Mi abuelo era un seรฑor… mi padre, tambiรฉn… ¿Usted conociรณ a mi tรญo, el periodista?”
Pertuso es el peluquero de damas y caballeros. Dรญcese estilista.
Estรก peinando a una dama adinerada porque al atelier de Caruso solo concurren las de ese nivel aunque no integren familias consideradas distinguidas o de rango.
La dama llamada Amanda es viuda y dueรฑa de un lujoso palacete de los que hasta hace poco rodeaban la Plaza Moreno de La Plata y ahora son departamentos en propiedad horizontal, “bicheros”, opina una dama anticuada. Creo que tiene razรณn.
Daba gusto pasear por los amplios espacios de aquellas antigรผedades. Las plantas, las trepadoras, el bosquecito particular de las familias fundadoras rodeando la plaza mรกs bella platense.
Amanda y su esposo fallecido hicieron fortuna vendiendo cuero de las vacas y toros de su estancia sita en Villa Elisa, localidad vecina a la ciudad de Rocha.
Caruso, mientras acicala la cabeza de Amanda, rodea su importante entorno. Le acomoda un bucle, le vuelve a peinar un rulo, le pone un espejo atrรกs: “¡Mire quรฉ cabeza!”
Suspira por sus fosas nasales peludas: “Mi abuelo fue un seรฑor, mi padre, etcรฉtera…”
“¿Quรฉ?”, inquiere Amanda.
“Nada… estoy recordando.”
Vuelve a suspirar y los pelos salientes del naso se sacuden cual pedรบnculos vegetales:
“Todo era mejor en la infancia”, nuevo suspiro y pose melancรณlica.
Va hacia el pequeรฑo mueble donde cobra su trabajo y en voz baja y confidente canta el precio exorbitante que la clienta paga sin pronunciar palabra pensando que el peluquero es chorro.
Ocurre algo raro en la relaciรณn entre la clientela especialmente femenina y Pertuso. Todas piensan que es chorro, pero ninguna protesta.
Su continua, constante charla adormece con cierto encanto de canto dulzรณn.
Una vez se enfermรณ, segรบn dijo, se sometiรณ a una operaciรณn quirรบrgica por afecciรณn hepรกtica; cerrรณ el atelier y lo extraรฑaron.
Volviรณ a los seis meses pรกlido y algo introvertido, cubierto el rostro tosco con barba hirsuta, peinado con colita hasta la espalda algo encorvada por la obligada pose de profesional del pelo.
Contรณ alternativas de su operaciรณn:
“Me las vi mal…”, ojos en blanco y tijera cadente.
Lenguas afiladas contaron que tal afecciรณn de hรญgado era una falacia y que fue afecciรณn de “barbijo” o sea tajo en la mejilla izquierda por vendetta amorosa en el bodegรณn de Zippo, el siciliano, a cuyo papรก, aรฑos ha, enzocaron una banana brasilera de cรกscara durรญsima en el orto, y el viejo sosteniรฉndose los pantalones llegรณ al hospital.
Gritaba: “¡Me amasaron, mamma!
¡Criminales!”
Lo tuvieron que operar. Dicen que le quedรณ el orto muy ampliado y desde entonces lo han motejado “Zippo, de cagar feliz”.
Porque la maniobra le resulta fรกcil.
La cirugรญa de Pertuso en la mejilla izquierda cubierta por frondosa pelambre oculta el drama del bodegรณn.
La mentira es de vida breve.
La vida es como el mar que devuelve cuanta cosa extraรฑa cae en su lecho y asรญ solo no se sabe lo que no se hace.
El drama tradicional isleรฑo no termina aquรญ. Asรญ es como se supo que Zippo, cuyo apellido Pertuso decoraba el nombre de Caruso, el estilista, era su progenitor. Ademรกs, no era seรฑor, es decir noble, sino Zippo Pertuso, el del gran agujero.
Lo que le ocurriรณ a Lito Piccio
Caruso Pertuso tuvo varias parejas romรกnticas, siendo la รบltima la hermana de Lito Piccio, una rubia desabrida taruga y barrigona.
Oficiaba de ayudanta del atelier, su tarea se reducรญa a barrer. Cumplรญa faena de cama adentro en casa del estilista.
Una noche la secuestraron, pero no la violaron. La asustaban disfrazados de fantasma: “¡Uh, uh, uh!”
Ella contรณ esto. La dejaron escapar.
A la familia Piccio se le puso que el honor de la muchacha habรญa sido mancillado, y asesinaron a uno de los secuestradores con un cuchillito Tramontina.
Dicen que Piccio se atribuyรณ el criminal suceso y lo pagรณ caro porque en ocasiรณn de estar de guardia, porque era vigilante policial, lo agarraron y lo encerraron en un galpรณn.
Acto seguido, rociaron con kerosene el pajar y con un fรณsforo incendiaron todo y a Lito tambiรฉn.
Ojo por ojo, diente por diente, es la mejor forma de hacer justicia. De otra manera, los juicios se postergan, pasan los aรฑos y prescriben los crรญmenes por falta de mรฉrito y comprobaciรณn de pruebas; suele haber apelaciones.
A mi parecer, estรก bien que el que las hace, las pague.
Sacaron en conclusiรณn los descendientes que era peligrosa la asistencia al bodegรณn de Zippo donde metรญan objetos en los agujeros y concavidades anatรณmicas.
Otro caso: Tartarugo Poroto padeciรณ de mal de oรญdo izquierdo, porque le enzocaron un poroto en la oreja de ese lado, que se fue al fondo del รณrgano y su dueรฑo se olvidรณ de sacรกrselo.
Durante una siesta veraniega comprobรณ, mirรกndose en el lago, que tenรญa una ramita crecida en el lado izquierdo de su cara gorda y lo operaron. Lo apodan Poroto Tartarugo.
No es aconsejable esa bodega.
Aconsejable es asistir al bodegรณn “Le Tiro”.
A cuatro cuadras mรกs allรก, los cofrades que asisten inventaron un canto y lo actรบan. En el frente del negocio, en un cartel, se lee: “Para ingresar al salรณn, quince pesos. Se aconseja traer el objeto y actuarlo.”
Cantan de tal guisa, para lo cual ya han elegido el blanco:
Le tiro con maรญz / le rompo la nariz.
Le tiro con la roca / le rompo la boca.
Le tiro con la reja / le rompo la oreja.
Le tiro con la vieja / le rompo la otra oreja.
Le tiro con otra reja / le rompo la ceja.
Le tiro con otra vieja / le rompo la otra ceja.
Le tiro con la araรฑa / le rompo la pestaรฑa.
Le tiro con la maรฑa / le rompo otra pestaรฑa.
Lo tiro por el suelo / arranco el pelo.
Y asรญ continรบan con el resto de la anatomรญa del que cometiรณ algรบn desaguisado entre parientes o amigo de alguien.
Ejemplo: “Le tiro con un higo, le rompo el ombligo.”
Siguen hasta que el sujeto confiesa y si no lo hiciera “le tiro con la cuerda y lo hago mierda”.
“Le Tiro” es propiedad de Angelo Viccicomi, reconocido e ilustradรญsimo creador de mรฉtodos conectivos de la conducta. En su juventud, en Siracusa, fue digno signore, capo della mafia.
La Niรฑa Chole y su mamรก
El atelier de Caruso Pertuso abriรณ a las ocho de la maรฑana y la ayudanta sacรณ la bolsa de basura y empezรณ a barrer. Caruso empezรณ a chupar mate por la bombilla exponiendo ante los objetos del negocio, incluida Asunta, o sea, la ayudanta, una filosofรญa muy suya sobre el “arte de barrer”.
“No cualquiera barre bien… es arte menor, pero arte al fin y al cabo… Uno agarra la escoba de paja; es mejor que el escobillรณn. Me invade el recuerdo de mi abuela. ¡Oh!… sรญ… era una dama. Vos sabรฉs, Asunta, que enjabonaba su cara con jabรณn de รณleo y tenรญa la paciencia de aguardar la madrugada para enjuagarla con el rocรญo del amanecer; ¡quรฉ cutis de porcelana! Mi Nona odiaba el escobillรณn y cualquier otra tecnicidad; ¡la escoba, la escoba tradicional… la escoba de paja! ¡Oh, la escoba! Barrรญa parsimoniosamente y volvรญa al mismo lugar varias veces hasta comprobar que ahรญ no quedaba un rastro รญnfimo de polvo atmosfรฉrico que es veneno pulmonar… Ella aseguraba que las enfermedades vienen por absorciรณn de polvo atmosfรฉrico.”
Asunta cree haber oรญdo algo acerca de la naturaleza del polvo atmosfรฉrico, pero calla; no es afecta a la discusiรณn con su amante.
A las nueve, viene la primera clienta: Amanda deslucรญa el peinado de la semana anterior.
El estilista besรณ la mano pulida de la dama viuda y poderosa que instalรณ un negocio de bisuterรญa y otras fantasรญas de moda.
El estilista puso fin a su filosofรญa de barrer con “quien barre bien merece respeto, porque respeto la higiene pulcra”.
La clienta sentรณ su gordo culo en una silla con muelles frente al espejo. Volviรณ a abrirse la puerta y entraron doรฑa Pochola del Chello y su hija Niรฑa Chole, que padecรญa mal de Down levรญsimo, muy leve, lo que le permitรญa concurrir con chicos de su edad a una escuela comรบn privada, que para eso la familia tenรญa plata.
Las facciones del estilista se abrumaron.
Niรฑa Chole no callaba absolutamente nada de lo que veรญa. Se dedicaba a divulgar la verdad desnuda.
Amanda indicรณ: “Hรกgame un peinado moderno.”
“Habรญamos quedado en tutearnos”, dijo รฉl.
Ella corrigiรณ: “Haceme un peinado moderno.”
รl, con inclinaciรณn cortรฉs: “Asรญ estรก mejor.”
Niรฑa Chole estirรณ el cogotito espetando: “No puede porque es viejo… peina en viejo el peluquero.”
Pertuso restregรณ sus manazas como si las enjabonara para esperar el rocรญo y enjuagarlas, y del movimiento de restregarse salรญa olor a odio criminal.
Dijo: “Niรฑa Chole, yo peino moderno… no soy viejo sino de edad provecta.”
Niรฑa Chole entendiรณ que era un viejo de probeta. La nena aprobรณ el quinto grado con muy buenas notas. A veces confundรญa ciertas expresiones raras y las del peluquero lo eran.
Habรญa visto en un sanatorio infantil, en el laboratorio, una probeta con un feto deforme; entrรณ ahรญ sin permiso. Sabรญa quรฉ era una probeta.
“¿Por quรฉ no te quedaste un poco mรกs en la probeta? Asรญ estarรญas mรกs lindo.”
Habรญa soรฑado luego de ver el fetito bailoteando en el lรญquido que estaba curรกndose de una afecciรณn que lo deformaba. Soรฑรณ que cuando lo sacaron estaba precioso.
Dedujo que la debรญan haber dejado a ella unos dรญas mรกs en su probeta y ahora serรญa la mรกs linda de la escuela.
Igual se aceptรณ.
Niรฑa Chole era un รกngel de inocencia, por eso resultaba insufrible.
Pochola del Chello hizo un gesto posรกndose la mano sobre la boca en seรฑal de “cรกllate” y la nena gritรณ: “¿Quรฉ te pasa, ma?… ¿te molesta la prรณtesis nueva?”
Silencio sepulcral en el atelier.
Niรฑa Chole se ha adormilado.
Caruso acicala a Amanda y le pone el espejo atrรกs.
“¡Quรฉ cabeza adorable, Amanda!”
“No es para tanto, Caruso.”
Suspira รฉl: “Sรญ… y es para mucho mรกs.”
Pochola del Chello y Niรฑa Chole conocen a la nueva clienta que entra al atelier. Concepciรณn Canosa de Cรกspita, espaรฑola nacionalizada, a quien sus coterrรกneos afectuosamente llaman Conchita.
Niรฑa Chole se ha despertado, ha puesto su manita gorda a sostener su cabeza y estaba ordenando las palabras de su prรณxima locuciรณn.
Pregunta a doรฑa Concepciรณn: “Seรฑora, ¿por quรฉ los gallegos la insultan cariรฑosamente?”
“Quรฉ me estรกs diciendo, Niรฑa Chole, que no entiendo.”
“Seรฑora, yo me enojarรญa si me dijeran conchuda…”
Pochola desearรญa estar enterrada a cien metros bajo tierra.
El atelier es un tenso nervio prรณximo a estallar y romperse.
Caruso Pertuso pasa cerca de Niรฑa Chole con la tijera cadente que brilla amenazante.
Niรฑa Chole murmura con nitidez: “A ver si este hijo de italiano me corta la cara.”
La chica sabe todo porque vive con la oreja pegada a los grupos de su familia cuando se reรบnen con amigos.
Su memoria es fotogรฉnica.
Pochola vuelve a hacer la seรฑal de “cerrรก la boca”.
La chica dice: “Ma… la prรณtesis es suiza, tiene que ser cรณmoda.”
La buena espaรฑola nacionalizada intenta tranquilizar el ambiente.
“Ya sรฉ a quรฉ te refieres, Niรฑa Chole, porque Concepciรณn es Concha de sobrenombre.”
Efecto de suma de neurosis de las fรฉminas y para colmo hay un masculino, el ingeniero Ribello, que ha venido a emprolijar su corte varonil. No le gusta el cabello largo y los hombres con aro; es ruboroso y estรก colorado, los ojos azules lagrimosos. Desea ocultar su estado crรญtico y agarra una revista de una mesita. Acto seguido, la deja con rapidez porque es de modas de dama.
Niรฑa Chole sabe derivados de la lengua, materia que le encanta y dice: “Conchuda deriva de concha y no es algo bueno.”
Silencio y paciencia.
“A ver a quiรฉn tengo el gusto de peinar”, dice el estilista.
Se va la tarde con dulzura platense, fuera del recinto de la coqueterรญa algo anticuado de Pertuso.
Cuando Caruso Pertuso hablรณ de la piel de seda de sus abuelas
“Todo tiempo pasado fue mejor”, opina el estilista y sigue. Y sigue con la historia de que se lavaban la cara con el jabรณn de palma de oliva y el rocรญo del amanecer. “Con un algodรณn repasaban sus caras aรบn somnolientas para aprovechar esa lluviecita delicada. Habรญan bajado por las escaleras de mรกrmol de la gran casa.” Esto ya se lo habรญa contado a Asunta y lo repite con mรกs galanura.
Los ojos rasgados de Niรฑa Chole divagan de un lado a otro alrededor del estilista y su memoria fotogrรกfica trae una escena de venta de papas, patatas, tomates que es de Zippo Pertuso como tambiรฉn es de Zippo Pertuso el de cagar feliz por la ampliaciรณn del orto, y tambiรฉn El Bodegรณn.
Y ahora oye la exclamaciรณn de Niรฑa Chole:
“No puede ser… su mamรก y su abuela vendรญan papas, patatas, tomates y atendรญan a los clientes con las manos ordinarias, la cara arrugada y en patas.”
Pochola agarra a su nena y trata de arrastrarla hasta la puerta del atelier. Ella se resiste y sigue: “A su pariente, abuelo o papรก le enzocaron una…”
Al fin la madre puede dominarla.
Cuando Pochola del Chello, mamรก desesperada, abre la puerta del auto, la nena vuelve a la vidriera del atelier y con su dedo gordo reedita el corte de cara en la mejilla desde la barbilla hasta la oreja.
Rรญe, saca la lengua, va a la puerta del auto. Dice: “Ya estรก, ma.”
Se reclina y entrecierra sus ojos orientaloides.
Mamรก Pochola de pronto piensa: “¿Hasta cuรกndo deberรฉ cargar con este bagayo?”
En realidad por este bagayo pierde reuniones sociales, conferencias, a su marido, a sus amigas.
De pronto, arrepentida, acaricia el cabello de la nena que le dice:
“Ma… ¿por quรฉ pensรกs asรญ?”
Caruso Pertuso desbarrancado en un sillรณn medita en voz alta: “Los anormales no debieran estar con nosotros.”
Una cliente se enoja y espeta:
“¿Por quรฉ decรญs esto? Niรฑa Chole es normal y aprobรณ la primaria con buenas notas. Va a mรบsica, solfea y canta.”
Caruso vuelve a meter la pata: “El Fรผhrer de Alemania tenรญa razรณn cuando los incineraba y tambiรฉn a los judรญos.”
Las hermanas Stemberg son viejas, asiduas clientas y se van dando un portazo.
La peluquerรญa seudoatelier se vacรญa.
Una clienta con ruleros se queja y Pertuso le dice que a ella la peinarรก ni bien se reponga tomando unos mates que le ceba su pareja panzona.
El peluquero sabe que debe clausurar su pretencioso y arruinado negocio.
La casa de Caruso Pertuso dolarizada
La casa es ruinosa, llena de rasgaduras y agujeros que el dueรฑo trata de solucionar con ladrillos, chapas y cartones, pero que con las tormentas vuelven a aparecer y el dueรฑo coloca palanganas, ollas, escupideras para que el agua no invada los miserables recintos habitacionales.
รl duerme en un camastro arrinconado donde el diluvio no llega.
Al fondo de la propiedad, en un galpรณn, hay herramientas, lonas y palas. Hay clavos y martillos en cajas de zapatos. Son dos cajas que contuvieron los dos pares de zapatos que Pertuso comprรณ durante su ya larga vida de casi ochenta aรฑos.
De gallinas, huevos y pollos de su gallinero se alimenta, y del producto de una huerta exigua.
Suspira: “Igual que mis ancestros… mi abuelo era un seรฑor; mi padre, tambiรฉn.”
Caruso Pertuso habita su universo personal y si se despertara, morirรญa.
Odia a Niรฑa Chole.
De repente, le viene en mente la relaciรณn con su pareja que vive en una casita humilde, pero cรณmoda, y como hija de italianos cocina como los dioses.
Pertuso resuelve ir a almorzar a la casa de Asunta. Y a la maรฑana siguiente le anuncia por telรฉfono su visita. Despuรฉs recapacita: “Hay que visitar a los pobres, a los humillados.”
Se relame anticipando el รกgape de sorrentinos deliciosos, del pan fresco, del vino y el postre de budรญn de pan.
Ya en su auto en marcha siente una punzada hambrienta en la panza, pues el intestino exige comida. Acelera. Llega. Ella lo estรก esperando en la puerta con expresiรณn de alegrรญa.
“Es un favor que le hago. Que Dios me compense.”
Desde ya, huele rico. Rico huele y la saliva inunda su bocaza.
Asunta ha preparado un tentempiรฉ anticipado al รกgape.
Pertuso emprende la faena alimentaria.
Agarra escarbadiente y erra el pinchazo al quesito que sale volando del plato al mantel. รl insiste y lo acribilla en el mantel. Entre pincho y no pincho manduca el contenido riquรญsimo de numerosos platitos y la mayonesa amarilla y sabrosa; bebe vermut con Campari.
Asunta lo mira y reflexiona: “Caruso no ha comido desde que cerrรณ el atelier.”
รl la mira y reflexiona: “Si no fuera tan simple me casarรญa con ella… pero mi abuelo era un seรฑor y mi padre tambiรฉn.”
El invitado sabe que la cocinera ademรกs de comida hace brujerรญas y concurre a una casa misteriosa cuya dueรฑa es bruja hecha y derecha.
A la bruja, en el suburbio embarrado, le tienen miedo. Vuelve a su mente Niรฑa Chole y se atreve a una peligrosa proposiciรณn.
Devorando sorrentinos mientras la salsa al fileto le resbala por la barba hirsuta, se atreve: “Asunta, tenรฉs que ayudarme; ojo por ojo, diente por diente, contra la mogรณlica Niรฑa Chole o tendrรฉ que batirme a duelo con su padre a espada, filo contra filo y punta. Ya dije, la espada heredada de mi abuelo y de mi padre, y acaso muera en combate.”
Asunta siente afecto por Niรฑa Chole; Caruso se atreve a mรกs y ofrece: “Si me hacรฉs el favor de brujerรญa contra el monstruito, nos casamos. Y te darรฉ un anillo de oro con un diamante que fue de mi abuela.”
Asunta sabe lo de la venta de papas, patatas y tomates.
Vagamente le promete: “Voy a ver.”
Caruso come, come, come. Bebe, bebe, gotea salsa en su barba. Come y bebe.
Sumergido en profunda sueรฑera pone la cabeza sobre sus brazos y ronca. Asunta levanta la mesa y pasa un trapo para limpiarla; entrecierra la puerta y va a la cocina. Trajina silenciosamente. No quiere turbar la siesta de Pertuso que se ha saciado la panza tipo chancho y eructa. Asunta resuelve siestear en el dormitorio.
Va llegando un atardecer seco y aburrido. Mรกs tarde ella zurcirรก medias, plancharรก… Es ama de casa ejemplar.
Caruso Pertuso bostezarรก y con un escarbadiente mondarรก su dentadura caballuna comรบn en los italianos sureรฑos, que mueren todos con los dientes puestos.
Finalmente se despedirรก. Pero antes cebarรก unos matecitos acompaรฑados de sรกnguches de mortadela que segรบn รฉl es el fiambre mรกs sano, mejor que el jamรณn. Tragarรก tres, por lo menos.
“Es sano evitar la cena, no hay que dormir con el estรณmago lleno. Asรญ me aconsejaba mi Nona, que fue una dama de cutis de porcelana y manos de pianista. ¡Quรฉ gran dama… ya no hay!… ¡ya no hay!”
Asunta piensa, pero sin palabras, que se estรก cansando de las cantinelas de Caruso. Ademรกs Tomasino, el carnicero, le hace los bajos. Con miradas soรฑadoras y pรกrpados titilantes cual estrellas fugaces. No estรก mal Tomasino. Pero sabe que Caruso tiene una sevillana “trac-trac”, que sale cortando. Por nada del mundo expondrรญa su piel rosada a que la desfigurara con un barbijo siciliano. Cuando Pertuso se acercรณ a Niรฑa Chole con la tijera cadente, ella temiรณ que la esgrimiera con saรฑa y lastimara a la nena atrevida.
Pertuso acostumbra amenazar. Hasta ahora no se le ocurren mรกs ataques que el que recibiรณ en la mejilla izquierda profundamente, y apenas lo puede esconder bajo su barba hirsuta.
Asunta, no obstante el miedo, alienta a Tomasino con requiebro femenino de “mirรก quรฉ culo tengo”. No es tonta la tanita.
Ya han mateado y sangucheado. Ya Pertuso sentรณ el รญdem de su apellido en el viejo automรณvil y marcha a su pocilga.
“Cumplรญ con esa alma enamorada…”
En la pocilga se le va el sueรฑo y resuelve emprolijar los dรณlares. La casa espantosa oculta una fortuna. El dueรฑo desde hace muchos aรฑos no ha gastado ni un peso.
Cada fin de semana junta los pesos ganados en el atelier y los dolariza. Despuรฉs los envuelve en diarios, en cartones, en diarios, en cartones y los esconde en el sรณtano. En el entretecho no, porque entra el agua cuando llueve.
Prรณximo al patio de ladrillo hay un pozo que antes se llenaba de agua y, mediante un balde descendido por cadena y roldana, servรญa a los moradores.
Ahora Pertuso instalรณ una bomba inutilizando el pozo que usa para guardar dรณlares.
El pozo lleno hasta mรกs de la mitad encubierto con una madera y una chapa de zinc simula ser algo comรบn, solo un pozo inutilizado con una maceta arriba y una planta de malvรณn.
Nadie lo ha mencionado. Los dรณlares envueltos, ademรกs, no parecรญan ser algo importante. La casa dolarizada era mรกs segura que un banco.
El cambio
Caruso Pertuso se baรฑรณ en su casa. En el baรฑo tenรญa un calefรณn que funcionaba con kerosene. Despuรฉs se cortรณ las uรฑas de los pies y consolรณ sus callos con Dr. Scholl. Habรญa puesto a secar su ropa interior y procediรณ a plancharla con una plancha a carbรณn.
“Sigo las huellas de mis antepasados que eran unos seรฑores, nada nuevo acรก. Novedades, ¡no! Soy fiel a lo heredado.”
Silbaba un tango de Canaro. Terminรณ esa tarea y sintiรณ hambre y comiรณ un sรกnguche de chorizo. Tomรณ un vino marca Cangiani, chupando del botellรณn.
“Esto es vida”, dijo.
Sentado en el patio enladrillado decidiรณ el cambio.
“Maรฑana pondrรฉ el aviso en el vidrio de la puerta del atelier.”
Suspira aรฑoranzas.
“Es la vida.”
“El maestro estilista desde el lunes atenderรก solo a damas en sus domicilios porque decidiรณ poner fin a las atenciones en este atelier.”
Anotรณ su nรบmero de lรญnea y de celular.
Otro aviso: “Se vende este local.” Repeticiรณn de los nรบmeros telefรณnicos. Acto seguido, cargรณ en cuatro cajas los elementos de peluquerรญa, especialmente los frascos de tintura de todos los aรฑos con restos de colorantes; tambiรฉn los vacรญos y las ampollas usadas. Volviรณ a cargar las cajas en su auto antiguo. Suspirรณ viendo desde el asiento el frente ofrecido en venta. Suspirรณ:
“Es la vida.”
En la viรฑaterรญa comprรณ dos botellones de vino Cangiani.
“Barato pero sano.”
Hizo lo mismo y le flamearon los pelos de su gran nariz. Habรญa decidido gastar unos pesos.
En su pocilga armรณ sendos sรกnguches, uno de mortadela, otro de salame, y llenรณ un vaso con Cangiani. Se sentรณ a la mesa, cerca del telรฉfono que sonรณ.
“Sรญ, con el maestro estilista Caruso Pertuso. ¿Con quiรฉn tengo el gusto? ¿Rina Huertas? Sรญ, Rina. Horario matutino de 9 a 13; vespertino, de 17 a 21. Bien… Si hay comodidades no llevo palanganero. Bien, a las 17 estarรฉ en su casa.”
A la hora 17 tocรณ timbre en la casa coquetona de Rina Huertas. Lo recibiรณ una empleada de servicio y entrรณ a una sala coquetona como la mansiรณn prรณxima al Parque Saavedra.
“¡Quรฉ zona privilegiada! Ni muy cรฉntrica ni muy suburbana!”, pensรณ Pertuso, ojos en blanco. Y empezรณ a hacerse el bocho. Se imaginรณ casado con Rina y asistiendo a reuniones.
“Permiso”, solicitรณ. Y extrajo un libro de la biblioteca. Leyรณ con emociรณn:
“Tรญtulo: Amor querido.
Te amo mucho y sueรฑo
contigo de noche
tรบ me amas
el corazรณn me late
ven a mรญ
acรฉrcate.”
Rina dijo: “Es de mi autorรญa, soy escritora.”
Opinรณ Pertuso que estaba divino y que aquel a quien estuviera dedicado serรญa muy feliz. Ella puso la mano a la altura de su corazรณn, en su pecho tetรณn.
Sonรณ el celular del estilista.
“¿Amanda? ¿Maรฑana? Bien, a las 17. Besito.”
Dijo: “Amanda es una clienta del atelier. Linda mujer… pero se estรก enamorando de mรญ… ¡Ay!”
Rina: “¿Y vos?”
รl: “Hasta ahora nunca sentรญ lo que estoy sintiendo por vos… pero…”
Rina: “No hay pero que valga… nos casamos y voy a vivir con vos a tu casa.”
รl: “No permitirรฉ que dejes este palacio. Vengo yo… por vos sacrifico mi palacio heredado de mi abuelo y mi padre, que fueron seรฑores… ¡no faltaba mรกs! ¡Nunca me aprovecharรญa de mi amada!”
Rina: “Esta casa estรก en venta… cuando muriรณ mi marido quedรฉ con escasos medios econรณmicos y ya vendรญ el coche que ves ahรญ.”
El pretendiente empalideciรณ… seguidamente empezรณ a guardar los frascos y demรกs objetos desparramados en la mesa. Doblรณ el nylon de la bolsa agujereada por cuyo agujero Rina metiรณ la cabeza que ahora lucรญa un monumental peinado duro cual alambre artรญstico. Agarrรณ su libreta. Estilogrรกfica en mano espetรณ: “Rina, somos grandes… pongamos en orden nuestros pensamientos… y despuรฉs… despuรฉs decidiremos… hay tiempo en adelante… ay, ay, ay.”
El cielo se oscureciรณ
Pertuso abriรณ la puerta de alambre que daba a un pequeรฑo baldรญo vecino a su casa y entrรณ el auto. Mirรณ el cielo: “Se ha oscurecido de repente.” Observaciรณn justa porque el 2 de abril de 2013 ocurriรณ ese fenรณmeno en la ciudad de La Plata.
Ni bien se sentรณ en el banquito del patio enladrillado, la oscuridad se hizo torrente, desbarrancada catarata desde arriba y desde abajo en chifletes soplados por negros bocones empetrolados que acicateaban las paredes y aniquilaban muebles, objetos y aniquilaban a los ciudadanos platenses que corrรญan cuales pescados muertos a direcciones malditas de muertes nunca ni siquiera imaginadas.
Era el diluvio, el antiguo, el bรญblico; era el fin de la tranquilidad, la instalaciรณn del pรกnico en una poblaciรณn serena y disciplinada.
La Fundaciรณn de Rocha debiรณ ser lacustre.
El apuro polรญtico puede mรกs. Ahora, las caรฑerรญas por donde debiera correr el agua estaban tapadas. Las vacaciones polรญticas pueden mรกs.
El apuro y las vacaciones polรญticas son latrocinio.
Caruso Pertuso vio transcurrir a un vecino inerme; iba raudo sobre el agua negra y aceitosa. Vio salir los paquetes de papel cartรณn, que en lugar de seguir vรญa vecino subรญan, subรญan cuales bolas de madera que el papel cartรณn, el cartรณn papel bien empapados vuelve a su esencia original que es la madera, y las bolas y los cuadraditos se golpeaban arriba y arriba sonando a castaรฑuela sevillana de cante jondo.
El pozo exhalรณ en zinc y la tapadera, y escapaban los empaquetados dรณlares castaรฑeteando igual.
Caruso Pertuso volรณ con pocilga y todo, y sus รบltimas palabras fueron: “¡Cรณmo suben los dรณlares!…”
El tiempo es un triรกngulo, una trinidad inconmovible por donde los inquietos espacios se llevan todas las cosas, entre ellas al humano.
El tiempo permanece quieto.
Pasรณ el diluvio. Brotaron cosas de la humedad espacial, poco importantes algunas, como el hecho que Asunta sintiรณ el calor y el sabor de sus sรกbanas bordadas con Tomasino.
Algunas exclientas del fallecido maestro estilista (segรบn รฉl mismo) buscaron otra peluquerรญa.
Rina no se inundรณ. Estaba a punto de mudarse cuando decidiรณ ir a peinarse a un atelier cercano. Cuando la dueรฑa le lavรณ el cabello, el agua se tiรฑรณ con los colores del arcoรญris; la profesional del pelo opinรณ que la habรญan teรฑido con tinturas viejas de por lo menos dos aรฑos o tres atrรกs.
El barrio de Pochola del Chello no se inundรณ. Niรฑa Chole cumpliรณ doce y cumpliรณ su vida; esa es la edad crucial de muchos Downs. Desde hacรญa seis meses permanecรญa en su camita, cerca de la ventana. De ahรญ veรญa venir el otoรฑo, “la lluvia tan fina que no parece que llueve”. Verso de Francisco Lรณpez Merino, bardo platense “que en pleno dรญa buscรณ la noche” (se lee al pie de su estatua en El Bosque).
La pequeรฑa vida de Niรฑa Chole fue una lluviecita tenue caรญda encima de un cantero de trรฉboles. Antes de volar al universo de los nenes y de los animales fijรณ la mirada oscura en Pochola: “Ma… ya no tendrรกs que cargar con este bagayo.” ~
Nota: Como psicรณloga he tratado a infantes y adolescentes Down durante tres aรฑos. Debรญ dejar esa especialidad por fatiga y devastaciรณn psรญquica. Durante tres aรฑos tuve que hacer el difรญcil ejercicio de poner la mente en blanco porque estas criaturas leen el pensamiento y contestaban las preguntas antes de oรญrlas.
Todos los personajes de este relato son ficticios, no asรญ las situaciones.
(Buenos Aires, 1922) es novelista, cuentista, poeta, traductora y ensayista. En 2007 recibiรณ, a los 85 aรฑos, el Premio Nueva Novela Pรกgina/12 por su libro Las primas.