Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena…
Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra!
César Vallejo.Trilce
3 de julio
En el complejo cinco estrellas Titanic Resort Hotel, por la mañana y por la tarde los empleados rocían de insecticida el extenso jardín y todas las zonas recreativas para acabar con los mosquitos y así permitirles a los huéspedes gozar de un momento agradable de forma permanente. En lo que fuera antes un enorme pantano, puede verse el titánico esfuerzo de los trabajadores por mantener a raya la naturaleza. Lo veo ahora: una neblina blanca empieza a surgir de las mangueras rociadoras y va expandiéndose por toda la superficie del campo. Luego va acercándose a la piscina y nos divierte que la sustancia, confundida con los colores del sunset nos haga perder la visibilidad. La administración del hotel nos informó desde un inicio que no había motivo para preocuparnos. Aquel gas no tiene ninguna consecuencia tóxica para los humanos y más bien sí un efecto relajante. Su perfume evoca momentos felices, acaso frescas imágenes de romances que creíamos olvidados.
Son muchos los escritores que han venido desde lejos para participar del encuentro “¿Y si al final de tantas palabras, no sobrevive la palabra?: el fin de la escritura en la sociedad del espectáculo. Diagnóstico, experimento y propuestas”. La invitación me resultó irresistible. El orgullo de peruano me hinchó el pecho al reconocer un verso de nuestro César Vallejo como punto de partida para una reflexión global sobre los peligros que se ciernen sobre la palabra escrita. Espero que después de un relajado fin de semana, empecemos mañana temprano las conferencias.
5 de julio
Hubo algunas protestas por la evidente demora en la inauguración del evento académico. Se nos dijo que debíamos esperar a que todos los escritores estuvieran presentes, cosa poco común en este tipo de actos, en que nunca las agendas coinciden y cada autor suele llegar la noche previa a su conferencia. Los escritores que no teníamos mayores compromisos en nuestros países, más allá de volver a nuestras rutinas domésticas, no manifestamos mayor incomodidad. Otros, sin embargo, dijeron sentirse secuestrados en una especie de vacación falsa, un paraíso artificial que ha eliminado junto con los mosquitos toda identidad local. La mayoría optamos por no hacerles caso y, para distraernos, rodeamos la piscina del resort para tomar el sol. Por la tarde, nos envolvió nuevamente el humo dulzón del insecticida amable con su entorno. Además de un alojamiento con todas las comodidades, el hotel proporciona alimentos, bebidas, actividades deportivas y de entretenimiento, así como paseos de compras, que realizamos sin necesidad de abandonar las instalaciones.
Al final del día, empiezo a preguntarme cuál es el objeto de estar aquí.
9 de julio
Empiezo a entender la dinámica de este evento. No somos nosotros los que debemos compartir nuestras conferencias. Más bien, formamos una especie de público calificado para recibir una serie de charlas que, con absoluta soberbia, los organizadores del evento llaman adiestramiento. Las ideas de los expositores son sencillas, pero claras. Poderosamente influyentes, diría, sorprendido por el repentino debilitamiento de mi propia capacidad crítica. Ayer, un representante de la Academia de la Lengua nos advirtió, por ejemplo, del abuso de oraciones subordinadas en nuestros textos de ficción. Luego nos propusieron ejercicios de redacción de frases cortas y directas, como piden el lector actual, nos dijo. Tareas que resolvimos en nuestros ratos de ocio, cuando el perfume del insecticida por la tarde empezaba a esparcirse.
10 de julio
No había reparado en ello, pero empiezo a creerle al autor de libros de liderazgo empresarial cuando dice que hemos venido usando palabras demasiado exigentes para los lectores. Asimismo, nuestra actitud pesimista o irresponsablemente irónica deslizada en nuestros libros ha ido minando la autoestima de personas que solo buscan un sano entretenimiento. El conferencista nos recuerda que en el mundo de hoy, donde la información es poder, el tiempo debe ser aprovechado al máximo. Caminar no sirve, hace falta correr, deprisa y sin detenernos a pensar. Es por ello que las palabras más valiosas son las que pueden abreviarse. Es necesario acortar el tiempo dedicado a lecturas poco prácticas, sintetizar lo que queremos decir, en fin, simplificar la vida. Hemos tomado nota y redactado luego nuestras tareas bajo el influjo de la nube del insecticida.
12 de julio.
Despierto muy temprano, asustado. Me asalta la pregunta del sentido de este diario. ¿Para qué escribirlo? ¿Para jactarme de algo? ¿Para alertar a otros de un peligro sabiendo que ya es demasiado tarde? ¿Tengo la ingenua esperanza de que esta angustia se haga pública cuando el último lector encuentre estas notas? Ni siquiera creo que pueda comprenderlas:escribir tanto tiempo sobre un teclado, hizo cada vez menos legible mi caligrafía. ¿Qué hacer antes del fin? ¿Retroceder en el tiempo y suspender este viaje? No encuentro otra respuesta que no sea escribir, aunque me digan que resulte un anacronismo. Muchas cosas se mezclan en mi cabeza con dolor e impotencia, pero empiezo a sentir que pierdo la capacidad para decir lo que siento, comprender las palabras plenamente, llegar a lo profundo.
Esta mañana, la autora catalana de cuentos para niños llamó a la recepción para informar que un charco de sangre salía de debajo de la puerta de la habitación 38. La investigación pertinente por parte de la seguridad del hotel llevó al hallazgo de un cuerpo imposible de identificar por la gravedad de las heridas. Pero todos sabíamos que se trataba del escritor argentino de novelas históricas, el que más protestó por el retraso en la inauguración del simposio. Lamentamos la desgracia, pero curiosamente, al envolvernos nuevamente la nube de insecticida, nos sentimos mejor.
14 de julio
En la zona de estacionamiento, un volvo negro invadió la acera y atropelló a un escritor británico de aventuras medievales. Quería regresar a casa pero pocos le pusieron atención. El hombre murió en el acto a causa de sus heridas. Sin embargo, no nos preocupamos tanto, pues la desgraciada noticia coincidió con la entrega de las primeras calificaciones de nuestro adiestramiento. Nuestro progreso es evidente, nos dijeron.
Por la tarde, el insecticida huele bien.
16 de julio.
El guionista responsable de las telenovelas de mayor éxito en sintonía nos demostró lo obsoleto que resulta el uso de adjetivos en un mundo de imágenes. Sus palabras fueron tan inspiradoras que lloramos de emoción como si nos hubiera relatado alguno de sus celebrados melodramas. Con tanta agitación, olvidamos que un torso sin extremidades envuelto en un mantel de cuadros rojos fue descubierto en un rincón de la cancha de tenis. Aunque el cuerpo carecía de signos identificables, creemos por el tamaño del vientre que se trataba del escritor venezolano de biografías. Luego de perdernos de vista dentro de la nube de insecticida, vimos una maratón de comedias románticas.
Nos sentíamos felices.
19 de julio
Está claro. En un porvenir no muy distante, dejaremos de escribir porque cada vez más la humanidad usa imágenes para comunicarse. Lo hemos aceptado y nuestros anfitriones expresaron su satisfacción con grandes sonrisas. No se preocuparon demasiado cuando les comentamos sobre la desaparición de la joven escritora uruguaya de relatos góticos. La última vez que la vimos llevaba una casaca negra con capucha. La noche de su desaparición conversaba con sus colegas maquilladas de negro. Parecía muy ansiosa. Había escapado del hotel en varias ocasiones, pero siempre regresaba. Lleva una semana desaparecida. Pero lo importante es que estamos contentos porque luego de mucho ejercicio, algunos de nosotros hemos aprendido a comunicarnos con solo 400 palabras. ¡Qué bien!
1 de agosto
Cada vez somos menos los que esperamos el momento en que el insecticida haga chús chús en el jardín. Al escritor ecuatoriano que le gusta la ópera no lo hemos vuelto a ver. Ha dejado en su habitación un maletín y los zapatos bajo la cama. Es raro, porque dentro tenía aún los pasajes de regreso en avión y las camisas limpias. Igual, la señora brasileña que hace historias de amor encontró manchas extrañas en uno de los cuartos. Se asustó, pero los amigos del hotel nos dijeron que solo eran cochinadas en la bañera.
Un grupo de diseñadores de periódicos compartió con nosotros sus exitosos resultados en cuanto al aumento del tiraje cuando agrandaron tanto las fotos y las ilustraciones que ya casi no se necesitan textos que las acompañen. Por la tarde, es divertido cuando el humo que mata mosquitos no te deja ver nada. Por la noche, leemos mangas de niñas con poderes mágicos. ¡Son tan lindas!
19 de agosto
Por la mañana, salí a tomar sol. Un grupo de escritores habían tomado el restaurante del hotel. No entendí sus gritos. Solo encontré papeles en el piso y en los jardines, el viento hacía volar algunos sobre la piscina. Eran sus ejercicios de adiestramiento. Por la noche, ya en la cama, creí escuchar gritos que llegaban del restaurante. Sonaba como si un grupo de personas se hubiera quedado atrapado en un incendio y no pudiera salir. Yo tuve que cerrar las ventanas porque no me dejaban dormir.
20 de agosto
He despertado temprano, y no siento el perfume del insecticida, más bien el aire sabe a madera y carne carbonizada. Quizás sea por eso que la lucidez me acompaña mientras reviso los papeles que cubren mi cama, tantos ejercicios que he venido escribiendo en mi estadía, con frases tan horriblemente construidas. Sin acentos ni mayúsculas. Sin ningún signo de puntuación. Algunos parecen diálogos del chat, con caritas felices coronando la ausencia de ideas. La oralidad trasladada sin idea a la escritura. Textos incomprensibles, sin concordancia, confusos, sin sentido. Experimento una ansiedad que se confunde con el pánico. Llamo por teléfono a la recepción y les advierto que me he dado cuenta de su plan, que no podrán tenerme para siempre en este lugar, tampoco convencerme a formar parte de su tribu de analfabetos orgullosos. Los enfrentaré aunque me eliminen a mí también. Aunque yo mismo me convenza de que la escritura ya no sirva para nada. Pero antes de seguir amenazándoles, el golpe del conocido perfume floral ha llegado de no sé dónde con tanta fuerza que irrita mis ojos como un gas lacrimógeno.
Felizmente llegan los amigos del hotel y me devuelven el buen humor. Al mediodía, puedo ver las obras de reconstrucción del restaurante y pienso en muchas cosas ricas para comer en el almuerzo.
Veo que cada vez somos menos los escritores que seguimos asistiendo entusiasmados al adiestramiento. Siento pena por los demás, por los otros, los que ya no están. Para quienes no pueden adaptarse al cambio les dedico una carita triste 🙁
(Lima, 1970). Actualmente se desempeña como redactor de temas de cultura en el diario El Comercio. Es autor de Puesta en escena (Alfaguara, 2002) y Otros lugares de interés (Alfaguara, 2010)