En la greca estรกn ya todos los enigmas del arte. No solo artes plรกsticas, en el espacio, sino tambiรฉn artes en el tiempo, porque la greca introduce el tiempo en las artes del espacio: en efecto, es imposible percibirla sin emplear cierto tiempo, por breve que sea. La greca es ritmo, pero no desenvuelto en el tiempo, como, verbigracia, los latidos, sino en el espacio.
El lado estรฉtico de la repeticiรณn, la poรฉtica de la insistencia, eso es lo que capta la geomรฉtrica greca. El punto es, claro, que un diseรฑo, en general abstracto, es mรกs significativo, mรกs cumplido e interesante si se lo repite muchas veces. Lo sabemos, pero ¿por quรฉ? Hay diferentes razones: una, ni remotamente la รบnica, consiste en que el final de una unidad, llamรฉmosla asรญ, se incorpora al inicio de otra, como cuando cambiamos sentido a las palabras repitiรฉndolas: “no sรฉ”, “no sรฉ”, se transforman en “seno”, “seno”, por ejemplo.
Las ruinas de Mitla asombran por la variedad y acierto de sus grecas. Mitla no es voz mixteca ni zapoteca, sino nahua, Mictlampa (como escribe Garibay la palabra); fue la mรญtica regiรณn donde habitaron los muertos. Son delicadas, en verdad, quizรก demasiado delicadas, bonitas, femeninas, casi etรฉreas, recuerdan bordados, que tambiรฉn son, desde luego, rรญtmicos; no ostentan esa fuerza pรฉtrea casi agresiva del gran arte nahua, se dirรญa que son ya algo “decadentes”, pero justamente por eso no se parecen a nada y su singularidad las hace valiosรญsimas.
De ahรญ se debe regresar, poco, hasta Santa Marรญa del Tule; el tule es una especie de zacate alto, de un verde claro lucidor, que crece a la orilla del agua. En el lugar, anteriormente un pantano, crecรญa mucho tule y de ahรญ el nombre. Pero el atractivo ahora es un ahuehuete, voz que probablemente dice en nรกhuatl anciano del agua, de atl, ‘agua’, y huehuetl, ‘viejo’, porque este sabino, especie de ciprรฉs de tronco ancho, tiene mรกs de dos mil aรฑos de existencia y pesa mรกs de seiscientas toneladas. La cosa es que un รกrbol, como un pez, mientras vive, crece, por tanto, este anciano es un prodigio de crecimiento, no tanto de altura, mide solo 42 metros, como de ancho, es decir, el tronco se ha desplazado hacia los lados edificando una estructura que supera en inventiva a cualquier escultura. El ir y venir de sus vetas, la cascada de sus arrugas derramรกndose, el brรญo animoso con que han trepado sus ramas encaramรกndose unas sobre otras, hacen milagroso el espectรกculo de este gigante manso y armonioso.
Oaxaca es un paraรญso gastronรณmico. Por eso cuando una amiga muy de fiar, dueรฑa de un restaurante, encareciรณ ante nosotros un pequeรฑo lugar de comida istmeรฑa, de inmediato resolvimos hacer reservaciones. Y el domingo, despuรฉs de las grecas y el coloso (“verde el cabello”), con hambre canina y considerable, aunque grato agotamiento fรญsico, colmados de gustosas esperanzas, recalamos en el restaurante La Teca de la seรฑora Deyanira E. Aquino P.
Pues bien, aunque nuestros vaticinios golosos eran muy grandes, la realidad del diente los rebasรณ limpiamente con toda facilidad: desde el mole de camarรณn con que arrancamos, de cuya compleja preparaciรณn ya nos habรญa hablado alguna vez Natalia Toledo, gran cocinera, entre otras cosas, quedamos rendidos de admiraciรณn. Las enchiladas de picadillo, los chiles de agua rellenos, el coloradito de costillas de cerdo, despertaron nuestra ambiciรณn y nadie querรญa perderse nada. Empezamos a comer como chinos, de todos los guisos, un poquito de cada platillo. Los sabores eran tan raros y refinados como los poemas en lengua zapoteca que oรญmos la tarde anterior. Fue una verdadera orgรญa de elegancia gastronรณmica, si es posible la paradoja, que parรณ, creo, por agotamiento del maxilar, no por otra cosa porque, claro, como en los restaurantes verdaderamente grandes, se lamentaba no tener mayor capacidad gรกstrica.
No hay nada como el trabajo hecho a conciencia, la obra acabada a rotundidad, el modelo de perfecciรณn, como los guisos de La Teca, como el รกrbol con dos mil aรฑos de trabajo incesante, como la greca ondulante e insistente, como el color azul grisรกceo del agave mezcalero, como los grandes รณrganos que se alzan solemnes en la ocre armonรญa del prรณdigo paisaje oaxaqueรฑo. ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.