera tan maravillosa. En Oxford, Katkov está terriblemente excitado, y también las dos hermanas de Pasternak, a las que aterra que la novela se publique y perjudique a su hermano, porque, por supuesto, ha sido prohibida en la Unión Soviética (de nuevo Nabokov dice que es probable que aparezca “una versión abreviada” en la Unión Soviética: es el último rumor). Y así va […] no es nada fácil: los fragmentos, digamos, que describen a brujas siberianas que hechizan a las vacas para que produzcan leche no están escritos en un ruso muy traducible: hay una cantidad terrible de lenguaje muy trabajado, complicado, regional y al mismo tiempo típicamente pasternakiano, que no se presta fácilmente a la comprensión, no digamos a la traducción. Aun así, se han superado tareas más difíciles. Todo el asunto es semisecreto, nadie sabe quién traduce cuánto de qué, hay dos tendencias en funcionamiento: el deseo de publicar esta obra maestra para refutar a los rojos (que lo haría: aunque no es literalmente anticomunista, el efecto es devastador; mucho más que el de Koestler, o el de cualquiera de esos buhoneros), y el deseo de no exponer al poeta a represalias. El resultado es que las dos hermanas de Oxford, que tienen en secreto el manuscrito, están sentadas sobre él como dos cerberos y no dejan que la gente lo vea, y nadie sabe lo que se le permite saber y qué no. Por consiguiente, si localizas a Mark Bonham Carter o a la señora Harari,36 es mejor que no comentes que sabes todo esto por mí, y que digas simplemente que has oído que Feltrinelli y Gallimard van a publicar traducciones al inglés y al francés respectivamente, y que yo te he dicho que ellos son los editores ingleses más interesados en el asunto.
Siempre tuyo,
Isaiah Berlin
Al director del Jewish Observer and Middle East Review37
Headington House
Señor director,
en el transcurso de su muy interesante y, si me permite decirlo, muy generosa reseña de mi conferencia sobre Moses Hess en su número del 4 de diciembre38 (que le agradezco profundamente), me atribuye al menos una opinión que no comparto. Dice que Hess creía (aunque no lo afirmó directamente) que incluso después del Estado judío todos los judíos deben aceptar la nacionalidad judía si se desea solucionar el problema judío. Y añade usted que pocos sionistas creen eso hoy en día y que “Sir Isaiah comparte las conclusiones de Moses Hess de que no se pueden eludir estas exigencias”.
No creo que Hess considerara necesario que todos los judíos se convirtieran en nacionales del Estado judío después de su creación. De hecho creo que consideraba que, una vez que existiera un Estado judío, los que decidieran disociarse de él tendrían entonces un mayor derecho moral a hacerlo que a repudiar a sus hermanos perseguidos mientras sufrían las miserias de la Diáspora. Pero en este sentido su opinión es tan válida como la mía, y puede ser que yo esté equivocado.
Pero, aunque me equivoque con respecto a las opiniones de Hess, no puedo hacerlo con las mías y, si le di la impresión de que la opinión que le atribuye a Hess es también la mía, le he dado a usted y tal vez a otros una falsa impresión. No me proponía dar mis opiniones sobre los problemas que preocupaban a Hess, aunque por supuesto pude transmitirlas involuntariamente; en cualquier caso, la opinión de que todos los judíos tienen la obligación moral de convertirse en miembros del Estado judío es una opinión que no sostengo; de hecho, me opongo particularmente a ella. He tratado de dar mis razones para ello en otra parte y no cargaré sus páginas con ellas. No sé cómo llegué a transmitir la impresión contraria: en cualquier caso, le agradezco esta oportunidad para aclarar un malentendido.
Por lo que respecta al antisemitismo de Marx, hay, me temo, una diferencia genuina de opinión entre nosotros. Marx ataca el cristianismo como una ilusión históricamente condicionada inevitable en su tiempo, cuya última hora ha llegado al fin. Ataca el judaísmo como un tumor parasitario de la sociedad, no una raza ni una religión sino una confluencia económica idéntica al préstamo de dinero y la explotación, lo que es el lenguaje de un antisemita.
Si necesita más pruebas de su actitud, hay algunas citas apropiadas en la biografía de Marx de E. H. Carr,39 en la que Marx se refiere al “lloriqueo judío” de Lassalle,40 especula sobre la forma negroide de su cabeza, etc., lo que a mí me parece el lenguaje de los “vulgares antisemitas” de los que usted quiere defenderle. Es parte de la nobleza del carácter de Hess haber ignorado estas debilidades y haber permanecido fiel hasta el final a un hombre en cuyo genio, con razón o sin ella, creyó hasta el día de su muerte.
Isaiah Berlin
A Norman Birnbaum41
8 de diciembre de 1959 [carbón]
[Headington House]
Querido Birnbaum:
Realmente debe escribir un ensayo sobre las aventuras de la idea de la alienación. Eso en cualquier caso. Con respecto a lo que con razón llama boom en el mundo, en realidad no es algo bueno. Dice que los intelectuales necesitan un punto inicial metafísico para buscar una salida de la desazón actual. Hay al menos dos cosas muy equivocadas en convertir la “alienación” en esa base. En primer lugar, es una noción genuinamente oscura. Puede vincular el marxismo con Freud, pero, puesto que el concepto de alienación no es empíricamente muy sólido ni en Marx ni en Freud, la combinación de ambos conduce a una típica amalgama centroeuropea contra la que tarde o temprano habrá una reacción violenta de consecuencias excesivamente deflacionistas (como ocurrió con el caso del positivismo lógico). Se necesitan bases metafísicas, pero me parece que la alienación no es tan metafísica como histórica y teológica, y precisamente la clase de cosa contra la que reaccionaron de forma iconoclasta y severa Marx en la década de 1840 y Freud en la década de 1890. En resumen, creo que es idealismo confuso, ofuscante, algodonoso y anticuado en el peor sentido. Si se limpiara, sin duda podría ser de utilidad, pero habría que hacerlo primero. Está claro que ese no es el caso en París y Oxford.
En segundo lugar, es más importante el hecho de que, como se predica actualmente, es parte integral de una doctrina que presupone la posibilidad de algún tipo de paraíso terrestre –un estado de cosas ideal que es la solución de todos los problemas y la armonización de todos los valores. Desde luego, Freud no concede ninguna plausibilidad a esa noción y Hegel no mucha: se deriva en parte del racionalismo del siglo XVIII y en parte del cristianismo, los dos de los cuales se basan en la idea de que es posible encontrar una solución final para todos los males que aquejan a la humanidad. No puedo negar que creo lo contrario y, si los jóvenes me atacan por eso, me atacan con razón. (Me pregunto quiénes son los jóvenes más brillantes: la mayoría son filósofos aquí y no quieren saber nada de la alienación. Los que lo hacen son no filósofos que anhelan ideas. Lo que es cierto es que en los departamentos no filosóficos de Oxford la ausencia y el miedo a las ideas son agudos y peligrosos. Entre los filósofos las ideas pueden ser inadecuadas o falsas, pero al menos son ideas. Por eso de nuevo pienso que Gellner42 ha disparado al objetivo equivocado; creo que su destino, si continúa así, será muy parecido al de Poujade: es decir, el olvido. Es un hombre capaz de una manera bastante agradable, pero eso fue un espectáculo indigno. Aun así, si se volviera serio y abordara el aspecto positivo de su trabajo, podría hacer mucho bien. Me gustaría no parecer una institutriz, pero tengo la sensación de que su libro era un pedazo de autocomplacencia íntima y no una desinteresada labor de rescate.
En la base de las creencias de Chuck Taylor43 están (a) la teleología –la idea de que hay una dirección espiritual de los asuntos humanos tal como la estableció la fe católica romana; (b) la idea del estado perfecto o de la condición ideal en la que todo será armonizado. No creo en ninguna de esas cosas y pienso, como algún racionalista anticuado –Raphael o Moore– que las creencias basadas en falsedades no deberían propagarse, ¿no le parece? Veo que en 1840 la religión secularizada era un puente natural hacia el secularismo, pero ¿por qué deberíamos nosotros –usted y yo– pasar por eso ahora? Y, como hay una reacción natural contra los huesos secos de lo más superficial y deprimente del positivismo ateo, ¿no debería uno cuidarse de no tomar parte en un [falta(n) palabra(s)] boom, en el que todo aparecerá como otra cosa y en el que los últimos deflactores se burlarán con razón de esa espantosa autocomplacencia espiritual?
Escríbame al Carlyle Hotel, Madison Avenue, Nueva York, si tiene un momento. Desde luego, saludaré de su parte a los señores White, Hughes y Schlesinger.
Suyo,
Isaiah Berlin ~
Notas
Traducción de Daniel Gascón y Ramón González Férriz
©Publicado mediante acuerdo con Curtis Brown
2 Michel J. Strauss (1936), hijo de Aline Halban, esposa de Isaiah Berlin, y su primer marido, André Strauss.
3 Strauss había empezado recientemente a estudiar literatura e historia del arte rusa en Harvard.
4 Anthony Eden (1897-1977) fue primer ministro británico entre 1955 y 1957.– Nota de los traductores.
5 Haile Selassie I (1892-1975), nacido Tafari Makonnen, emperador de Etiopía (Abisinia), entre 1930 y 1974, tuvo que exiliarse entre 1936 y 1941 por la ocupación italiana de su país. Su apelación a la Liga de Naciones en 1936 le acarreó la simpatía internacional (pero ninguna ayuda práctica).
6 John Foster Dulles (1988-1959) fue secretario de Estado de Estados Unidos,
bajo la presidencia de Eisenhower, entre 1953 y 1959.– n. de los t.
7 Pierre Mendès France (1907-1982) fue primer ministro de Francia entre 1954 y 1955.
8 Sir David Keir.
9 Arthur Goodhart.
10 El 8 de noviembre Israel asumió la retirada de sus fuerzas del Sinaí cuando tropas de Naciones Unidas ocuparon la zona del canal.
11 Niall Rankin (1932). Su narración de la situación en Hungría, “Los estudiantes lideran la revuelta húngara”, apareció en el Observer, 4 de noviembre de 1956, 7. Su hermano era Alick Michael Rankin (1935-99). Ambos se convirtieron en hombres de negocios.
12 Robert Noel Waddington Oakeshott (1933), hijo de Walter Oakeshott, entonces rector de Lincoln College. Periodista, escritor y especialista en cooperativas obreras.
13 (Nathaniel Charles) Jacob Rothschild (1936), cuarto barón de Rothschild 1990, banquero.
14 David Eugene Henry Pryce-Jones (1936), hijo de Alan Pryce-Jones, periodista y escritor, editor literario del Financial Times, 1959-61.
15 Fullness of Days, Londres, 1957.
16 Sir Athur Bryant (1899-1985), historiador; su The Turn of the Tide 1939-1943 (Londres, 1957) se basaba en los diarios de guerra de Alan Francis Brooke (1883-1963), primer vizconde Alanbrooke en 1946, jefe del Estado Mayor imperial, 1941-6; mariscal de campo en 1944.
17 Clement Attlee (1883-1967) fue primer ministro británico entre 1945 y 1951.– n. de los t.
18 “El señor Macmillan se ve a sí mismo como Henry Pelham, si no como el supuestamente grandioso sir Robert Walpole, aunque dudo que dure tanto. Eso explica por qué ha tomado a sir Lewis Namier como asesor en prácticamente todas las materias. […] Los honores y los nombramientos recaen sobre los familiares de Macmillan o sobre los que lo entretienen con una conversación divertida durante el almuerzo.” A. J. P. Taylor, “London Diary”, New Statesman, 6 de julio de 1957. Los periodos (a mediados del siglo xviii) en que Walpole y Pelham fueron primeros ministros estuvieron marcados por el uso del patrocinio como arma política.
19 La entrada del 14 de agosto de 1957 del diario de Marie confirma que la cátedra y el título de caballero de IB le dieron “una larga cadena de felicidad. Nadie podría estropearla. En mi ser solo hay una profunda alegría interior, sin compromiso.”
20 El 16 de julio.
21 Totila (o Baduila), último rey de los ostrogodos en 541-542, que luchó con el Imperio bizantino por el control de Italia. Murió en la batalla de Tagina, donde los ostrogodos perdieron sus conquistas territoriales. Price escribió “Totila el ostrogodo” (carta del 13 de junio); IB lo confunde con Atila el huno (406-53).
22 Hart había pasado el curso de 1956-57 como profesor visitante en Harvard.
23 Carl Joachim Friedrich (1901-84), politólogo alemán y especialista en el totalitarismo.
24 (Stephen) Marshall Cohen (1929), filósofo (sobre todo legal, político, moral y estético). Fue uno de los editores fundadores de Philosophy and Public Affairs (1971-98). Atacó a Berlin en “Berlin and the Liberal Tradition”, Philosophical Quarterly 10 (1960), 216-27.
25 Bertrand Russell, “Mr. Strawson on Referring”, Mind 66 (1957), 358-9.
26 593 / 1.
27 “Su doctrina más famosa, la separación de poderes, un tributo entusiasta pero erróneo al sistema que había creído falsamente que prevalecía en Inglaterra, […] fue adaptada demasiado fielmente en Estados Unidos, con resultados no totalmente afortunados.” (543/3) 268 (ac 131).
28 Al parecer, Wilson había enviado a IB un artículo de Peregrine Worsthorne (“Elizabeth II can’t be Elizabeth I”, The New York Times, 18 de agosto de 1957, sm6), que mencionaba que IB había almorzado con la Reina (el 11 de junio, entre otros invitados ilustres). IB escribió a Arthur Schlesinger que la carta adjunta y “muy alegre” de Wilson (recibida el 24 de agosto) expresaba “placer y alivio por que ayude a suavizar el aislamiento de la Reina que con tanto acierto señaló lord Altrincham” (carta del 24 de agosto). Un artículo de lord Altrincham (605/1) en “The Monarch Today”, publicado en agosto en su mensual de poca circulación, The National and English Review, había atraído una atención mundial (en buena medida hostil) por sus leves críticas a la monarca y su corte, y por sus propuestas de reformas. La respuesta de Worthorne fue mesurada, pero el duque de Argyll sugirió que fuera ahorcado, desmembrado y decapitado, como los traidores del pasado, y un monárquico iracundo golpeó a Altrincham en la cara.
29 Muchas de las obras del novelista y dramaturgo francés Jean Genet (1910-86) estaban prohibidas en EE.UU. por su celebración de la homosexualidad y el crimen.
30 La obra que Wilson publicó en 1946 había sido prohibida en EE.UU. por lo explícito de sus escenas sexuales.
31 Lolita se había publicado en París en 1955, pero después fue prohibida por obscenidad en el Reino Unido y Francia.
32 “Rab” Butler.
33 En junio de 1956 Eisenhower se había sometido a una operación por inflamación del intestino grueso.
34 Eugenio Reale (1905-86), importante miembro del Partido Comunista Italiano; lo abandonó tras la invasión de Hungría.
35 Pierre Pascal (1890-1983), profesor de lenguas y literatura eslavas en la Sorbona desde 1950, había vivido en Rusia entre 1916 y 1933.
36 Manya Harari (1905-69), de soltera Benenson, nacida en Baku, editora y traductora; en 1946 fundó, con Marjorie Villiers, Harvey Press (desde 1954 filial de Collins), que en 1958 publicó la traducción de El doctor Zhivago que realizaron ella misma y Max Hayward.
37 Carta del 25 de noviembre de 1959.
38 “Iasiah Berlin and Moses Hess”, Jewish Observer and Middle East Review,
18 de diciembre de 1959, 17.
39 Karl Marx : A Study in Fanaticism, Londres, 1934.
40 Ferdinand Lassalle (1825-64), abogado judío alemán, pensador político
y socialista activo (que murió después de un duelo con un rival en amores).
41 Norman Birnbaum (nacido en 1926), sociólogo estadounidense: dio clase en la London School of Economics, 1953-9; fue Fellow en Nuffield, 1959-66; más tarde ocupó la cátedra Mellon de humanidades, en Georgetown, 1979-81; University Professor, 1981-2001. En su carta del 5 de diciembre NB hablaba de la popularidad y valor del concepto de “alienación”, agradecía a IB que lo animara a mudarse a Oxford y reflexionaba: “qué hambrientos y qué ciegos están los jóvenes […]. ¿Qué puede decirse de una gran universidad en la que los jóvenes brillantes pasan la mayor parte del tiempo atacando a uno de sus profesores más ilustres, es decir usted, por opiniones que claramente no sostiene?”
42 Ernest André Gellner (1925-95), de origen checo, filósofo y (luego) antropólogo; dio clases en la London School of Economics entre 1949 y 1962 (catedrático, 1962-84); más tarde (1984-93), ocupó la cátedra Willliam Wyse de antropología social en Cambridge. Su primer libro, Palabras y cosas (Londres, 1959), un ataque a la filosofía lingüística de la época (y a quienes la practicaban, que trabajaban sobre todo en Oxford), le reportó una fama instantánea. El rechazo de Gilbert Ryles a que el libro se reseñara en Mind provocó una larga correspondencia en The Times en noviembre de 1959.
43 Charles Margrave (“Chuck”) Taylor (1931), filósofo canadiense (y católico romano). Sucedió a IB en la cátedra de teoría social y política en Oxford, 1976-81; ocupó la de ciencias políticas y filosofía en McGill, 1982-98.