El ciruelo de la ciencia

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En Poemas reunidos (1934), William Carlos Williams (1883-1963) incluyó su pieza más célebre: “This is Just to Say”. Por lo general, el título aparece consignado como “Esto es sólo para decir”. El poema, pequeña joya tallada por la literalidad, ha padecido casi siempre traducciones librescamente coloquiales al español, cuando no la condescendencia o el ninguneo. (Octavio Paz, por ejemplo, olvidó incluirlo en sus Veinte poemas de Williams, publicado en 1973.) Pero si el autor se propuso fundar una lengua estadounidense, orgullosa huérfana de padres anglicistas, ¿por qué suele “doblársele” a un español neutro? Pocas obras como la de Williams revelan y amplifica su sentido en los matices de habla de los traductores.

Así, antes que en un lector competente, la confianza de Williams está depositada en un hablante verosímil. No podía ser de otra forma: el primero improvisa, el segundo pondera. Y nada más lejano a Williams –al menos, del anterior a La música del desierto y otros poemas (1954), su primer gran volumen de vejez– que la ponderación; eso lo hubiera acercado a T. S. Eliot, a quien despreciaba con vigoroso profesionalismo. En cambio, una “improvisación controlada” parece regir el catálogo formal de Williams, él mismo incapaz de definirlo sin tautologías, contradicciones o cantinfleos. Cuando John W. Gerber le preguntó qué hacía de “This is Just to Say” un poema, Williams respondió: “En primer lugar, es uniforme en términos métricos… Así que, dogmáticamente hablando, debe ser un poema porque va por ese rumbo, ¿no es verdad?” (“Lo cual –escribe Tedi López Mills en un ensayo sobre el autor– equivale a decirlo todo y a no decir nada. En la tautología anida el misterio: las cosas son lo que son. Y ahí reside el poder absoluto de las metáforas.”)

Williams asegura que la distinción poética del texto proviene de la uniformidad métrica, pero solo cinco de sus doce versos comparten los mismos pies: uno yámbico (segundo, quinto y onceavo versos) y otro anfibráquico (octavo y noveno)[1]. Su sola constancia, en realidad, estriba en el uso estrófico del cuarteto. Si el informe y arbitrario “This is Just to Say” es un poema, lo es por contraste: Williams no distingue entre este y otros poemas no coleccionados que conviven en una misma suma. Con actitud semejante a la de los poetas que incluyen traducciones en un volumen propio, Williams juzga “This is Just to Say” como parte del mismo proyecto, como una escala en el viaje alrededor del cuarto (o la cocina) de su lengua.

“This is Just to Say” era, al principio, una nota escrita para Florence (Flossie), la mujer de Williams. Hoy podríamos imaginar la nota como un post-it pegado en la puerta del refrigerador, y su apretada caja tipográfica como un cuadrado de papel que divide obligatoriamente en verso las líneas de un recado en prosa. El poema, en mi versión, dice lo siguiente:

NOMÁS TE AVISO

Me comí

las ciruelas

que estaban en

el refrigerador

y que

probablemente

guardabas

para el desayuno

Perdóname

estaban deliciosas

tan dulces

y tan frías

En un fenómeno parecido a “El dinosaurio”, de Augusto Monterroso, tan escueto poema ha generado más páginas de ensayos académicos, interpretaciones psicoanalíticas, réplicas y homenajes que las de toda la poesía, la narrativa, el ensayo y el teatro de Williams juntas [2]. Flores de la sobreinterpretación, intentos desesperados por dotar de símbolos a aquello que los rechaza, por desentrañar el pensamiento mágico de un poema que elude toda superchería retórica. Un botón de muestra: las sesudas y estimulantes interpretaciones del profesor Stephen Matterson en un apartado del sitio Modern American Poetry:

El poema podría tratarse de la inutilidad o el autoengaño del deseo sexual, comparable al “Derroche del espíritu al malgastar deshonra” [Shakespeare, soneto 129]. Hay una potencial lectura edípica con el niño frustrado en su intento por conocer su origen y oírlo de su madre. O la lectura que sugiere una autorreferencialidad; es el poema mismo el que “no significa nada”.

Aunque lo anterior merecería una exégesis cabal o cabalística, debo hacer un alto y confesar que yo mismo, después de traducir “Nomás te aviso”, realicé mi propia e ingenua aportación al ya engorroso expediente Williams. Digo “ingenua” porque juzgué originalísimo mi punto de partida: Flossie contesta el recado de su esposo.

YA VI QUE TE COMISTE

las ciruelas

según tú deliciosas

más bien yo creo que estaban

a punto de pasarse

y las iba a tirar

de todas formas

nomás quería decirte

que fui al mercado

y traje una docena

ya están lavadas y en

el refrigerador

no vayas a acabártelas

déjame cuatro

o cinco

ahora sí

para mi desayuno

Ignoraba entonces que mi contrarrecado no era solo una práctica común, sino reglamentada, en los programas de escritura creativa de diversas universidades estadounidenses. Cientos, quizá miles han tenido que escribir poemas inspirados en “Nomás te aviso” para obtener una absurda calificación parcial. Pero lo peor de todo no fue la candidez, sino la inutilidad del homenaje en sí. Hace poco me topé con la réplica que la misma Flossie escribió a Williams y que este incluyó en Detalle y parodia para el poema Paterson, un manuscrito custodiado por la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY) en Buffalo. La réplica fue publicada por primera vez en la revista The Atlantic Monthly, en noviembre de 1982:

RESPUESTA

(DEJADA EN SU ESCRITORIO)

Querido Bill: te hice un

par de sándwiches.

Hallarás en el refrigerador

arándanos, toronja

y un vaso de café ya frío.

Dejé sobre la estufa una tetera

con suficientes hojas

para que te prepares un té si lo

prefieres –sólo prende la hornilla–

calienta el agua y sírvela en el té.

Hay pan en la panera

y mantequilla y huevos

–no sabía qué

hacerte. Un montón de personas

estuvieron llamando en horas de oficina.

Al ratito nos vemos. Te amo. Floss.

Por favor, desconéctate el teléfono.

Es probable que el poema no intencional de Flossie –o “Canción de seguimiento”, en palabras de Gabriel Zaid– esté a la sombra de “Nomás te aviso”. Pero Flossie no pretendía escribir una secuela, sino dejar instrucciones precisas para su marido. Y Williams, como Bergman, percibió que a su escena matrimonial le hacía falta una música de fondo: una sarabanda en labios de su esposa. Frente a ambos poemas, sus traductores y replicantes somos los solteros y envidiosos voyeurs de la felicidad conyugal, incapaces de morder las frutas prohibidas que caen del ciruelo de la ciencia en el patio trasero de una casa en Rutherford, Nueva Jersey.

– Hernán Bravo Varela

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[1] A continuación, transcribo el poema original para que el lector coteje lo antes señalado: “This Is Just to Say // I have eaten / the plums / that were in / the icebox // and which / you were probably / saving / for breakfast // Forgive me / they were delicious / so sweet / and so cold.” (Las negritas son mías.)

[2] Gracias al citado ensayo de López Mills (“La máquina del doctor Williams”), supe incluso de la existencia de la página “Escriba al instante un poema de William Carlos Williams”. En ella, los visitantes pueden colocar sustantivos, adjetivos, verbos y preposiciones a discreción en espacios previamente señalados para generar nuevas versiones de “Nomás te aviso”. Sin embargo, el juego respeta al máximo la forma y la prosodia del poema original. Cualquier intento de parodia o tributo se ve castigado o recompensado con la misma, obvia y cruel conclusión: solo Williams pudo haber escrito semejante poema.

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(Ciudad de México, 1979) es poeta, ensayista y traductor. Uno de sus volúmenes más recientes es Historia de mi hígado y otros ensayos (FCE, 2017).


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